26 de abril de 2013

Primeras formaciones históricas en Camboya (II): Chenla


 
IMÁGENES: DE ARRIBA HACIA ABAJO, ESPOSA DE SHIVA COMO DURGA, A LA IZQUIERDA, Y COMO DEVI, A LA DERECHA; Y HARIHARA, FORMA DIVINA QUE UNE A SHIVA Y VISNÚ.
La estatua que muestra a la esposa de Shiva representada como Durga, diosa guerrera que venció al demonio-búfalo Mahisha (representado en la base), está datada entre los siglos VII y VIII, y se encuentra en el Museo Nacional de Phnom Penh; la escultura de la derecha, que simboliza a una Devi de autoridad serena, pertenece al estilo Sambor Prei Kuk (600-650), y se encuentra ubicada también en el Museo Nacional de Phnom Penh.
Shiva, en la parte derecha se reconoce por el tridente en su mano levantada y la melena recogida en un moño; en la izquierda está Visnú. La escultura se data en el siglo VIII y se puede ver en el Museo Nacional de Phnom Penh.


Los Khmer, procedentes del curso alto del río Menam, se trasladan hasta el Mekong y allí encuentran y, tal vez, suplantan, a los cham, tomando de ellos, con mucha probabilidad, el hinduismo y el culto a Shiva Bhadreshvara. La historia khmer está, por tanto, íntimamente ligada a la de los cham. Éstos, desde su región de origen (el Mekong medio), se trasladaron a las costas de Anam y la Conchinchina, para fundar allí el reino marino de Champa, articulado en varios principados de corte guerrero (Vijaya, Khautara, Panduranga, todos en el Vietnam de hoy). Su primer soberano histórico sería Bhadravarman, quien gobernó en el siglo IV.
El nombre Camboya deriva del término sánscrito Kambujadesha, País de la descendencia de Kambú, un mítico eremita (Kambú Svayambhuva), casado, por intercesión de Shiva, con la ninfa Mera. El vocablo aparece constatado por primera vez en una inscripción de Po Nagar, Champa, datada en 817. Las Crónicas sobre Camboya (siglo XIX), que se hacen comenzar a mediados del siglo XIV, mencionan que un descendiente de Kambú, el príncipe Preah Thong, de Indraprashtha (mítica capital india), se dirigió al país de Kok Thlok (nombre nativo de Camboya), y lo halló ocupado por los cham. Tras casarse con una hija de los Nagaraja, consigue sacarlos del territorio.
En los relatos chinos Kambuja es llamado Chenla. Su primera mención se produce en la Historia de los Sui (589-618). El reino Chenla, poblado exclusivamente por khmer, se ubicaba en las tierras altas. La falta de agua, obligó a sus campesinos a emigrar en busca de mejores tierras hacia el sur, haciéndose así conquistadores. Sus primeros reyes, semi míticos o semi históricos, fueron Shrutavarman y Shreshthavarman, cuya capital (Shreshthapura) pudo hallarse al sur del actual Laos, cerca del complejo Vat Phu, núcleo de difusión del shivaísmo. A partir del siglo X, los soberanos Chenla configuran una genealogía que los vinculaba con la mítica pareja Kambú-Mera, y con el Suryavamsha, estirpe solar derivada de Rama.
Este reino no era unitario. Estuvo articulado en diversos principados en un equilibrio más o menos inestable. Uno de ellos (en Kratié, al este de Camboya), fue comandado por Viravarman, que tuvo dos vástagos, Citrasena y Bhavavarman. Este último, casado con una mujer de un antiguo linaje chenla de carácter solar, inicia varias campañas contra el reino de Funan. Sorprendido por la muerte en 598, es sucedido por su hermano, que asciende con el nombre de Mahendravarman, y continúa la campaña de su hermano. Será el hijo de éste, no obstante, Ishanavarman el que acabe completando tal labor, a comienzos del siglo VII.
Con Bhavavarman II una importante porción de Chenla se fracciona en varios estados autónomos. Su sucesor, Jayavarman I, que inicia su reinado en 657, intenta una nueva reunificación, ayudado por su esposa Jayadevi, aunque finalmente fracasa. En el siglo VIII, las crónicas chinas informan de la presencia de dos “chenla”: el de tierra y el de agua; el primero quizá unido en torno a los antiguos territorios del reino, mientras que el segundo fraccionado en pequeños estados (Vyadhapura, Shambhupura, Bhavapura), en la región antiguamente ocupada por el reino de Funan. Un factor histórico decisivo en el sur de Camboya fue la presencia de las incursiones de los malayos y el surgimiento de dos reinos, el de Shrivijaya, que dominaba los estrechos desde Sumatra y, sobre todo, el de Shailendra, en Java, que debió tener control efectivo sobre una buena parte de los principados de Chenla de agua.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales, UCV
Maestría en Historia, UCAB

