26 de noviembre de 2012

Arte y religión en la antigüedad India II: las cuevas Elephanta

NICHO CON SHIVA DE TRES CABEZAS. LA DE LA IZQUIERDA Y LA DE LA DERECHA REPRESENTAN LOS ASPECTOS FEMENINOS Y MASCULINOS, RESPECTIVAMENTE. CUEVAS DE ELEPHANTA.

Estas cuevas (Gharapuri), en el estado de Maharashtra, nombradas así por los portugueses debido a la presencia de un elefante de piedra (que hoy está en los Jardines Victoria de Mumbai), fueron construidas por los reyes Rashtrakuta, quienes gobernaron entre mediado el siglo VIII y el último cuarto del X. Además de ser un impresionante receptáculo de arte religioso indio, las cuevas parecen ser el medio para realizar un profundo viaje al mundo espiritual. En su interior vemos diversas esculturas, de diferentes tamaños, dedicadas al gran Shiva, materializado en sus muchos aspectos, aunque se destaca sobre las demás, el monolítico Trimurti, de casi seis metros de alto y con tres rostros: el de la izquierda es Uma, la dadora de vidashakti; el de la derecha es Rudra, el aspecto terrible del destructor, en tanto que el del medio es el benigno y sereno Swarupa. Manteniendo guardia en sus nichos encontramos los dwarapalas o guardianes de las puertas, representados en gran tamaño.
En la imaginería de Kalyanasundara (el matrimonio de Shiva y Parvati), podemos observar al padre de la novia, Himalaya, con la diosa de la luna Chandrama, así como a los otros personajes de la sacra Trinidad: Brahma, el creador, y Visnú, el preservador. En un panel, Shiva recibe a Ganga sobre su cabeza, rompiendo el impacto de la Diosa del Río antes de que toque la tierra. Shiva aparece en cualquier rincón de las cuevas en su aspecto de Ardhnareshwar  (medio hombre, medio mujer). La figura del danzante Nataraja, otra de las manifestaciones del dios, síntesis de religión, arte y ciencia, es una forma simétrica y muy dinámica, también visible entre las grandes obras presentes en el interior de estas magníficas cuevas.

Prof. Dr. Julio López Saco 
UCV-UCAB
Cátedra Libre India Siglo XXI

20 de noviembre de 2012

Arte y religión en la antigüedad India I: los templos Dilwara

SALA DE UN TEMPLO DIWALA MUY ORNAMENTADA A PARTIR DE LA REPETICIÓN DE MOTIVOS


El denominado grupo Dilwara de templos se localiza al margen de la colina del Monte Abu, en Rajasthan. Los cinco templos fueron construidos utilizando la riqueza de la comunidad de los Jainas[1], desde antiguo eminentes comerciantes y financieros de profesión, con un destacado papel político en las cortes de los gobernantes Rajput de Rajasthan. Se destacan, principalmente, el Adinatha Vimala Vasahi, del primer tercio del siglo XI, y el Neminatha Luna Vasahi, erigido en el primer cuarto del siglo XIII, construidos en mármol. El primero, que toma su nombre de su fundador, Vimala Shah, un ministro de la corte real, está dedicado al primero de los tirthankaras jaina, Adinatha. Es de resaltar el trabajo en relieve de las columnas, con figuración humana y zoomorfa, así como los muros esculpidos del santuario y los mandapas. El segundo templo, levantado por dos hermanos ricos mercaderes en honor de su hermana muerta llamada Luna, está dedicado al vigésimo segundo tirthankara, llamado Neminatha. Se representan en él imágenes de caballeros, soldados, elefantes, músicos y bailarines, insertos en escenas que narran las vidas de los tirthankaras y en temáticas cosmológicas. Paneles pétreos cierran el porche de entrada en donde encontramos esculpidos los retratos de los patrocinantes y sus esposas. Se destaca, asimismo, el kirti stambha, un pilar de piedra negro construido por el Maharajá de Mewar. El domo sobre un mandapa abierto presenta un diseño de loto con 16 puntas formadas por doncellas, conocidas como Vidhyadevis (Diosas del Conocimiento), que portan consigo su respectivo símbolo. En el interior del domo hay once anillos concéntricos que representan los ciclos cósmicos del Universo. En alguno de ellos se puede observar una procesión de caballeros, de pájaros, elefantes, mujeres danzantes o músicos. Un tercer templo destacado es el dedicado a Parsvanatha, el vigésimo tercer tirthankara. Los templos jainas, como los mencionados de Dilwara, presentan una dicotomía significativa: por un lado, representan una extravagante y ostentosa  demostración de riqueza, mientras que por el otro, son reflejo de una comunidad religiosa que encarna la austeridad más extrema en sus vidas personales y en las de sus seguidores.

Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia y Doctorado en Historia, UCV


[1] El Jainismo fue fundado en el siglo VI a.n.E. por Mahavira el último de los tirthankaras o santos jainas.

14 de noviembre de 2012

Nomenclatura del Próximo Oriente: los Palestinos y los Hebreos



La denominación palestinos parece derivar de filisteo, un etnónimo que para algunos estaría claramente emparentado con el de pelasgos, utilizado para designar poblaciones de habla griega que se establecieron en Canaan hacia el primer milenio a.n.E. El término Syria Palaestina aparece ya mencionado en Herodoto hacia mediado el siglo V a.n.E. Es por ese motivo que hasta no hace mucho el gobierno sirio reivindicaba el territorio palestino como propio. Durante el imperio romano, y hasta el siglo VII, Palaestina fue la denominación oficial de una amplia zona del Próximo Oriente. Fue el nombre de una jurisdicción del patriarcado cristiano greco-ortodoxo. En la composición étnica de los palestinos han jugado un papel relevante los árabes, los fenicios, los egipcios, asirios, persas, babilonios, griegos, romanos, bizantinos y hasta los turcos.
Hebreo parece derivar de ever (extranjero, o de más allá), si bien los egiptólogos identifican hebreo con habiru (casta en realidad, no grupo étnico), que estuvo presente en Egipto en el II Milenio a.n.E. Hebreo parece, entonces, una denominación que no es usada por los israelitas, sino por gentes extrañas a ellos. Sin embargo, en el Génesis se habla de un antepasado de Abraham de nombre Heber, que sería el epónimo de hebreos. El politeísmo hebreo, como el de los restantes pueblos semitas, quedó reducido al dios nacional, Yahweh, muy probablemente gracias a la influencia mazdeísta. El vocablo hebreo en la actualidad (ivrit) se refiere a la lengua del pueblo judío, si bien es una asociación tardía, no anterior al siglo II a.n.E.

Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB

7 de noviembre de 2012

Elementos fundamentales de la mitología andina II



IMÁGENES: LA PRIMERA CORRESPONDE A UN DISCO DORADO CHIMÚ CON LA DIOSA TIERRA QUE PORTA MAÍZ Y YUCA. ALREDEDOR, HAY SECCIONES CON LAS ESTACIONES DE SIEMBRA; LA SEGUNDA CORRESPONDE A UNA IMAGEN DEL INFIERNO ANDINO CON KHURUS Y SERES HUMANOS.


Las ciudades mágicas y encantadas también forman parte de los componentes mítico-religiosos de la región andina. Podríamos destacar las siguientes: en primer lugar, el Palacio de los Ñustas, donde viven hijas del Inca con jefes locales. Son princesas que danzan con el sonido de música celestial. Provocan que las personas se conviertan mágicamente en piedras; muchos encantamientos se relacionan con mujeres jóvenes, ciertos frutos o jardines con flores (caso de la Ciudad de Cristal en Akhamani); en segundo término, la Ciudad de los Césares, ubicada en algún lugar de las montañas del sur de Chile. Es una ciudad de oro, plata y piedras preciosas, en la que nadie muere ni nace, de tiempo eterno. Sus habitantes viven una vida de ocio, lujuria y sin trabajar. Si alguien alcanza a ver esta ciudad pierde la memoria de su pasado y permanece allí por siempre. El mito pudo haberse conectado con las expediciones de Francisco César que, en 1528, con otros catorce exploradores fue en busca de minas en la región. Es una ciudad dorada invisible, solo “visible” al final de los tiempos.
Finalmente, es necesario que hagamos unas consideraciones respecto a los enigmáticos Khurus. Son seres indómitos, salvajes, agrestes, que se representan en tejidos femeninos llamados aqsu, y que se refieren al mundo de adentro o de abajo en el pensamiento simbólico andino. Los orígenes e influencias iconográficas y simbólicas pueden haber estado en los aspectos infernales cristianos, la presencia de la fauna fantástica de origen europeo, el mundo selvático autóctono, las representaciones felínicas de cierta cerámica andina, como la de Carhuaz, en Perú, el arte rupestre de la región, las creaciones individuales e, incluso, ciertos productos actuales, como las cajetillas de tabaco o las latas de té. Se trata de seres que la cultura se apropia para poder establecer un espacio de lo interno del mundo (de las rocas donde habitan el supay o saqra, antes espíritus de los muertos y posteriormente encarnaciones del diablo) a través de conceptos acerca de lo animal-bestial. Son representantes de una naturaleza no desnaturalizada: animales sobre fondos oscuros que pueden haber tenido el sentido de agujeros creativos, vinculados con el origen del ganado. De hecho, para muchas comunidades los khurus son los antepasados de los animales domésticos, criados socialmente y útiles al hombre (uywa); ideal y simbólicamente, son un referente de libertad en virtud de que se entienden como la recreación de una naturaleza indómita, indomeñada. En los diseños de los tejidos donde aparecen khurus pueden verse figuraciones humanas como seres estáticos, asexuados, apenas esbozados, con los brazos paralelos al cuerpo y con cabezas con “escafandras” con un círculo interior que asemeja un ojo. Son humanos inactivos.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales, UCV

1 de noviembre de 2012

Elementos fundamentales de la mitología andina I



Entre las divinidades creadoras del ámbito andino destaca, por encima de todos, Viracocha, dios antropomorfo y andrógino, portador de báculos (de ahí su asimilación al proclive Dios de las Varas presente en todo el ámbito andino pre inca). Crea el Sol, la Luna y las estrellas, ordenándolas, y promueve que los hombres se cultiven, haciéndolos salir de huecos, ríos, cavernas o sierras. Al final de su predomino se va hacia el este y se pierde en el mar. Sus características lo acercan al Inca como héroe cultural del incanato y, posteriormente, de las modernas repúblicas.El hijo primordial del Sol, y primer Inca, es Manco Cápac  (a veces emparejado con Mama Ocllo), quien cambia el mundo con una vara o báculo, que hunde en la tierra para poner fin a un mundo agreste, salvaje, silvestre y dar comienzo a uno cultivado (razonable, justo, ordenado en clanes). Este personaje y sus efectos culturales, también se observan en el ámbito amazónico (los tucano-cubeo de la región de la Amazonía colombiana, entre los que hundir la vara significa el advenimiento de la cultura y las reglas de convivencia). En esencia, la divinidad solar instaura desde el mundo silvestre una sociedad humana culta, con reglas y costumbres. El emblema aquí es la vara, a veces ornamentada con plumas o en ocasiones como sonajero (vara sonajera). La agitación y el hundimiento implican también la mediación entre los humanos y el inframundo. La deidad solar se vincula con el Inca y con el chamán, que suele llevar varas sonajeras.
Un referente mítico habitual en la región andina, como ocurre en Mesoamérica, es el de las humanidades sucesivas (mito de Con, de Vichama, de la costa central, Kon Tici Viracocha en Cuzco). Se suele hablar en las crónicas (el manuscrito de Huarochiríde Francisco de Ávila, del siglo XVI, Guamán Poma de Ayala y Santa Cruz Pachacuti), de cuatro edades o dioses sucesivos, aunque los testimonios contemporáneos de carácter oral refieren tres (quizá fruto de los ideales franciscanos en la evangelización).
Los poderes míticos asociados con el inframundo o mundo subterráneo son Pachamama o Madre Tierra, con su contrapartida Achkay, los Espíritus Tutelares de montañas, colinas o cerros, llamados wamani, apus, y el wachoq, el amaru y las illas. Pachamama se entiende de tres modos, cada uno asociado a un período del año determinado, pero siempre es un principio generador de vida, concretamente agrícola. Puede ser tierra y virgen. Parece que únicamente se conoció en los Andes sureños, mientras que en los septentrionales se destacó su contrapartida, Achkay, vinculada con lo agreste, como pedregales, cactus en zonas desérticas e insectos, dañinos para la agricultura. Los espíritus de los Cerros y Colinas se contemplan como divinidades masculinas, agresivas con los varones y seductoras con las mujeres, aunque son esterilizantes. Se asocian con lo salvaje y con lo externo al pueblo (centro de las normas sociales). De hecho, el nombre usado para el espacio que rodea la villa andina es pampa (silvestre, ajeno, indiferente, también relacionado con el término purum). De este modo tenemos una doble dicotomía polarizante: Pachamama con Achkay (cultivo y fertilidad frente a inculto y estéril) y Pachamama frente a Espíritus Tutelares (fertilidad-esterilidad; valle-colina; cultura y naturaleza domeñada-naturaleza salvaje, agreste; tiempo presente-tiempo pasado y Humanidad actual, con reglas y orden-Humanidad anterior, arcaica y salvaje). Así pues, también cada entidad es, en sí misma, dual y polarizante; los mismos Espíritus Tutelares de Montañas y Colinas son ambivalentes: los wamani, vencidos (como ídolos falsos) por el catolicismo, tienen carácter demoníaco, siendo telúricos, pero también protegen y por ello se les rinde culto (se personifican en cóndor, en Santiago Apóstol o en un mestizo), siendo aéreos y deidades; en la Pachamama se resalta más su aspecto reproductor y benéfico, pero posee uno un tanto severo, enojándose y castigando, dejando a los hombres sin protección frente a los fenómenos atmosféricos (granizo, vientos huracanados, nieve), mientras que en los wamani se resaltan los aspectos amenazantes y violentos, pero pueden ser protectores y benéficos. El wachoq, por su parte, es un héroe legendario que hace huecos en las montañas para que brote el agua de los manantiales; el amaru es una entidad ctónica asociada a la serpiente y, por analogía, a los desplazamientos de tierras con motivo de lluvias torrenciales, y las illas son entidades materializadas en amuletos por parte de los campesinos para proteger el ganado y los cultivos. Se asocian al relámpago y al apóstol Santiago, invocado por las huestes españolas en el siglo XVI como mecanismo protector.
Los espíritus maléficos y benéficos tuvieron una gran presencia. Los primeros, llamados Anchancho, se consideran responsables de las enfermedades. Pueden tomar posesión de la gente cuando el alma (Jukkui Ajayo) deja el cuerpo durante el sueño; generan mal de ojo y pueden succionar la sangre del corazón de una persona. Se encuentran en los lugares montañosos aislados y se hacen visibles con las tormentas, siendo su voz como el rebuzno de un asno. Los segundos, Ekkekko, son dioses domésticos de la prosperidad y buena suerte. Se representan como pequeñas figuras que irradian felicidad y bondad, y suelen ser objetos de uso doméstico y personal. Suelen llevar un poncho rojo y capa. Su culto se conecta con algunas ferias anuales en La Paz, Cochabamba y Oruro, llamadas Alacitas.
Con respecto a las almas humanas podemos señalar que en la región andina se cree en la presencia de dos almas humanas: Athum Ajayo o Espíritu Vital, que deriva de la Pachamama (diosa de la fecundidad y sostenedora de la natura), y que otorga el movimiento y la conciencia. Es un alma que sobrevive la muerte corporal; Jukkui Ajayo o Pipisao, es al alma responsable de mantener cuerpo y mente en armonía y saludables. Puede dejar el cuerpo durante el sueño. Al morir una persona el alma Athum Ajayo permanece en la casa ocho días, comiendo con la familia. Luego retorna cada año. Se conocen rituales en los que se hacen ofrendas simbólicas de comida y bebida a las almas en los cementerios, pues se cree que las almas de los fallecidos continúan existiendo en lugares concretos o en zonas naturales como montañas y ríos en forma de espíritus locales.

Prof. Dr. Julio López Saco 
Escuela de Historia y Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
Doctorado en Ciencias Sociales, UCV
Maestría en Historia de las Américas, UCAB