24 de octubre de 2011

Civilizaciones del Bronce en el Egeo: los micénicos II (religiosidad y ocaso)

Algunos autores, hoy clásicos o emblemáticos, como A. Evans, M.P. Nilsson y C. Picard, habían formulado ya la existencia de cultos al árbol y a los pilares, así como la presencia de una Gran Diosa, como figura del culto en la Creta minoica, enmarcados en una antigua religión egea matriarcal, que sería el sustrato de la religión griega posterior. Para ello partían de un supuesto errado: una cultura creto-micénica unitaria implantada tras oleadas colonizadoras. Hoy hay que distinguir con claridad lo minoico de lo micénico, y es esto último el que muestra más semejanzas con lo griego posterior. Las investigaciones de carácter filológico han demostrado la presencia de casi cada dios del panteón griego clásico (homérico) en las tablillas de Lineal B. Sin embargo, a pesar de la identidad de nombres, las diferencias entre los dioses micénicos y los griegos fueron grandes. En algunos casos (Dioniso), la divinidad micénica era adorada por las clases superiores, mientras en la Grecia arcaica y clásica era una deidad popular; en otros (Hermes), el término identificado con él en el ámbito micénico no designaba al dios, sino a una función sin carácter divino. Además, en ocasiones el vocablo pude designar el lugar de adoración, un epíteto o a un rey y a un dios a la vez (wa-na-ka).Conocemos un único panteón micénico, el de Pilos con su santuario Pa-ki-ni-ja (dios Poseidón y la Potnia, si bien ese Poseidón es diferente al homónimo homérico, pues no se relaciona con el mar sino con la tierra y la fecundidad). Debieron existir, no obstante, además de otros panteones oficiales, algunos de carácter popular.

Existen pruebas arqueológicas de la presencia de templos dentro de las ciudadelas (Micenas). Los sacerdotes y sacerdotisas se designan por el nombre del santuario al que sirven o por la divinidad a la que tributan culto. Existía especialización sacerdotal: sacrificadores, portadores de la llave, así como acólitos, tal como el mensajero (keryx) o los tamiai (tesoreros). Los actos básicos del culto eran la plegaria y el sacrificio. Este último, incruento o sangriento, está bien representado en el sarcófago de Hagia Triada, si bien en este caso es un culto heroico o funerario. A través de las tablillas conocemos dos rituales: el dedicado a los dioses wa-na-so-i, un ceremonial de instalación en el trono real, o una fiesta del desplegamiento del velo, y un ritual de preparación del lecho de honor de Poseidón para que la deidad participase en un banquete sacrificial, quizá algo semejante a la comensalidad de hombres y dioses en los sacrificios thysía.

En algunas tumbas micénicas el fallecido aparece rodeado de ofrendas variadas: vestimentas, ahajas, vasos con alimentos como harina y aceite e, incluso, armas. Es posible que tales ofrendas se hiciesen para calmar al muerto y evitar que molestase a los vivos, y para proveerlo de materiales que pudieran satisfacer sus necesidades, semejantes a las de los vivos. El muerto sería, para algunos autores (Schnaufer), un cadáver viviente, que puede actuar después de haber muerto, hasta la total descomposición de sus restos. La presencia de las famosas máscaras de oro pudo tener la finalidad de facilitar la pervivencia en la vida futura. El sacrificio de animales podría haber sido un medio para aplacar con sangre al fallecido. A partir del Heládico Tardío III C se introdujo de modo definitivo la incineración, que implicaría la supresión de la imagen del muerto como cadáver viviente. En todo caso, no podemos aseverar la existencia de un culto a los muertos.

El fin del mundo micénico ha sido permanente campo de intrigas y muy teorizado. Rhys Carpenter, por ejemplo, supuso que el fin del mundo micénico (ocurrido en el Heládico Tardío IIIC, cuando algunos asentamientos se abandonan y otros son destruidos), se debió a causas climáticas, concretamente sequías prolongadas, que provocarían la dispersión hacia zonas periféricas, que luego refluirían hacia la Hélade como los dorios. Según el mencionado F.H. Stubbings, una masiva deforestación habría provocado la decadencia económica de los palacios. Sabemos que hubo una infiltración de elementos humanos desde el norte, de origen dorio, que pudieron ir penetrando como mercenarios y asentándose en cargos de relevancia como escribas. A ellos habría que sumar las tensiones internas, la presión demográfica sobre la economía de los palacios. Así, malas cosechas, sumado a la agresión exterior y a tensiones internas, pudieron haber originado conflictos y luchas entre regiones y entre los elementos clave de la estructura social micénica, nobles, palacio y damos. Al desaparecer los palacios también lo hace la escritura, estableciéndose nuevas formas de organización social.


