23 de marzo de 2021

Ciudades del mundo antiguo (III): urbes del antiguo Egipto y Anatolia





Imágenes (de arriba hacia abajo): patio de Amenofis III, en Luxor-Tebas; reconstrucción modélica de una habitación con bucráneos de Çatal Hüyük. Museo de las Civilizaciones Anatólicas, Ankara; escultura en terracota de una plausible diosa madre de Çatal Hüyük, datada en el VI milenio a.e.c.; esquema reconstructivo de las distintas ciudades de Troya a lo largo del tiempo e; imagen panorámica de cómo luciría la Constantinopla romana del siglo IV.

En esta tercera entrega se hará referencia a las ciudades de Buto, Menfis y Tebas (Luxor) en Egipto, así como a Çatal Hüyük, Hattusa, Troya, Mileto y Bizancio (Constantinopla) en la península de Anatolia o Asia Menor.

Buto es una antigua ciudad egipcia ubicada al nordeste en el delta del Nilo, llamada Per-Uadjit en Egipto, desde el Reino Nuevo, y en árabe Tell el-Farain, o Colina de los Faraones. Se la conoce desde el predinástico egipcio como una ciudad capital en el Bajo Egipto que surge del agregado de dos núcleos independientes, Dep y Pe. Como Per Uadyet, debió ser capital, entonces, de un reino del Bajo Egipto en el Protodinástico, aunque acabó sometiéndose al sur.

Sus reyes, citados en el Papiro de Turín y en Manetón, al igual que los de Hieracómpolis, eran seguidores de Horus, y los antepasados de Menes. Por su parte, los Textos de las Pirámides hablan del ritual de coronación de estos soberanos. A través de su nombre se deduce que era centro de culto de la diosa cobra, si bien en la ciudad hubo santuarios de Bastet y de Horus. La ciudad estuvo activa en época saíta y luego lágida y romana. Fueron los prolomeos quienes le dieron el nombre griego Buto, según consta en fuentes como Estrabón o Plutarco, este último en su célebre Sobre Isis y Osiris. Fue el famoso Flinders Petrie el primero en identificar la ciudad a fines del siglo XIX. Luego fue excavada en varias campañas durante todo el siglo XX, destacando las que se llevan a cabo por parte de los arqueólogos del Instituto Arqueológico Alemán. 

Menfis, conocida como Balanza de las Dos Tierras en el reino medio, fue fundada hacia 3100 a.e.c., siendo la primera capital del Egipto unificado, durante todo el Reino Antiguo, y hasta el Primer Período Intermedio (de ahí en adelante capital del Nomo I); por tanto, hasta 2050 a.e.c., y durante las primeras ocho Dinastías. Después sería sustituida como capital por Tebas-Luxor.

Menfis fue un centro político, económico y religioso de primer orden, en el que se veneraba sobre todo al dios Ptah y en donde se coronaban los faraones. También conocida por otros muchos nombres, como Nen-Nefer, Ineb-Hedy o Muro Blanco, Hut-ka Ptah o el bíblico Noph. Su nombre árabe, Mit Rahina señala hoy la localidad bajo la cual se encuentran la mayoría de los vestigios de la antigua Menfis. Sus necrópolis serían Abu Roash, Abusir y Dashur, sin olvidar Saqqara. El declive de la ciudad se acentúa con la aparición de Alejandría, hacia 330 a.e.c., para terminar siendo abandonada mediado el siglo VII. Apenas sobreviven restos de su presencia, salvo la estatua colosal de Ramsés II y las ruinas del templo de Ptah. Parte de sus ruinas y restos se emplearían, de hecho, en la construcción de El Cairo.

Tebas-Luxor, Al-Uksur en árabe, corresponde a una antigua ciudad, centro de culto, hoy de medio millón de habitantes, que se ubica a unos setecientos kilómetros al sur de El Cairo. Como todas las antiguas ciudades egipcias tuvo varios nombres, destacando Uast (cetro), Niut (ciudad) o Ta Ipet (santuario). El nombre Tebas, que procede de Ta Ipet, fue puesto por los griegos mientras que Luxor (palacios con innumerables puertas) por los árabes. Fue capital de Egipto por más de milenio y medio, durante el Reino Medio y Nuevo, después de suceder en tal dignidad a Menfis, además de ser capital del Nomo IV del Alto Egipto. En la orilla occidental del Nilo, frente a la ciudad, se encuentran los conjuntos funerarios a base de tumbas excavadas en piedra, propias del Reino Nuevo, del Valle de los Reyes, el Valle de las Reinas y el Valle de los Nobles. Destacan en ella los templos de Luxor y Karnak, unidos por un dromos de esfinges.

Su origen, como un humilde puesto comercial, remonta a fines del IV milenio a.e.c. Este centro de poder, de una superficie de unas 50 hectáreas en su mejor momento, empezó a ser de extrema importancia en la Dinastía XI, hasta la XV, de los hicsos, y luego de nuevo con la XVI y la XVII. Fue encumbrado como centro religioso gracias al antiguo dios local Amon. En el siglo VII a.e.c. fue saqueada por los asirios, entrando en un dilatado período oscuro con la presencia griega y romana (esta última desde 30 a.e.c. a 350). Estos últimos modificaron notablemente la arquitectura del lugar y la convirtieron en parte de la Tebaida, provincia romana. La ciudad sería abandonada en la antigüedad, a lo largo del siglo I, a decir del géografo Estrabón.

Çatal Hüyük, ubicado en Konya, en el centro de la actual Turquía, es un yacimiento Neolítico y Calcolítico que se encuentra asentado sobre un montículo rodeado de una extensa llanura y que ha sido datado en el período Precerámico B, entre 7500 y 6200 a.e.c. Fue encontrado en los años cincuenta del pasado siglo por el arqueólogo James Mellart y excavado en la siguiente década. Posteriormente, ya en los años 90 continuó esta labor el arqueólogo de Cambridge Ian Hodder. Se trata de un poblamiento de unas 13 hectáreas de superficie que pudo albergar en su seno entre seis y siete mil habitantes.

El poblado presentaba un planeamiento residencial bastante sofisticado, con la presencia de barrios dedicados a la producción manufacturera, sobre todo de textiles, objetos de hueso y obsidiana, además de piezas de cobre. Sus habitantes fabricaban cerámica y tenían una economía diversificada, aunque la agricultura era la base principal. Existe constatación de la presencia del cultivo de lentejas, cebada, guisantes y trigo en las cercanías del asentamiento. Las viviendas eran rectangulares y estaban adosadas unas a otras, además de conectadas entre sí por medio de aberturas y con salidas en los techos. Por consiguiente, no había calles interiores. Los muros se hacían de adobe y los techos de vigas de madera, sobre los cuales se distribuía una capa de barro apisonado. En el área central de habitación se incluía un horno, un hogar y plataformas para el descanso.

En Çatal Hüyük se han hallado enterramientos dispuestos bajo el suelo de las viviendas. Parece muy probable, además, que hubiese habido edificaciones especialmente dedicadas al culto. En determinados casos, las paredes de algunas viviendas estuvieron decoradas con grupos de cráneos de animales diversos, como jabalíes, buitres, comadrejas y, sobre todo, toros, así como con pinturas murales, en las que se podían observar formas animales (ciervos, jabalíes, lobos, asnos, leones, osos) y también de manos humanas. Así mismo, también han sido halladas estatuillas femeninas y símbolos de fecundidad. Esto no significa, necesariamente, que las casas de este asentamiento turco fueran santuarios ni que se pueda deducir la existencia de una clase sacerdotal, pues pareciera, más bien, el rastro de un posible culto doméstico. El núcleo de Çatal Hüyük fue abandonado por sus habitantes hacia el 5000 a.e.c. y en su lugar surgieron poblados de pequeñas dimensiones en la llanura circundante, abandonándose de este modo el montículo originario.

Hattusa fue la gran capital imperial hitita a partir del rey Hattusili I, siendo hoy la renombrada aldea anatolia de Bogazköy. El sitio de su ubicación en torno a tierras de cultivo y de pasto, pero también de bosques, estuvo originalmente habitando por los hatti. Fue destruida en el siglo XII a.e.c., al tiempo que el imperio hitita. En el interior de la amurallada ciudad había una gran ciudadela con templos y edificaciones administrativas, destacando el palacio real. En la parte sur destacaban puertas decoradas con relieves con leones, guerreros y esfinges, además de varios templos y edificaciones civiles. Se descubrieron diversas necrópolis extramuros. En sus mejores tiempos pudo vivir en Hattusa una población que rondaría los 40000 habitantes.

Desde una perspectiva arqueológico-histórica, la ciudad contó con cinco fases de existencia a lo largo del tiempo. La primera marcó la transición entre la Edad del Bronce Antiguo y  Medio, a comienzos del II milenio a.e.c. La segunda es la correspondiente al período de la presencia de las colonias asirias en Anatolia, que culminó con la destrucción propiciada por Anitta. Las fases tercera y cuarta corresponden a la época en la que Hattusa fue el asiento de la dinastía real hitita. La quinta y última coincide con el período frigio post hitita, durante el cual la ciudad fue reconstruida en una escala menor, tras su destrucción previa. La fase tres es la que corresponde a la ciudad del rey Hattusili I. Estuvo dominada por una acrópolis, que hoy se conoce como Büyükkale, en donde el mencionado monarca construyó el primer palacio real. Hacia 1400, Hattusa sufrió un saqueo y fue incendiada por parte de las fuerzas gasga que provinieron desde el norte. Un tiempo después Hattusa fue restaurada como capital bajo el mandato de Urhi-Teshub, hijo y sucesor de Muwatalli. En los últimos años del reino hitita la ciudad alcanzó, no obstante, una magnitud y magnificencia sin precedentes.

La muralla que rodeaba el asentamiento completo tenía varias puertas de acceso, alguna embellecida con escultura y relieves monumentales, como las llamadas Puerta del León, Puerta del Rey y las Puertas de la Esfinge. Varios templos fueron erigidos en la ciudad superior, un hecho que confirmaría su carácter sacro y ceremonial. Hattusa debió transmitir una imagen simbólica relevante. Así, al final de su existencia Hattusa pudo haber desarrollado un carácter meramente sacro, de ciudad ceremonial.

Las cellas de los templos parecen haber servido como habitaciones para archivos, pues todos los templos han producido un conjunto de material inscrito (sellos, bullae de arcilla, impresiones de sellos y tablillas en las que se registraron donaciones, procedimientos rituales y consultas oraculares). Tales hallazgos pueden proporcionar evidencia del rol de los templos como centros para el entrenamiento de escribas. Los templos tenían, así, funciones administrativas y económicas, además de las puramente cúlticas.

La casa hitita básica de Hattusa estaba conformada por una estructura de madera y ladrillo, en ocasiones con unas estancias superiores a las que se accedía a través de una escalera exterior. El área residencial también contaba con edificaciones mayores erigidas sobre terrazas, tal vez, las viviendas del personal de más alto rango. Una parte significativa de la población viviría, no obstante, extramuros, si bien en los años finales un incremento de la población pudo propiciar el asentamiento de población intramuros.

Troya fue un enclave estratégico en el estrecho de los Dardanelos, en la actual Turquía. Se fundó hacia 2900 a.e.c. Acabaría convirtiéndose en una próspera gran ciudad, íntimamente vinculada al entorno hitita. El yacimiento de Troya del cual poco más de un cinco por ciento de su extensión total ha salido a la luz tras siglo y medio de excavaciones, las últimas por un equipo alemán de la Universidad de Tubinga, está compuesto por nueve ciudades de épocas diferentes que, en total, abarcan unos tres milenios de continuada presencia y de actividad humana.

La Troya I apenas pervivió dos siglos, hasta que en 2700 a.e.c. fue destruida por un incendio. Lo que hoy se conoce como Troya II fue la que Heinrich Schliemann excavó y consideró como la ciudad homérica. La VI (1700-1180 a.e.c.) es el ejemplo palpable de una localidad de la Edad del Bronce Anatolio, con dos sectores: uno en la parte alta, la ciudadela, centro religioso y administrativo protegido por una gran muralla; y otro, al sur de la colina, que se denomina ciudad baja, guarecida por un foso tras el cual se encontraba otra muralla, hecha de adobe, en la que se abrían varias puertas defendidas por torres de vigilancia. La ciudad baja, de una extensión de unas veinte hectáreas, contaba con canales de drenaje y calles pavimentadas, y pudo albergar alrededor de 10000 habitantes. La posición estratégica de la ciudad fue clave en el sistema comercial del II milenio, convirtiéndola en centro de redistribución de bienes.

Por intermediación del puerto, Troya comerciaría con el ámbar del Báltico, el cobre de los Balcanes, la cornalina del norte del mar Negro y los caballos de las estepas. De hecho, su rol de enclave mercantil pudo resultar crucial en el trasfondo histórico de la reconocida guerra de Troya, en virtud de que una agrupación de ciudades griegas habría buscado la manera de garantizarse el control del paso de los Dardanelos y del comercio entre el mar Negro y el Egeo. Las viviendas de la Troya VI en la ciudad baja poseían techos planos y un área pavimentada en el patio que pudo servir para trillar. Había también santuarios, hornos comunales y jardines. Algunas casas más lujosas estaban hechas de piedra, madera y adobe, y tenían dos plantas.

La mayoría de la población debió de emplearse en la fabricación del tinte púrpura, en la confección de textiles, de lino y lana, en los talleres metalúrgicos, en los que se manufacturaban objetos de oro, hierro, plata y bronce, y en la fabricación de la cerámica hecha en el torno. Debió existir presencia de comerciantes micénicos en la ciudad. Un sector de la población se encargaría de la agricultura y el pastoreo de ganado, además de la pesca (en especial de la recolección de moluscos).

En este mismo nivel han aparecido también tumbas en forma de casa, en las que se veneraba a deidades como Appaulinas (probable nombre hitita de Apolo). En la ciudadela (la Pérgamo de la Ilíada), varias construcciones combinaban las funciones de palacio, tesorería, archivo y templo, imitando los modelos del palacio-megaron de la zona hitita en Anatolia, la Grecia micénica y la Creta minoica. Vivía aquí la elite, que incluía la familia real y los linajes nobles, además de las agrupaciones familiares de los grandes comerciantes, con funciones diplomáticas y militares.

Troya estuvo vinculada con Asia Menor y, en especial, con los hititas, como demuestra el Tratado de Alaksandu. Lo estuvo más que con el ámbito griego. El tratado, hallado en el archivo imperial de la capital hitita, Hattusa, muestra un pacto de vasallaje suscrito entre un rey de Wilusa (Alaksandu) y el soberano hitita Muwatalli II en 1290 a.e.c. Troya estaría subordinada entonces al imperio hitita aunque no habría perdido su autonomía real. Los hititas denominaban a la ciudad de Troya como Taruwisa (de ahí la Troya en la nomenclatura griega). Wilusa, que pudo ser el nombre hitita de Troya, explicaría la denominación también griega Ilión. En consecuencia, la guerra troyana, sería un conflicto entre una fortaleza hitita en Asia Menor y varias ciudades griegas continentales. El fin de Troya VI se produjo hacia 1250 a.e.c., fruto de un desastre natural. Se reconstruye la ciudad y se vuelve a habitar, pero hacia 1180 a.e.c. se constata la presencia de una devastación, con ruinas de edificaciones destruidas por el fuego, proyectiles de catapulta y huesos humanos calcinados. Todo ello puede ser un indicador de que la población sufrió algún tipo de ataque externo. Se ha creído que esto sería, precisamente, indicio claro del conflicto que narra Homero.

Mileto fue una antigua ciudad jonia de Asia menor cercana a Priene y no lejos de Éfeso, la probable Millawanda hitita, en la antigua región de Caria. Fue denominada también como Pityusa y Anactoria. Las primeras evidencias de presencia humana datan del Neolítico. A principios de la Edad de Bronce el asentamiento quedaría bajo la influencia de los minoicos cretenses. De hecho, la tradición legendaria habla de la llegada de contingentes cretenses (mencionados en el Catálogo de las Naves en la Ilíada), que habrían desplazado a los aborígenes Léleges (asociados por algunos a los carios). La mitología griega refiere que la ciudad fue fundada por el héroe Mileto, quien huyó de la Creta del rey Minos. El héroe habría fundado la ciudad tras matar a un gigante (Asterión).

Mileto habría sido una fortaleza micénica en la costa de Asia Menor entre 1450 y 1100 a.e.c. En la Edad del Bronce, llegarían desde el centro de Anatolia poblaciones de habla luvita, que serían los Carios. Destruida la ciudad por participar en una rebelión contra los hititas, a partir del siglo XI a.e.c., los griegos jónicos se expandieron hacia Asia Menor, siendo los refundadores del núcleo, conducidos por Neleo tras el mítico regreso de los heráclidas. La presencia jónica trajo consigo la creación de una liga, la Liga Jónica, y Mileto se convirtió en la más próspera de las doce ciudades de la confederación jónica. 

Con Ciro II el Grande, al vencer a Creso de Lidia (siglo VI a.e.c.), Mileto cayó bajo el Imperio aqueménida. En 499 a.e.c., el tirano de Mileto, Aristágoras, lideró una revuelta jónica contra los persas de Darío I, quien la aplastó. Unos pocos años después,  los griegos derrotaron a los persas en la batalla de Platea, y Mileto fue liberado del dominio persa, aunque después, por la Paz de Antálcidas, Artajerjes II controlaría las ciudades-estado griegas de Jonia. Alejandro Magno arrebataría a los persas la ciudad, pero tras su muerte Mileto quedó bajo el control de Ptolomeo, gobernador de Caria. La ciudad estaría posteriormente, bajo el control seléucida, egipcio, romano, bizantino y turco.

A partir del siglo VII, Mileto sería el lugar de nacimiento de filósofos y científicos, los físicos, como Hecateo o Tales, además de Anaximandro y Anaxímenes (Escuela de Mileto). De Mileto también fue natural el arquitecto de la Basílica de Santa Sofía (Isidoro de Mileto), así como la hetaira y filosofa Aspasia, esposa de Pericles.

Las primeras excavaciones del sitio fueron realizadas por un arqueólogo francés de nombre Olivier Rayet, a fines del siglo XIX. Posteriormente, sería el arqueólogo alemán Julius Hülsen el excavador de Mileto. Entre las principales construcciones de Mileto se encuentran el teatro, las termas romanas del siglo I, el Delphinion, la stoa jónica, el ágora septentrional, las termas de Capito, el Bouleuterion (del siglo II), el ágora meridional y las termas de Faustina.

Bizancio-Constantinopla, fue una ciudad fundación colonial griega de Megara en el siglo VII a.e.c. en el estrecho del Bósforo, capital de Tracia, luego refundada por Constantino y renombrada como Constantinopla, capital y centro medular de la cultura clásica del Imperio Romano de Oriente o Imperio bizantino, y que hoy corresponde con la turca Estambul. Se encontraba en un lugar estratégico, desde donde dominar la navegación entre los Balcanes, el Egeo y el norte de África. Además, la región del Ponto (mar Negro), era muy rica en ganadería, esclavos y mercancías como la miel, cera o el pescado salado, además de los vinos y el trigo.

La tradición mítica atribuye la fundación de Bizancio a Bizas o Bizante, el cual, según Esteban de Bizancio, era hijo de una ninfa a su vez descendiente de Ío y Posidón. Se advierte que la ciudad era una colonia de la ciudad griega de Megara, aunque pudo haber colonos de otras ciudades. Eusebio de Cesárea menciona el tercer año de la trigésima olimpíada como su fecha fundacional, lo que correspondería a 667 a.e.c., poco después de la cercana ciudad de Calcedonia. En el lugar de fundación existía un asentamiento de nombre Ligos. La ciudad tendría a la diosa Hera como deidad tutelar. Es probable que al principio fuese regida por una monarquía que daría paso a un gobierno aristocrático.

Los jonios, como vasallos del rey aqueménida Darío I, tomaron la ciudad en 504 a.e.c. Poco después se unió a la revuelta jónica. Sería un general espartano, Pausanias, quien se adueñase de la ciudad a finales del siglo V a.e.c. A lo largo de la Guerra del Peloponeso estuvo subyugada a Esparta, pero a comienzos del siglo IV, estuvo en manos atenienses, momento en que Trasíbulo cambió el gobierno de la ciudad de una oligarquía a una democracia. Entre 336 y 323 estuvo en poder de los macedonios. Durante las Guerras Macedónicas, entre Roma y Filipo V, los romanos otorgaron a Bizancio el título de ciudad confederada. Bizancio pasó a ser aliada de Roma, que la reconoció como ciudad libre, aunque posteriormente perdería ese estatus. Vespasiano la incorporaría a la provincia romana de Tracia.

A fines del siglo II la ciudad fue saqueada y destruidas sus murallas. Se la despojó de cualquier privilegios y dejó de tener un gobierno local, quedando como una aldea sometida con sus territorios a la vecina ciudad  de Perinto. Sin embargo, en honor de Caracalla, Severo la hizo reconstruir, la embelleció y le dio el nombre de Augusta Antonina, denominación que decayó al morir Caracalla. Conservó ciertos privilegios como la acuñación de moneda hasta el reinado de Galieno, mediado el siglo III. Bajo Claudio II, la ciudad tuvo que luchar contra los godos.

En el tiempo de las famosas luchas entre los tetrarcas se reforzaron las murallas de Bizancio y la ciudad tomó partido, en concreto por Maximino y por Licinio (inicios del siglo IV), quien se retiró allí tras la Batalla de Adrianópolis, y donde sería asediado por Constantino hasta que la ciudad se rindió. Con Constantino como único emperador, Bizancio fue incluida en el proyecto de reajuste geográfico del imperio, de modo que en 330 se ratificó la creación de la ciudad de Constantino, Constantinópolis o Constantinopla. Ya como Nova Roma y capital del Imperio romano de Oriente resistiría diez siglos las tentativas de conquista de sus diferentes enemigos, hasta su definitiva caída en manos de los turcos otomanos en mayo de 1453.

Prof. Dr. Julio  López Saco

UM-FEIAP-UFM, marzo, 2021

 

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