El punto o lunar en el centro de la frente, denominado Tilaka o bindhi en hindi era, originariamente, un atributo masculino de sentido y significación religiosa. Designaba una marca que los brahmanes hinduistas dejaban en la frente de los adeptos, hecha con polvo o ceniza, para indicar y diferenciar el grupo de devotos al que pertenecían, según las distintas divinidades. En este sentido, el color era diferente en función de los variados dioses a los que se veneraba. La marca está justamente ubicada en el lugar que ocupa el chakra de la sabiduría, por lo que adquiere un rol protector o de unión. En el caso de las mujeres, el tilaka (un referente o seña de Parvati) adquiere, por el contrario, diferentes significaciones, relacionadas con el estado civil: si es rojo, es una señal de que la mujer está casada; de otros colores, especialmente en niñas y jóvenes, indica que todavía están solteras o que es una simple decoración. En la sociedad aria existía la costumbre de que el novio, en el momento de la ceremonia nupcial, dejara con su sangre una marca en la frente de su futura esposa como símbolo del compromiso. Con el tiempo, la sangre fue sustituida por tintes, aunque el tradicional significado no ha desaparecido, pues cuando una mujer enviuda tiene que, obligatoriamente, dejar de llevar esta marca o señal.
Textos e imágenes para la comprensión de procesos histórico-ideológicos, religiosos, artísticos y culturales de la antigüedad asiática, y para un acercamiento a los períodos arcaicos en África, América y Europa. Se presentan artículos de opinión, investigaciones, imágenes y diversos ensayos. Los vínculos (Museos, Institutos, Universidades, Centros de Investigación) complementan las indagaciones que se muestran.
30 de noviembre de 2009
El Tilaka hindú
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27 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca VI



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26 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca V


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25 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca IV


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23 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca III


La segunda ilustración corresponde al reverso de un espejo etrusco en bronce, de Volterra, datado a fines del siglo IV a.C., y hoy en el Museo Arqueológico de Florencia. Uni-Hera amamanta a Hercle, un hombre totalmente adulto y barbado, adoptándolo como hijo ante Apolo-Apulu, Zeus-Tinia y otras deidades. Zeus señala una tablilla inscrita, que dice: la imagen muestra como Hercle, el hijo de Uni, fue amamantado. Tenemos aquí el ritual simbólico de adopción de Hercle, una variante itálica del mito griego, en donde la diosa amamanta al héroe y lo hace inmortal, de modo que puede ser admitido en el Olimpo como un dios. Apulu, a la izquierda, sostiene una vara de laurel; Zeus está con su rayo, señalando la tablilla, con lo que asegura la legalidad del rito de paso divino. Hercle se convierte aquí en unial clan o hijo de Uni. La escena es de inspiración asiática, y es bastante similar a la de Isis dando el pecho a Osiris para transformarlo, también, en un dios.
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20 de noviembre de 2009
Pensamiento chino de la antigüedad II: Ganying, Tien, Sancai
Ganying es un término que se aplica a resonancia. Se trata de un concepto clave en el seno del pensamiento chino que explica el proceder del pensamiento correlativo, de asociación y vinculación espontánea, casi sinérgica, de las cosas. Es un particular mecanismo de acercamiento a la realidad, a través de la observación y percepción del mundo como múltiples fuerzas, sustancias, objetos, situaciones, naturales y físicas, que conviven juntas de modo armónico, sincrónico y equilibrado. Una especie de concatenación cósmica de todas las cosas existentes en el mundo sin que entre ellas exista una necesaria relación de causa y efecto, si bien no se descarta una suerte de causa inicial unitaria, original y primigenia, fuente de todo. Tien, por su parte, es un habitual término que hace referencia a Cielo, concebido, en época Zhou, como una abstracción impersonal, así como la divinidad suprema. Es bastante probable que Tien aglutinase al antiguo dios o ancestro principal del linaje real Shang, llamado Shangdi. En consecuencia, el gobernante Zhou era Tienzi o Hijo del Cielo, y debía seguir la voluntad de aquel, que decreta la conducta que debe adoptar el gobernante en su gobierno y en su relación con los súbditos. Tien es la naturaleza activa que se contrapone, de modo armónico y equilibrante, a la pasividad terrena. Finalmente, sancai se refiere a las Tres Sabidurías, entendiendo con ello el particular modo confuciano de valorar la existencia humana como de mayor relevancia que la de los dioses, de los cuales, en virtud de su estatus, no es muy necesario ocuparse, mientras que la humanidad, sufriente y necesitada, requiere los servicios más cercanos de los congéneres. Con esta idea se hacen concordantes el Cielo, la Tierra y el Hombre, concordancia imprescindible para lograr y asegurar el equilibrio armónico entre las partes interrelacionadas del Universo, además de buscar con ello el equilibrio de las fluctuaciones en el mundo natural o en las propias emociones humanas. Esta triple vinculación posibilita que la jerarquización establecida sea controlada por el ser humano, un hombre considerado mediador entre la originaria separación cosmogónica Cielo y Tierra, además de propiciar la fusión e interdependencia entre la naturaleza y el ser humano. En términos generales, fundamentalmente en los escritos daoístas, la jerarquización, de arriba hacia abajo, sería: Dao-Cielo-Tierra-Hombre.
