La cerámica hace su aparición en el continente americano entre el IV y el III milenio antes de Cristo. Muy probablemente Puerto Hormiga, en Colombia, o Valdivia, en el Pacífico ecuatoriano, son los lugares de origen. No se sabe bien si responde a un desarrollo local, es una evolución de origen amazónico o si su génesis estuvo en Japón, concretamente en la cultura prehistórica Jômon. La cultura Valdivia corresponde al Formativo Temprano de la región ecuatoriana, entre 3200 y 2300 a.C. Sus primeros asentamientos son costeros, en forma de basureros con restos de conchas y peces, pero posteriormente hubo asentamientos en el interior, con agricultura desarrollada y sin dependencia marítima. La manifestación estética principal de Valdivia es la de las figuras antropomorfas de cerámica, que aparecen hacia 2300 a.n.e.
Presentamos aquí dos ejemplos. Una de ellas, bicéfala, podría responder a una anormalidad física, a una idea de polaridad o, en contextos de organización social, representar ideas de descendencia por doble filiación. De factura maciza, estas pintorescas figuras se modelaban a mano. Se configuraban con dos rodillos cilíndricos unidos. La cara es plana y sin nariz, con ojos y bocas representados por hendiduras. El cabello forma una gran peluca, mostrando diferentes tipos de peinado. No hay adornos faciales ni otros ornamentos. La mayoría son de sexo femenino, pero otras tienen una proyección cónica en el abdomen, lo que podría simular un pene. Podría haber, no obstante, figuras bisexuales. Los brazos no existen o son una tirilla bajo los senos. Se trata de figuras muy estilizadas que, quizá, representan la idea de un ser humano. Aunque tradicionalmente se las ha considerado como objetos rituales, el contexto en el que han aparecido es doméstico, en sitios de habitación, incluso en los basureros, muchas veces fragmentadas, lo que presupone una función transitoria y un uso muy generalizado. Tampoco se han encontrado asociadas a enterramientos. Por sus características y ausencia de rasgos iconográficos no pueden, en ningún caso, considerarse divinidades. Quizá sean ideas generalizadas de rasgo espiritual más que representaciones de seres concretos. Una comparación etnográfica con figuras del Chocó colombiano, las ha considerado como parte de ceremonias de curación, depositarias de espíritus auxiliares que invoca el chamán para que le ayuden en sus tareas curativas individuales o comunitarias.
Presentamos aquí dos ejemplos. Una de ellas, bicéfala, podría responder a una anormalidad física, a una idea de polaridad o, en contextos de organización social, representar ideas de descendencia por doble filiación. De factura maciza, estas pintorescas figuras se modelaban a mano. Se configuraban con dos rodillos cilíndricos unidos. La cara es plana y sin nariz, con ojos y bocas representados por hendiduras. El cabello forma una gran peluca, mostrando diferentes tipos de peinado. No hay adornos faciales ni otros ornamentos. La mayoría son de sexo femenino, pero otras tienen una proyección cónica en el abdomen, lo que podría simular un pene. Podría haber, no obstante, figuras bisexuales. Los brazos no existen o son una tirilla bajo los senos. Se trata de figuras muy estilizadas que, quizá, representan la idea de un ser humano. Aunque tradicionalmente se las ha considerado como objetos rituales, el contexto en el que han aparecido es doméstico, en sitios de habitación, incluso en los basureros, muchas veces fragmentadas, lo que presupone una función transitoria y un uso muy generalizado. Tampoco se han encontrado asociadas a enterramientos. Por sus características y ausencia de rasgos iconográficos no pueden, en ningún caso, considerarse divinidades. Quizá sean ideas generalizadas de rasgo espiritual más que representaciones de seres concretos. Una comparación etnográfica con figuras del Chocó colombiano, las ha considerado como parte de ceremonias de curación, depositarias de espíritus auxiliares que invoca el chamán para que le ayuden en sus tareas curativas individuales o comunitarias.
Prof. Julio López Saco
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