Imagen de un mitreo decorado con pinturas en Dura Europos. Datado entre los siglos II y III; y Mitreo de la basílica romana de San Clemente.
La
primera mención del dios se encuentra en el tratado firmado por el rey de
Mitanni, Mitawaza y el monarca de los hititas, Supiluliuma. No obstante es
durante el imperio persa cuando se documenta la presencia del dios vinculado
con el Sol, concretamente en el himno X del Avesta. Mitra es el dios más
relevante de los yazatas o deidades que sirven al supremo Ahura Mazda. Es el
que garantiza las alianzas, los juramentos y los contratos. Sobre todo asegura
el pacto entre Angra Mainyu, señor del mal, y Ahura Mazda, deidad del bien. En
el ámbito persa es una deidad del fuego, la justicia y de los sacrificios. Se
trata de una divinidad guerrera responsable del ordenamiento cósmico, en
particular del recorrido del Sol[1].
A
finales del siglo I Mitra es, en Roma, el dios invicto, que posee una serie de
fieles constituidos en hermandades cerradas y jerarquizadas, en las que, para
participar, es necesario superar un conjunto de prácticas iniciáticas (de las
que las mujeres estaban excluidas, de ahí su nombre de “hienas”). Las legiones
romanas serán en vehículo propagador por antonomasia, si bien el culto también
contará con el favor imperial. El Mitra romano es creador. Lucha contra un toro
cósmico al que sacrifica. De ese animal sacrificado procede la vida vegetal y
animal. La expansión del mitraísmo se debe a su conexión con el ámbito militar,
en donde consigue el firme apoyo de los
mandos. Desde el ámbito militar se expande con posterioridad entre las masas de
esclavos, los pobladores de las ciudades y los grupos aristocráticos.
A
diferencia de lo que se consideraba hace unas décadas (que el Mitra oriental
era el mismo que el venerado en Roma gracias a su difusión por parte de los
magos persas tras la conquista alejandrina), el culto imperial romano es una
creación de nuevo cuño, que emplea el nombre de la deidad y otras expresiones
de raigambre oriental para conferirle verosimilitud y, además, exotismo[2].
No en vano, el mitraísmo fue un instrumento que favoreció la cohesión del
conglomerado cultural y étnico del Imperio. El culto en Roma se fundamenta en
la autoridad de la jerarquía, en la conformación de lazos personales por medio
de hermandades y en la sumisión de sus acólitos. Los lazos de unión permitían
que personas de orígenes diversos o de procedencias disímiles pudieran
relacionarse a través de vínculos de solidaridad e identidad.
La
renovación de este culto pudo tener lugar en la misma Roma o, incluso, en los
reinos anatólicos, que habían estado gobernados por linajes de origen persa[3].
Los
adeptos de Mitra podían iniciarse, según las propias fuentes cristianas, la
epigrafía romana y los restos arqueológicos de varios mitreos[4],
en siete grados diferentes, cada uno de ellos asociado a los planetas. Los
fieles seguían una progresión perfectamente jerarquizada. El primer grado era
el corax o cuervo, cuyo planeta
asociado era Mercurio. El cuervo era un ave que se consideraba mensajero de las
divinidades. El segundo grado se llamaba nymphus,
es decir, “novio”. Se le relacionaba con el planeta Venus, probable alusión al
matrimonio ritual entre el iniciado y Mitra (aquí con una funcionalidad
femenina); el tercer grado es miles, soldado, al que corresponde Marte. Los
iniciados en ese grado, según relata Tertuliano, recibían una señal en la frente,
tal vez un tatuaje. Estos tres primeros grados eran los servidores n los
banquetes rituales, en tanto que los demás (otros cuatro), eran los comensales
en los mismos.
El
cuarto grado era Leo, asociado con Júpiter, y cuya función ritual debía tener que
ver directamente con el fuego. El quinto, Perses,
estaba bajo el patrocinio protector de la Luna. Se ocupaba de las frutas en los
banquetes ceremoniales, y se simbolizaba con un creciente lunar, con la guadaña
y la espada persa falcada (falcatus ensis).
El sexto y penúltimo grado es Heliodromus
o mensajero solar que, estaba, naturalmente, vinculado con el Sol. Los
atributos correspondientes eran la corona radiada, una antorcha y un látigo
(para los caballos del carro solar). El último grado, el séptimo, era el Pater, representante directo del dios y
jefe de la comunidad. Se vinculaba con Saturno y tenía como emblemas una vara
de pedagogo, un anillo (símbolo de autoridad) y un gorro frigio, propio de
Mitra.
La
sangre del toro sacrificado por Mitra es la que fecunda y hace florecer de
nuevo a la naturaleza[5].
Del rabo del toro pueden surgir cereales y de su líquido vital, al caer
directamente sobre la tierra, beben varios animales, como símbolo de
fertilidad.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV, Caracas. FEIAP-UGR, España
[1] Mitra es
una deidad solar, de modo semejante a otras que proceden de Oriente, como
Sabacio o Elegabal.
[2] La tauroctonía,
sacrificio del toro, que representaría un mapa astral, se llevaba a cabo en el
mitreo, que simbolizaba el Cosmos en miniatura.
[3] El nombre
dinástico de los soberanos del Ponto (Mitrídates), es un recuerdo diáfano de la
popularidad de la deidad. En Comagene, Antíoco I erigió un santuario (62
a.e.c.), concretamente en Nemrud Dag, en el que se conserva una imagen de
Mitra-Apolo-Helios. La presencia de la imagen podría relacionarse a la
absorción de Mitra y a su probable culto en el mundo helenístico.
[5] El más
notable ejemplo de tauroctonía es el del relieve que se encontró en la antigua
Nida (Alemania), datado en el siglo II. También es relevante el mitreo hallado
en el subsuelo de la basílica de San Clemente, en Roma.
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