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19 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca II


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17 de noviembre de 2009
Imágenes de mitología etrusca I
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4 de noviembre de 2009
La devoción hindú: Krishna III


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2 de noviembre de 2009
La devoción hindú: Krishna II



Las ilustraciones son las siguientes. El dios llegando a casa de Radha, de Rasamanjari de Bhanudatta, Basohli, hacia 1660-1670, pintura sobre papel. Victoria & Albert Museum; Krishna con un colmillo de elefante asesinando a Kamsa. Folio del manuscrito del Bhagavata Purana, acuarela sobre papel, Basohli, hacia 1725; y, finalmente, Krishna y Arjuna en el campo de batalla, justo antes del sermón del Bhagavad Gita, en un manuscrito del siglo XIX.
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29 de octubre de 2009
Grupos étnicos minoritarios en China
Grupos étnicos minoritarios principales a lo largo de la historia china: Tuoba 拓跋, clan de la tribu Xianbei 鮮卑, fundamento de la dinastía Wei Septentrional; los Quanrong 全榮 “Perros bárbaros del oeste”, etnia de lenguaje tocario (yuezhi); Hui 回 nacionalidad minoritaria, primordialmente musulmanes; Jürchen o Nüzhen 女真; Kitan 文譚, grupo nómada que conforma el imperio Liao 廖; Miao 苗, minoría étnica del sur; Mengguren 蒙古人, los mongoles, poblaciones típicas de las estepas; Donghu o Tanguts 談勇氣, poblaciones nómadas que conforman la dinastía de los Xia Occidentales 西夏; Tai yu 泰語, Thai; Xizang ren 西藏人, los tibetanos; Tonggusi 通古斯, Tungús, tribus que son los antepasados de los manchúes 滿文; Weiwu er ren 維吾爾人, los Uigures, mayoritarios en Xinjiang; Xiongnu 匈奴, grupos nómadas esteparios; Yao / Yaowen 瑤文; Yudian 喻典.
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28 de octubre de 2009
La devoción hindú: Krishna I



Las ilustraciones muestran a Krishna niño en un pilar del santuario de Akkiripalli; al dios bailando con las pastoras en una pintura sobre tela. Siglo XIX. Museum für Asiatische Kunst, Berlín; y, finalmente, a Krishna, en una miniatura de la escuela Kangra, con escena del Bhagavata Purana, donde se ve al dios robando las ropas de las gopi. Museo de Lahore, Pakistán.
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26 de octubre de 2009
Historia de Asia: el origen de los tibetanos

Tíbet, en tibetano Bod Zizhigu y en chino Xizang, tiene una superficie total de 1.222.000 km², siendo su ciudad capital Lhasa. Tiene frontera con Myanmar, India, Bután y Nepal, además de con el resto de China. Vemos un mapa de la región.