22 de abril de 2013

Primeras formaciones históricas en Camboya (I): Funan

Monumento conmemorativo con los símbolos de la Trimurti hinduista. A la izquierda, se muestra el rosario, con el jarro del agua y la flor de loto, referencias de Brahma; en el centro vemos el tridente, símbolo de Shiva, y a la derecha, la concha, el bastón y el disco con radios, que son emblemas que simbolizan a Visnú. Estilo Prei Kmeng (635-700). Museo Guimet, París.


Según las fuentes chinas (Historia de los Chin e Historia de los Liang), el primer reino de relevancia se desarrolló en el siglo I de nuestra era. Se extendía por el golfo de Siam y abarcaba todo el sur de Camboya, ocupando sectores de la península de Malasia y Myammar. Su nombre: Funan, término procedente del antiguo khmer bnam o montaña (el actual Phnom). La composición étnica del reino estaba formada por dos grupos principales, los paleoindonesios que se sobrepusieron a melanesios y australoides, y los mon-khmer. Este cosmopolita reino, habitado por población de ascendencia indonesia, estuvo ligado al mar, aunque consagrado a una agricultura en zonas pantanosas, y muy abierto a influencias externas a través del comercio, especialmente con India, ya desde el siglo III a.n.E.
La influencia india fue, de hecho, esencial en la civilización khmer. Si bien los comerciantes indios pudieron crear algunos núcleos urbanos y redes de intercambios, favoreciendo con ello la circulación de tradiciones rituales y otras costumbres indias, la verdadera penetración fue debida a los brahmanes, la casta de sacerdotes controladores de los sacrificios védicos. La mayoría de los contingentes brahmanes pudieron llegar desde el sur de India, del reino marinero de los Pallava, y desde su capital Mahaballipuram, pero también del norte y centro del subcontinente, de los Gupta y desde el reino de los Pala. Así pues, la cultura hindú se fusionó con varios elementos locales, fusionando el culto de la montaña con la sacralización hinduista del Himalaya, sede del gran dios Shiva. La difusión del culto a este dios, unido al concepto del chakravartin o soberano del mundo, propiciaron la consecuente divinización de los monarcas.
Una vez más, gracias a las crónicas chinas conocemos los gobernantes de Funan. La versión china de una inscripción sánscrita del 658, hallada en Mi-son, reino de Champa, hoy en Vietnam, ubica los míticos antecedentes del reino: alguien llamado Kaundinya, procedente de India, se casa con Soma, princesa local de los naga, unos seres míticos en forma de sierpe a los que se remontan muchas dinastías indias. El padre de la novia ofrece a los esposos, como presente, un seco y muy extenso territorio. El primer gobernante histórico fue Fan Shi man, que reinó en la primera mitad del siglo III, pero uno de los principales fue un segundo Kaundinya, llamado Jayavarman, quien gobernó entre fines del siglo V y comienzos del VI.
Estas crónicas chinas describen a los funan como negroides que moran en palafitos, poseen barcos, cabalgan elefantes y crean una serie de imágenes de seres celestiales. Su capital era Vyadhapura, aunque su puerto principal, Oc-éo, fue el principal centro comercial (hoy en Rach Gia, Vietnam), del que se sabe mantuvo contactos con Roma.
En 514, un hijo de Kaundinya Jayavarman con una concubina, llamado Rudravarman, sube al trono y ubica la capital del reino en Angkor Borei. Él será el último dinasta Funan. A su desaparición, el reino se fragmentó y un grupo khmer, vasallo de Funan con toda probabilidad, fundará un principado autónomo al norte del lago Tonlé Sap, en el corazón de la actual Camboya.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV

18 de abril de 2013

Tumba del emperador Yang Guang

IMAGEN: FRAGMENTO DEL ROLLO DE LOS TRECE EMPERADORES, DATADO EN EL SIGLO VII. HOY EN EL MUSEUM OF FINE ARTS (BOSTON). YANG GUANG ESTÁ EN EL CENTRO.

