El director de los denominados territorios del sur le ofreció a un etnólogo llamado Henri Lhote 2.000 francos de una partida que poseía para combatir la langosta en el desierto. Con esta suma, Lhote tomó camino del desierto con un absoluto desconocimiento de los peligros que podrían aguardarlo en ese océano de arena. Allí paso tres años alejado de la civilización. Recorrió el Sahara y trabó amistad con los tuaregs que pueblan la región de los ríos secos en el macizo del Ahaggar. A comienzos de 1956, luego de obtener la ayuda del gobierno francés, así como de diversas entidades científicas, pudo organizar un equipo de expedición. Ciudadelas rocosas, cuevas, acantilados, abrigos en las rocas conforman el paisaje de la región. Gran parte del terreno donde están dispersas las cuevas semeja un alucinante paisaje lunar. Lhote llevó a cabo allí un sistemático trabajo de calco y coloreado. Después de observar la región de Tan-Zumaitak y la de Tamir, el equipo de Henri Lhote se dirigió al pequeño macizo de Yabbaren. Yabbaren, que en el idioma de los tuaregs significa los gigantes, se distingue por presuntas representaciones humanas, gigantescas y desconcertantes. El conjunto constituye una verdadera ciudad, con sus callejas, encrucijadas y plazas; todas las paredes están cubiertas con pinturas de los más diversos estilos, aunque sobresalen los catalogados como dioses de cabeza redonda, frescos de gran tamaño pintados, tal vez, entre 7500 y 8000 años antes de Cristo. Estas figuras no parecen reflejar a los seres que habitaron aquel macizo de arenisca; quizá representen seres sensibles superiores que, en una época prácticamente atemporal y, por lo tanto, mítica, descendieron en la entonces hospitalaria meseta y ante el temor reverencial de los nativos recorrieron sus callejas observando la convivencia de los primeros grupos humanos. Entre estas imágenes destaca un gran fresco cuya figura central es el denominado dios astronauta, al que Lhote consideraba un representante de un período algo anterior (caracterizado por la presencia de cabezas redondas evolucionadas) al del llamado dios marciano (representante de seres con cabezas redondas decadentes).
Henri Lhote clasificó en distintos temas estos dibujos, distinguiendo (según su propia denominación), seres de cabeza redonda y cuernos de pequeño tamaño; diablillos; dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda; hombres de cabeza redonda evolucionada; período decadente de las cabezas redondas; hombres de cabeza redonda muy evolucionada; período de los Jueces de Paz o Terminal; hombres blancos longilíneos del período prebovidense; hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo; estilo bovidense; período de los carros, y período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares. A esto habría que sumar que la aparición de algunos símbolos junto a los dibujos han hecho suponer a varios investigadores la posible existencia de una proto-escritura de hace más de 5.000 años.
Henri Lhote clasificó en distintos temas estos dibujos, distinguiendo (según su propia denominación), seres de cabeza redonda y cuernos de pequeño tamaño; diablillos; dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda; hombres de cabeza redonda evolucionada; período decadente de las cabezas redondas; hombres de cabeza redonda muy evolucionada; período de los Jueces de Paz o Terminal; hombres blancos longilíneos del período prebovidense; hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo; estilo bovidense; período de los carros, y período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares. A esto habría que sumar que la aparición de algunos símbolos junto a los dibujos han hecho suponer a varios investigadores la posible existencia de una proto-escritura de hace más de 5.000 años.
Prof. Julio López Saco
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