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Mapas de Asia
22 de octubre de 2009
El poblamiento americano II: problemas y controversias
En el poblamiento americano pudo haber habido una serie de relaciones culturales con Asia. Según Gordon F. Ekholm habrían existido, en base a analogías iconológicas formales, tres períodos: uno, de 1700 a 1000 a. C., en el que los estímulos foráneos proceden de Mesopotamia y el valle del Indo, que influencian las culturas Shang y Zhou en China, y estas, a su vez, territorio americano, trayendo como consecuencia directa la cultura Olmeca; un segundo entre 700 a.C. y 200, en la que se habría producido una directa relación entre la dinastía Zhou tardía y el área mesoamericana, una influencia que habría estado presente en el estilo de El Tajín; y, finalmente, un tercer período entre 200 y 900, en el que se produce la llegada de influjos hindúes y budistas, como el motivo del loto, figuras humanas con cabeza de elefante o las columnillas estilo PUUC maya del Yucatán (influencia tolteca sobre territorios mayanizados). Dichos vínculos vendrían por tres rutas, el estrecho de Bering, una vía transpacífica y el borde del NE de Asia y NO americano, en navegación de cabotaje. Según fuentes históricas más fiables la primera presencia arqueológicamente constatable es la propiciada por los vikingos de Eric Thorraldson (el Rojo), hacia 986, y por Leif Ericsson hacia el 1000, quien descubre tierra firme y nomina varios territorios: Markland-Terranova, Helluland-península del labrador y Vinland-Nueva Escocia.
En términos genéricos, América es un continente marginal para la población. Los prehistoriadores hablan de una doble oleada asiática para norteamérica (por Bering), la de los portadores de la cultura de nódulos y lascas, hace 40 o 50 mil años (fases Alton y Farmdale) y la de los cazadores que empleaban puntas de proyectil, hace unos 13000 años (correspondiente a la fase Cary). La presencia de ocho familias lingüísticas, makro-chibcha, ecuatorial andina, gepano-caribe, otomangue, tarasca, hoka, penutia y azteca-tano, presuponen, sin duda, un poblamiento múltiple y con diversos componentes culturales, provenientes del sudeste de Asia, Polinesia-Melanesia, Australia y, quizá, África y Europa. Hoy en día hablamos de varias oleadas múltiples y de carácter diverso, persiguiendo las manadas de animales, hace 20 o 30 mil años, desde Bering, las Aleutianas y a través de la costa oeste de Norteamérica, aunque las cronologías de algunos yacimientos del norte y el sur de América han suscitado controversias en relación a las vías de penetración (Clovis, datado en 13000; Monte Verde en Chile, descubierto hacia 1997, es datado en 15000 y, posteriormente, el yacimiento de Cactus Hill, de nuevo en norteamérica, en 18000 a.n.e.). a esto se suman los inconvenientes antropológicos: el generado por el cráneo brasileño denominado Luzia, de 13500 años, que no se parece a los amerindios, sino a los africanos o a los habitantes del sur del Pacífico, o el legalmente disputado Hombre de Kennewick, de 9500 años, hallado en 1996, que no se identifica como “indio”. Hoy empieza a creerse firmemente que los primeros cráneos fósiles se parecen a los antepasados de los polinesios y a los Ainos del norte de Japón, de cultura marítima. De este modo, las primeras oleadas de pueblos no serían los antepasados de los amerindios o aborígenes americanos. Otras oleadas posteriores los sustituyeron, siendo los ancestros de los grupos actuales, aquellos con los que se encontraron los colonizadores europeos. Los estudios de ADN sólo apoyan, de modo bastante genérico, la presencia de ”asiáticos”, aunque un indicador de los genes de los indígenas americanos aparece en genes modernos de Asia central y Europa, y no en las antiguas gentes de Siberia.
En términos genéricos, América es un continente marginal para la población. Los prehistoriadores hablan de una doble oleada asiática para norteamérica (por Bering), la de los portadores de la cultura de nódulos y lascas, hace 40 o 50 mil años (fases Alton y Farmdale) y la de los cazadores que empleaban puntas de proyectil, hace unos 13000 años (correspondiente a la fase Cary). La presencia de ocho familias lingüísticas, makro-chibcha, ecuatorial andina, gepano-caribe, otomangue, tarasca, hoka, penutia y azteca-tano, presuponen, sin duda, un poblamiento múltiple y con diversos componentes culturales, provenientes del sudeste de Asia, Polinesia-Melanesia, Australia y, quizá, África y Europa. Hoy en día hablamos de varias oleadas múltiples y de carácter diverso, persiguiendo las manadas de animales, hace 20 o 30 mil años, desde Bering, las Aleutianas y a través de la costa oeste de Norteamérica, aunque las cronologías de algunos yacimientos del norte y el sur de América han suscitado controversias en relación a las vías de penetración (Clovis, datado en 13000; Monte Verde en Chile, descubierto hacia 1997, es datado en 15000 y, posteriormente, el yacimiento de Cactus Hill, de nuevo en norteamérica, en 18000 a.n.e.). a esto se suman los inconvenientes antropológicos: el generado por el cráneo brasileño denominado Luzia, de 13500 años, que no se parece a los amerindios, sino a los africanos o a los habitantes del sur del Pacífico, o el legalmente disputado Hombre de Kennewick, de 9500 años, hallado en 1996, que no se identifica como “indio”. Hoy empieza a creerse firmemente que los primeros cráneos fósiles se parecen a los antepasados de los polinesios y a los Ainos del norte de Japón, de cultura marítima. De este modo, las primeras oleadas de pueblos no serían los antepasados de los amerindios o aborígenes americanos. Otras oleadas posteriores los sustituyeron, siendo los ancestros de los grupos actuales, aquellos con los que se encontraron los colonizadores europeos. Los estudios de ADN sólo apoyan, de modo bastante genérico, la presencia de ”asiáticos”, aunque un indicador de los genes de los indígenas americanos aparece en genes modernos de Asia central y Europa, y no en las antiguas gentes de Siberia.
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21 de octubre de 2009
El poblamiento americano I: teorías e hipótesis
En relación al poblamiento americano han proliferado diversas teorías, algunas de ellas ya desfasadas o, simplemente, carentes de rigor histórico. Se destacan las siguientes. La que menciona un poblamiento derivado de tribus semitas (fenicios, cartagineses, hebreos emigrados); aquella que señala un poblamiento con gentes africanas, particularmente, egipcias. Esta es la teoría llamada Heliolítica de los especialistas decimonónicos de la Escuela de Manchester. Una tercera, que refiere un poblamiento a partir de múltiples pueblos antiguos, entre los que se destacan los españoles, según el cronista D. Gonzalo Fernández de Oviedo, o los habitantes de la Atlántida; finalmente, un poblamiento originado en el propio continente americano. Se refiere a la teoría poligenista (del siglo XVIII, defendida por Voltaire), la teoría autoctonista (que habla de un homo sapiens americano), y la monogenista, promulgada por Florentino Ameghino. Al tiempo, florecieron una serie de hipótesis científicas, algunas de ellas muy discutibles, pero, en cualquier caso, establecidas en virtud de observaciones, estudios antropológicos y arqueológicos, aunque no carentes de algunas dosis de especulación. Son las siguientes: la del antropólogo Alex Hrdlicka, que habla de que las similitudes entre el hombre asiático y el americano indican la emigración del asiático por Beringia; aquella de Montandon, según el cual, en virtud de las similitudes étnicas entre australianos y malayo-polinesios con los americanos, defiende una emigración desde la Polinesia a través de la isla de Pascua (según Thor Heyerdahl el poblamiento sería, en realidad, al revés, desde América a la Polinesia); la muy conocida de Paul Rivet, que señala un poblamiento múltiple, desde Asia, Australia y desde la región malayo-polinésica; la hipótesis de J. Imbelloni, que también defiende un poblamiento múltiple, que se vería reflejado en la presencia de once grupos étnicos americanos. Habría habido, en consecuencia, siete corrientes pobladoras originarias, con presencia de mestizaje entre ellas: tasmanoides, australoides, melanesoides, protoindonesios, indonesios, mongoloides y esquimales; la de Birdsell, denominada teoría polirracista, que establece un poblamiento a partir de aportaciones dihíbridas asiáticas, esto es, mongoles y amurrianos por un lado, y murrayanos por el otro; la peculiar hipótesis del mencionado Thor Heyerdahl, que afirma que hubo un poblamiento desde el este al oeste, a partir de un mito inca que cuenta el viaje de embarcaciones en una expedición comandada por Topa Inca Yupanqui, que llegarían a unas islas, denominadas Avachumbi y Ninachumbi. En la Polinesia se recogió oralmente la leyenda, que decía que antaño habían llegado navíos comandados por un rey llamado Tupa; aquella del muy reputado José Alcina quien, partiendo de las posibles relaciones trasatlánticas, habla de un poblamiento desde las costas de África noroccidental y las islas Canarias en el II milenio a.C., formado por poblaciones neolíticas (solutrenses del Paleolítico Superior, en realidad, en virtud de la similitud con las herramientas Clovis; sin embargo, la cultura solutrense no incluye la navegación en alta mar ni la pesca, y la similitud no necesariamente implica un mismo origen); y, finalmente, la hipótesis de Estrada y los hermanos Evans, articulada a partir del estudio de la cerámica de Valdivia, en Ecuador y Perú, una de las más arcaicas de América. En virtud de ello ven su precedente en Japón, concretamente en la cultura neolítica Jômon del archipiélago oriental.
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19 de octubre de 2009
Grecia arcaica: el proceso de colonización

Prof. Dr. Julio López Saco
15 de octubre de 2009
Esencia y manifestaciones de lo religioso
La religión es el hilo conductor de las sociedades, de modo que puede considerarse útil y necesaria, en particular, para dominar la naturaleza e intentar explicarla y entenderla, además de intentar entender el devenir y el comportamiento humano. Es para ello que el hombre genera un sistema de pensamiento y de prácticas rituales que solemos denominar religión. La religión es un sistema simbólico e informativo que depende de la imaginación humana individual y colectiva, y se sustenta en la fe por parte de la gente en los preceptos doctrinales y dogmáticos.
Etimológicamente se relaciona con relegere y religare. Según el primer término, originalmente ciceroniano, la esencia de la religión radica en repetir cuidadosamente un orden original: con la imitación reverente de lo prototípico el hombre descubre y reactualiza lo que tiene verdadero sentido (así sería una relectura interpretativa). Religare se atribuye a Lactancio (siglo III): Dios se liga con el Hombre y lo ata por la piedad, lo que significa que se reduce la religión a un ordo ad Deum, en palabras de Tomás de Aquino. De una manera o de otra, definir religión es definir lo que no tiene confines, lo inefable; conceptualizar lo no conceptualizable. Dentro de la multiplicidad de definiciones de la religión se destacan dos corrientes o perspectivas de estudio: los funcionalistas, como Durkheim o Luckmann, para los que la religión se define en función de la creación o recreación de un consenso normativo y un sentimiento de solidaridad que mantiene unida la sociedad; los sustancialistas-esencialistas (como Rudolf Otto o Mircea Eliade), para los que lo sagrado es la estructura esencial de la conciencia. Se reconoce el Misterio y de él se espera la salvación. Desde este ángulo la religión tendría un significativo sistema de expresiones organizadas: creencias prácticas, símbolos y lugares, espacios, objetos y sujetos., en los que se reconoce adoración y entrega a una realidad trascendente e inmanente al hombre y su mundo.
Desde una perspectiva hermenéutica-simbólica las religiones son condensaciones simbólico-espirituales del sentido, religadoras y co-implicadoras. Son condensaciones porque implican sistemas articulados, estructurados, sistemas solidarios de creencias y prácticas. Además, densifican de modo orgánico lo numinoso, lo divino, y hasta el sentido de la vida. Utilizan el símbolo como mediación intencional, representando lo ausente e invisible e invocando lo inefable. Con el símbolo se logra la relación, la co-implicación, pues liga y emparenta al hombre con lo numinoso, con lo sacro. Articulados estructuradamente como mediadores de lo sagrado, constituyen las hierofanías, que manifiestan lo oculto y hacen patente lo latente, haciendo presente lo trascendente, haciendo nuestro lo otro. La religión religa la realidad en su dimensión de sentido inefable, vivenciada desde una potencialidad fundacional, interpretada en variados imaginarios colectivos (mana-melanesios, wakan o manitú-sioux y algonquinos; orenda-iroqueses, brahman-hindúes). Es la religación a lo Absoluto, lo que significa que el hombre puede acceder al todo pero no totalmente. El Absoluto es el punto desde el cual todo es mirado, y cada religión es un punto de vista referencial.
A pesar del proceso de secularización de la modernidad, hay una vuelta a la religión y el mito, pues tanto una como el otro, persisten, resisten e insisten. Aunque la secularización de la sociedad y la cultura, y el desencantamiento que supone el declive de las experiencias religiosas tradicionales y de la cosmovisión a ellas inherentes, fruto de la modernización y racionalización, ha eliminado algunas formas de presencia de la religión en nuestro mundo, se asiste a un reencantamiento, en palabras de Max Weber, con predominancia de la religiosidad individual (aunque quizá sea este un intento desesperado de adaptación a un ambiente social hostil a la religión). En cualquier caso, secularización no significa fin de la religión, sino de las formas religiosas que no se adecuan a las nuevas condiciones de pluralismo. Modernamente, la religión se valora pero no es ya el centro de la vida personal y social: se la remite al ámbito de lo cognoscitivo-último (creencias teístas, deístas, panteístas[1], y a lo ritual-celebrativo), un desplazamiento que encaja en la era de vacío y de transición civilizatoria caracterizada por las pocas condiciones para la producción de macroideales colectivos o de euforias ideológicas.
Las prácticas rituales, íntimamente conectadas con las religiones, se explicitan en gestos y movimientos, como danzas, la manipulación de objetos de culto, las ofrendas y objetos decorativos, y las alusiones mitológicas, especialmente verbales, en forma de juramentos, votos, sortilegios. Con las ceremonias rituales se comunica simbólicamente el pensamiento de las sociedades, pues representan dramáticamente la actualización de mitos que fundan los preceptos doctrinales. Los especialistas de los rituales son los sacerdotes, encargados del servicio divino en las sociedades jerarquizadas, invocando el poder del Dios para servirle y solicitarle algún favor o ayuda, y los hechiceros o brujos, además de chamanes, personas con especial carisma y prestigio social, que pueden invocar el poder del Dios en su beneficio o para perjudicar a alguien. Los ritos estructuran, articulan y sostienen las experiencias vitales, dramatizando los momentos decisivos de la existencia. Los rituales son sistemas codificados, que poseen un sentido vivido y un valor simbólico para actores y testigos. Los rituales expresan experiencias afectivas y emocionales, frente a liturgias frías, dogmáticas, doctrinales y estereotipadas.
Etimológicamente se relaciona con relegere y religare. Según el primer término, originalmente ciceroniano, la esencia de la religión radica en repetir cuidadosamente un orden original: con la imitación reverente de lo prototípico el hombre descubre y reactualiza lo que tiene verdadero sentido (así sería una relectura interpretativa). Religare se atribuye a Lactancio (siglo III): Dios se liga con el Hombre y lo ata por la piedad, lo que significa que se reduce la religión a un ordo ad Deum, en palabras de Tomás de Aquino. De una manera o de otra, definir religión es definir lo que no tiene confines, lo inefable; conceptualizar lo no conceptualizable. Dentro de la multiplicidad de definiciones de la religión se destacan dos corrientes o perspectivas de estudio: los funcionalistas, como Durkheim o Luckmann, para los que la religión se define en función de la creación o recreación de un consenso normativo y un sentimiento de solidaridad que mantiene unida la sociedad; los sustancialistas-esencialistas (como Rudolf Otto o Mircea Eliade), para los que lo sagrado es la estructura esencial de la conciencia. Se reconoce el Misterio y de él se espera la salvación. Desde este ángulo la religión tendría un significativo sistema de expresiones organizadas: creencias prácticas, símbolos y lugares, espacios, objetos y sujetos., en los que se reconoce adoración y entrega a una realidad trascendente e inmanente al hombre y su mundo.
Desde una perspectiva hermenéutica-simbólica las religiones son condensaciones simbólico-espirituales del sentido, religadoras y co-implicadoras. Son condensaciones porque implican sistemas articulados, estructurados, sistemas solidarios de creencias y prácticas. Además, densifican de modo orgánico lo numinoso, lo divino, y hasta el sentido de la vida. Utilizan el símbolo como mediación intencional, representando lo ausente e invisible e invocando lo inefable. Con el símbolo se logra la relación, la co-implicación, pues liga y emparenta al hombre con lo numinoso, con lo sacro. Articulados estructuradamente como mediadores de lo sagrado, constituyen las hierofanías, que manifiestan lo oculto y hacen patente lo latente, haciendo presente lo trascendente, haciendo nuestro lo otro. La religión religa la realidad en su dimensión de sentido inefable, vivenciada desde una potencialidad fundacional, interpretada en variados imaginarios colectivos (mana-melanesios, wakan o manitú-sioux y algonquinos; orenda-iroqueses, brahman-hindúes). Es la religación a lo Absoluto, lo que significa que el hombre puede acceder al todo pero no totalmente. El Absoluto es el punto desde el cual todo es mirado, y cada religión es un punto de vista referencial.