El día 14 de abril del año en curso fue hallada en China, concretamente en Yangzhou, la que pudiera ser la verdadera tumba de uno de sus emperadores (de la Dinastía Sui), más conocidos y también más denostados (como un tirano) de la larga historia dinástica de ese país: Yang Guang (楊廣), que reinó entre 604 y 618. La autenticidad del hallazgo radica en un conjunto de ideogramas sobre unos ladrillos en los que se lee daye 14 nian que, según los historiadores, refiere la fecha en la que el emperador fue estrangulado por Yuwen Huaji, un general encargado de su seguridad personal.
La tumba, dividida en tres partes, con una cámara destinada al féretro, algunas estancias adyacentes y varios pasadizos que conectan todo el complejo fúnebre, mantenía objetos que demuestran el estatus del fallecido, en concreto, un cinturón de oro y de jade, cuatro tiradores de cobre con forma de león (el animal que representaba a la dinastía Sui), así como varias vasijas. No se han hallado, en cualquier caso, ni los restos mortales del emperador ni su sarcófago.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV, abril, 2013

16 de abril de 2013

Presencia y acción de los mitos en el mundo moderno III



La violencia de nuestras sociedades actuales, ilegal o legal, es ahora ordinaria y un elemento genésico, una versión actualizada del mito arcaico de los orígenes, fragmentador y violento. Las actitudes violentas (agresivas) de economistas, vendedores o políticos, por ejemplo, están en la base del deseo del poder y de la pasión por el dominio, aspectos sobre los que se articulan, aun inconscientemente, los valores sociales. No es extraño, en consecuencia, la fascinación que desata el sensacionalismo, las catástrofes o los atentados, así como el protagonismo simbólico del accidente. Los sistemas industriales eliminaron de lo cotidiano la naturalidad de la muerte  y sustituyeron su vacío por la mítica ilusión de una vida casi eterna, una suerte de inmortalidad, como la sugerida a través de la posibilidad de criogenización o por medio de la abundante presencia de religiosidades y / o espiritualidades al uso que prometen reencarnaciones sin pudor, sin ir más lejos. Algunos de los más relevantes movimientos de reivindicación histórica (el leninismo soviético, el maoísmo, las luchas en varios frentes del Che Guevara o los teóricos movimientos de liberación del tercer mundo de Gramsci y Lukács), se instalaron en un universo mítico de la radicalidad, en el que ídolos, ideas y culturas se asociaron con las utopías de lucha y con la violencia, planteando una existencia y una sobrevivencia a partir del rechazo de lo establecido y del enfrentamiento contra el entorno, entendido como hostil, injusto y también sumamente agresivo. Estas utopías de lucha, sin embargo, acabaron por convertirse en otras de huida, escapismo y evasión, utilizando para ello diversos vehículos , como ocurrió, por ejemplo, con los miembros de la generación beat, los hippies o la famosa Nueva Izquierda estadounidense.
Estas fugas se realizan buscando lo sacro, el retorno al mítico origen perdido. Tales actitudes o sentimientos sagrados son producidos por el desencanto de la razón, y son el resultado del fracaso de las ideologías del progreso. Estos fenómenos espirituales (metafísicas de la ausencia), religiosidades del inconsciente, de la Alteridad total o del abismo, eligen caminos salvíficos y místicos, aquellos de las ciencias ocultas, la astrología, el de los gurús visionarios o el de las peregrinaciones de carácter místico revelador. Se propician, así, cultos (milenaristas, apocalípticos, espiritualistas) que tiene como finalidad última ganarse el alma frustrada del habitante de las ciudades y consolarla. Para ello se hacen de uso común las sectas más extravagantes (asociadas banalmente al orientalismo más sesgado), como los Hare Krishna o los Niños de Dios, y los denominados negocios de lo irracional, la hipnosis, el magnetismo, la adivinación o el control mental, productos abundantes en esa suerte de supermercado espiritual en que nuestras sociedades se han convertido.