Prof. Dr. Julio López Saco

Escuela de Historia, UCV

Doctorado en Historia, UCV

17 de octubre de 2011

Fuentes sumerias: la Estela de los Buitres






Diversas imágenes pertenecientes a la Estela de los Buitres: los buitres que le dan nombre, sobre un texto inscrito; el dios capturando enemigos en una red, y el ejército en formación.



La Estela de los Buitres, del período predinástico III B o período presargónido, parece narrar el conflicto entre los gobernantes de las ciudades sumerias de Umma y Lagash con motivo de la posesión de tierras fértiles y fuentes de agua disponibles. La estela, que conmemora la victoria de la casa real de la I Dinastía de Lagash, gracias a la inestimable ayuda del dios Ningirsu, fue labrada por mandato del rey Eannatum I de esta urbe, hacia 2450 a.n.E. En relación a la estela, existen, además, dos conos en arcilla, hoy en el Louvre, denominados conos de Entemena, en los que se describe lo sucedido tras la derrota de Umma. De esta gran estela de piedra caliza, hoy en el Museo del Louvre parisino, se conservan únicamente siete fragmentos. En su anverso, aparece un texto cuneiforme sumerio en el que se conmemora la victoria, y se muestra, muy probablemente, al dios Ningirsu, protector de Lagash, montado en un carro y atrapando enemigos en una gran red. La deidad aparece con sus atributos esenciales, esto es, la maza en la mano derecha y el imdugud o anzu, símbolo de divinidad, en su izquierda. En el reverso, distribuido en cuatro bandas horizontales narrativas, se observa a un grupo de buitres con cabezas humanas entre su picos, así como al soberano, vestido con el kaunakés tradicional de piel de oveja, con sus tropas, marchando implacable sobre sus enemigos ya caídos, en la primera franja, mientras que se muestra al propio rey Eannatum luchando desde su carro, en la segunda. En la parte inferior, parece aludirse a unos funerales (un sacerdote hace una libación sobre plantas como ofrenda a las deidades y varios cuerpos están amontonados en un montículo, en tanto que una vaca aparece atada a un poste). Finalmente, quizá el propio rey, sentado, se encontrara celebrando y supervisando los rituales fúnebres.


Prof. Dr. Julio López Saco

Escuela de Historia, UCV

Escuela de Letras, UCAB

13 de octubre de 2011

Nuevo ensayo de Julio López Saco

Estimados amigos, seguidores, colegas y estudiantes: deseo anunciar que ya está en la calle mi nuevo libro, una continuación del anterior. Lleva por título El Mito en vivo. Mito y filosofía en la China de la Antigüedad (ISBN 978-3-8465-6158-4), y empezará a venderse en unas horas en librerías de Europa, América y Asia. En España estará disponible en Amazon España. Su precio, en torno a los cincuenta euros. Tendrá distribución en varios países de latinoamérica. Espero que sea del gusto de todos. Un cordial saludo. Julio López Saco

UCV-UCAB, Caracas
13 de octubre del 2011

5 de octubre de 2011

Civilizaciones del Bronce en el Egeo: los micénicos I (origen y expansión)

El comienzo de la cultura micénica se ubica, arqueológicamente, en el período heládico Tardío I o Micénico I, hacia 1600 a.n.E. Será en regiones como Argólida o Beocia, donde se desarrolle el más relevante poder micénico. Para explicar el nacimiento del mundo micénico hay que recurrir a la arqueología, a la lingüística y al análisis historizante de los mitos. Para algunos autores (F.H. Stubbings en particular), el mito de las Danaides que llegan desde Egipto podría significar la presencia de tropas mercenarias griegas que luchan en Egipto contra los Hyksos, aprendiendo el manejo del carro de combate. Al regresar a Grecia se impondrían y serían el origen de la cultura micénica. La evidencia arqueológica señala que los invasores que conocían el carro llegaron a Grecia desde Épiro, y las fuentes egipcias nada mencionan. Además es difícil de aceptar que un grupo de mercenarios fuesen los causantes de la cultura micénica. M. Astour (sigue a J. Bérard y C. Gordon), señala que algunos términos y topónimos nos hablan de que la cultura micénica se originó a partir de la penetración de colonizadores semítico-occidentales que provenían del sureste de Asia Menor. La existencia de objetos de procedencia oriental no garantiza esta teoría, pues pudieron llegar a través del comercio. Pero también es verdad que hay paralelos entre mitos y dioses griegos y orientales, así como que algunos términos griegos y micénicos son de origen oriental, sin contar con los parecidos artísticos y literarios. Pero estas analogías se explican por la existencia de una koiné cultural en todo el Mediterráneo oriental. La cultura micénica no sería entonces fruto de las aportaciones de grupos invasores de centro-Europa sino fruto de un proceso en que los elementos autóctonos se fundieron con aportaciones hechas por contactos con las culturas circundantes. Lo cierto es que tenemos la constatación de un aumento demográfico, una expansión económica de base agraria y una mayor diferenciación social y concentración de riquezas en las manos de los grupos aglutinados en torno a los palacios. Esta elite impulsará las relaciones internacionales y los contactos comerciales, favoreciendo asimilaciones.
La cultura micénica se expandirá por el Mediterráneo. El sur de Italia, Sicilia, el Bósforo, Egipto, conocen la presencia de objetos micénicos (cerámica en particular), a veces acompañados de asentamientos de población. Algunos han defendido esta expansión debida al comercio (C.G. Thomas), diciendo que el mundo micénico no poseía unidad política (habría pequeños reinos que se enfrentaban entre sí por razones de rivalidad comercial). Sin embargo, no hay constatación de una economía de mercado, y la economía de los distintos reinos no se basaba en la exportación artesanal, de aceite o vino. Otros autores han apuntado a la presión demográfica como detonador, lo que habría obligado a los micénicos a desplazarse con intenciones guerreras, llevando a cabo asentamientos por la fuerza. Entre 1400 y 1200 se constatan relaciones con Egipto, a partir de Rodas y Chipre, La plata y la obsidiana micénicas, además de oro y diversas piedras preciosas serían los objetos a intercambiar. En Asia Menor solo se hacen fuertes los micénicos en Rodas, aprovechando el vacío de poder hitita en la isla. En la costa poseyeron dos enclaves: Mileto y Halicarnaso, sin poder penetrar hacia el interior por la presencia hitita. En Italia hubo algunas colonias, quizá de carácter agrícola o como puntos de control en las rutas que conducían hacia los metales. En el Mediterráneo Oriental adquiere relevancia, como ya había ocurrido con los minoicos, Chipre y Rodas. El cobre en Chipre era muy apreciado, aunque también hubo en la isla asentamientos que provocaron la progresiva helenización de la misma. La cerámica micénica llegó también a Siria y Palestina. Los intercambios en toda esta región pudieron corresponder, en todo caso, más a regalos de tipo diplomático que al funcionamiento de una economía de mercado. Los asentamientos se produjeron, debemos conjeturar, debido a la escasez de tierras y al exceso poblacional, lo que daría lugar a una suerte de colonización agrícola.


Prof. Dr. Julio López Saco

Doctorado en Ciencias Sociales y Doctorado en Historia, UCV

3 de octubre de 2011

Hallazgo arqueológico en México




Huella y pintura rupestre halladas en Chihuahua, México.




El pasado día 27 de septiembre, se dio a conocer el descubrimiento en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, México, de cinco huellas de pies humanos, cuya antigüedad se calcula entre 25000 y 4500 años antes de nuestra Era. Las improntas corresponden a tres adultos, en tanto que una más pequeña pareciera corresponder al pie derecho de un niño de unos tres o cuatro años de edad. Muy probablemente estas personas vivieron en las cuevas que se hallan en un paraje de la sierra, en el Valle de Ahuatos, cerca del poblado de Creel, en Chihuahua. En cinco de estas cuevas se hallaron vestigios de presencia humana; en tres de ellas aparecieron pinturas parietales. Las huellas, las pinturas y demás materiales arqueológicos fueron localizadas por el antropólogo físico José Concepción Jiménez, del INAH. Según el mencionado estudioso, es necesario hacer análisis adicionales de laboratorio para fechar con exactitud los hallazgos. Hasta la fecha, los restos humanos más antiguos son los pertenecientes a la señalada como mujer de Naharón, fechada en 11.600 años de antigüedad, cuyos vestigios fueron hallados en un cenote del estado mexicano de Quintana Roo.


Nota recogida por Julio López Saco

3 de octubre del 2011

UCV-UCAB