A pesar del proceso de secularización de la modernidad, hay una vuelta a la religión y el mito, pues tanto una como el otro, persisten, resisten e insisten. Aunque la secularización de la sociedad y la cultura, y el desencantamiento que supone el declive de las experiencias religiosas tradicionales y de la cosmovisión a ellas inherentes, fruto de la modernización y racionalización, ha eliminado algunas formas de presencia de la religión en nuestro mundo, se asiste a un reencantamiento, en palabras de Max Weber, con predominancia de la religiosidad individual (aunque quizá sea este un intento desesperado de adaptación a un ambiente social hostil a la religión). En cualquier caso, secularización no significa fin de la religión, sino de las formas religiosas que no se adecuan a las nuevas condiciones de pluralismo. Modernamente, la religión se valora pero no es ya el centro de la vida personal y social: se la remite al ámbito de lo cognoscitivo-último (creencias teístas, deístas, panteístas[1], y a lo ritual-celebrativo), un desplazamiento que encaja en la era de vacío y de transición civilizatoria caracterizada por las pocas condiciones para la producción de macroideales colectivos o de euforias ideológicas.
Las prácticas rituales, íntimamente conectadas con las religiones, se explicitan en gestos y movimientos, como danzas, la manipulación de objetos de culto, las ofrendas y objetos decorativos, y las alusiones mitológicas, especialmente verbales, en forma de juramentos, votos, sortilegios. Con las ceremonias rituales se comunica simbólicamente el pensamiento de las sociedades, pues representan dramáticamente la actualización de mitos que fundan los preceptos doctrinales. Los especialistas de los rituales son los sacerdotes, encargados del servicio divino en las sociedades jerarquizadas, invocando el poder del Dios para servirle y solicitarle algún favor o ayuda, y los hechiceros o brujos, además de chamanes, personas con especial carisma y prestigio social, que pueden invocar el poder del Dios en su beneficio o para perjudicar a alguien. Los ritos estructuran, articulan y sostienen las experiencias vitales, dramatizando los momentos decisivos de la existencia. Los rituales son sistemas codificados, que poseen un sentido vivido y un valor simbólico para actores y testigos. Los rituales expresan experiencias afectivas y emocionales, frente a liturgias frías, dogmáticas, doctrinales y estereotipadas.
[1] Teísmo: dios providente, creador y personal; Deísmo: Dios autor de todo, de la naturaleza, creador, pero no hay culto ni revelación; Panteísmo: todo el Universo es el único Dios.
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13 de octubre de 2009
Monedas de la península arábiga

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9 de octubre de 2009
Minorías étnico-religiosas en India: Sijs y Parsi
La religión Sij (Sikh panth), fue fundada a comienzos del siglo XVI por el gurú Nanak en el Panjab. La doctrina se afianza en la presencia de un monoteísmo total, en las acciones virtuosas de los gurúes, en total diez tradicionales, responsables de renovar la experiencia religiosa, en la repetición formularia del nombre de dios (nam japan) y en un cúmulo de normas éticas. No existe ni ascetismo ni monaquismo, de forma que la rigurosidad es menos extrema que en otras corrientes religiosas. El libro sagrado (Adi Sri Guru Granth Sahib Ji), recopila cantos y composiciones poéticas realizadas por los diez gurúes, auténticas encarnaciones de un único espíritu divino, a lo que se suman otras composiciones místicas hindúes y musulmanas. De espíritu religioso y guerrero, se destaca también la khalsa o comunidad de guerreros de ambos sexos, obligados a defender la comunidad de los ataques musulmanes. Los Parsi, por su lado, son descendientes de persas de religión zoroástrica huidos de la obligada conversión al isla'tras la conquista árabe de Irán, hacia 651. Originarios de la región de Khorasan, se establecieron en el noroeste de India, fundando el asentamiento de Sanjan en Gujarat. Con el paso de los siglos, los parsi, que se expresan habitualmente en gujarati (lengua indoaria vernácula derivada de los prácritos), se han integrado socialmente en la cultura india.
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7 de octubre de 2009
Paleoantropología Humana III: Homo antecessor


Las imágenes correponden a un cuadro que presenta la filogenia del género Homo y al frontal y maxilar de la especie Homo antecessor (nomenclaturas ATD6-15 y ATD6-69, respectivamente).
Fotografías cortesía de Biblioteca Cervantes. Para saber más: www.portalciencia.net
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