Un trasfondo crucial de las mitologías de huida responde al deseo de recuperar el paraíso perdido, contemplado en un mítica escenografía oceánica (playas solitarias y paradisíacas), en la evolución de la idea de residencia y hábitat, concretado en la huida de la gran urbe, contaminada y deshumanizadora, hacia la casa en el campo, alejada del mundanal ruido y los beneficios urbanos, en pos de una especie de Arcadia feliz, y en las denominadas utopías verdes o ecológicas, en las que la naturaleza se ha convertido en el gran referente, propiciando una tendencia a divinizar, de nuevo, algunos de los elementos naturales primordiales por excelencia, como el agua, el Sol, los bosques o el aire puro de la montaña. También tras la fuga se encuentra el espíritu lúdico  como nueva religiosidad profana que busca neutralizar el vacío moral del hombre contemporáneo y vuelve palpables la presencia de ciertas ritualidades de regreso a la naturaleza más salvaje, como ocurre con el surf y su desafío a los elementos naturales. Además, no debemos olvidar la serie de interpretaciones supersticiosas o mágico-religiosas de determinados juegos, especialmente de azar, en los que las apuestas se convierten en ceremoniales organizados en torno a la fortuna, prácticamente otra vez personificada como una diosa de gran poder.
Los mitos juegan un relevante papel en lo tocante a la creación y reafirmación de los derechos territoriales, hasta el punto que muchas guerras modernas se han producido a partir de las amenazas percibidas sobre tales derechos, como ocurre en el caso palestino-israelí. Cualquier amenaza a la establecida noción del estado-nación es garantía de pasiones desbordadas, de terribles consecuencias en numerosos casos (la limpieza étnica en los Balcanes, por ejemplo). Naciones y territorialidad son, en su esencia, mitos, que toman sentido en la imaginación. La peculiar guerra contra el terrorismo, preconizada y liderada desde EE.UU., abunda en nociones del bien contra el mal, muy al estilo de lo propio de la imaginación medieval. Los mitos profundamente enraizados, y los motivos míticos adaptativos, son parte relevante del camino por el que una sociedad imagina y crea su identidad. La cultura popular suele reinventarse a sí misma y sus aspectos mitológicos, como los estilos de vida individualistas de los consumidores y sus valores asociados, lo que conlleva que las sociedades modernas puedan estar al borde de la fragmentación en diversas subculturas cambiantes, pues estamos inmersos en lo que R. Barthes denominó “universos mitológicos”.
El propio concepto, abstracto de Crisis (aunque feminizado), tan manido en todas las épocas, ha sido empleado desde una óptica mitológica como una cortina de humo distractora de los síntomas que anuncian cambios inminentes de paradigmas. Hablar de Crisis es, en esencia, emplear una receta mágico-religiosa que engloba toda una serie de desórdenes, discontinuidades, alteraciones o rupturas que son muy difíciles de explicar tradicionalmente. Es por eso que toda crisis es impredecible y genera una importante dosis de incertidumbre. Esa misma incertidumbre es la que encontramos en la moderna imagen imaginada del futuro, ahora vacío, ignoto, inasible, y propiciador de un destacado número de movimientos de defensa contra lo que se estima el caos total y definitivo: el genocidio cultural, el apocalipsis ecológico o la destrucción del mundo urbano. Si bien detrás de tales catastrofismos reside una crítica a la burocracia, el industrialismo, la tecnocracia y hasta el Estado, el futuro solo se concibe en términos básicamente escatológicos, una concepción cuyo fundamento radica en esa serie continua de mitologías apocalípticas que asolan y perturban la imaginación de nuestras sociedades.
Muchos aspectos de la sexualidad son constructos mítico-culturales, en los que las mujeres se ven polarizadas (entre la depravación y la cuasi santidad, entre ser conquistadoras o víctimas). Los iconos homosexuales, por ejemplo, suelen percibirse, muy a menudo, al estilo de los héroes o deidades míticas. Los movimientos feministas de los años setenta del pasado siglo XX, desarrollaron sus propias heroínas y mitos de los orígenes, bien a través de mujeres elevadas a un estatus icónico concreto, o por medio de figuras míticas como las diosas paganas. A partir de la idealización de la Gran Madre, se han confeccionado los mitos modernos de una perdida edad áurea, de sabiduría ya olvidada, que contiene significativos aromas artúricos, célticos, egipcios o mayas, y que ejemplifica a la perfección, la necesidad humana de crear la imagen de un cosmos o utopía ideal, un ideal reconocido como inalcanzable y ubicado en el pasado lejano o, en ocasiones, como en la ciencia ficción, en el futuro próximo o hasta en otro planeta. Naturalmente, se aduce como causa directa de la pérdida de esta sabiduría idealizada el proceso de industrialización moderno y la presencia de un hombre nuevo, carente de espiritualidad y, quizá, abocado al más absoluto fracaso.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB