MADRE Y SALVADORA: HERMENÉUTICA DE UN MITO ANTROPOGÓNICO CHINO*
MOTHER AND SAVIOUR: HERMENEUTIC OF CHINESE ANTHROPOGONIC MYTH
Prof. Julio López Saco
MOTHER AND SAVIOUR: HERMENEUTIC OF CHINESE ANTHROPOGONIC MYTH
Prof. Julio López Saco
RESUMEN
La diosa china Nûwa se concibe como una gran madre, salvadora y creadora, cuyas acciones se vinculan con su hermano y esposo Fuxi, héroe inventor de los trigramas y de otros bienes culturales. El hombre es creado por necesidad: para cultivar la tierra y civilizar regiones inhóspitas; es decir, para consolidar la sociedad humana. Como un demiurgo o un alfarero, la diosa moldea la arcilla, producto de la tierra nutricia, y ofrece vida, movimiento y autonomía al ser humano. Nûwa también, en un mito de carácter etiológico, se comporta como una restauradora celeste y salvadora de la humanidad: repara el Cielo e instaura el orden perdido cuando el monstruo Gonggong rompe uno de los pilares que sostienen la bóveda celestial. Esta divinidad, con cuerpo de serpiente, sabia y reguladora, puede ser un referente de antiguas sociedades matriarcales y puede relacionarse con la actividad alfarera del Neolítico.
ABSTRACT
The chinese goddess Nûwa is conceived like a great mother, redeemer and creator, whose actions are linked with Fuxi, her brother and husband, hero to invent the trigrams and the others cultural possessions. The man is created for necessity: to farm the land and to civilize unsheltering regions; that is, to consolidate human society. Like a demiurgo or potter, the goddess to mold the clay, product of nourishing land, and she offer life, movement and self-determination to human being. Nûwa also, in etyological kind myth, is one celestial restorer and she’s a rescuer of the mankind: she mend the sky and she restore the lost order when Gonggong monster to break one pillar that support the celestial vault. This divinity, with snake body, wise and regulating, can be a relating of ancient matriarchal societies, and also she can be connected to Neolithic potter activity.
Nûwa: el “personaje”
En una sociedad fuertemente patriarcal, como la que ha legitimado el pensamiento confuciano en la China de la antigüedad, resulta bastante complicado rescatar la presencia y acciones de deidades femeninas o heroínas, cuyos mitos han sido convenientemente silenciados o sutilmente oscurecidos desde antiguo. No obstante, desde hace ya algunos años se ha venido trabajando en el redescubrimiento, en una labor casi de arqueología textual, de ciertos vestigios de narraciones míticas, en diversas fuentes, donde algunas diosas han ejercido un destacado rol como civilizadoras, creadoras de la humanidad, diosas madre originales, patronas de la luna, el sol y otros astros, y como arquetipos culturales, que hacen un poco más comprensible el arcaísmo chino. Una de esas figuras es Nûwa, quien al lado de otros personajes, como Jiandi o Jiangyuan, se destaca como gran o primera madre (gaomei), cuando crea el género humano por metamorfosis a partir de la tierra amarilla y el lodo, según una relación metafórica que vincula ideal y simbólicamente la feminidad y fecundidad femenina con el carácter nutricio y fecundo de la tierra. Además de madre, como esposa y hermana de Fuxi, héroe cultural y dios, inventor de los trigramas del Yijing, es honrada como mediadora divina, numei, y como propiciadora del matrimonio. Como pareja de oficio y de parentesco con este personaje heroico, se relaciona también con mitos que aluden a un gran diluvio, factor que anticipa su carácter salvador, regulador y ordenador, así como su participación en una re-creación del mundo. A pesar de su incestuosa unión, según los parámetros morales confucianos, el hecho de ser los únicos supervivientes garantiza la salvación de la humanidad de la total aniquilación.
El carácter –wa de su nombre ha sido definido en una obra de fines del siglo I llamada Zhuowen, como la denominación para mujer divina de época arcaica, que produce por metamorfosis los diez mil seres, es decir, todo aquello que existe. No obstante, no debemos descartar la posibilidad de que hubiese una referencia a ella como antepasada de la casa real en virtud de algunos textos que la identifican con Duzhan, esposa de Yu, héroe que hoy es vinculado con el fundador de la todavía legendaria, ante la ausencia de restos arqueológicos claros, primera dinastía Xia[1].
El papel generador de Nûwa, como diosa creadora frente al creador masculino Pangu, al que incluso antecede en el tiempo, es descrito en el Huainanzi y en una obra menos conocida, Fengsu tongyi, acerca de los orígenes de las costumbres sociales chinas, cuyo autor es Ying Shao (ss. II-III). En estas referencias se hace explícita la diferencia entre ambos, más allá del sexo de cada uno: mientras el gigante Pangu crea con las partes de su cuerpo al morir, la diosa lo hace a través de mecanismos externos a sí misma. A pesar de su posterior y paulatina pérdida de importancia, Nûwa es creadora de los seres humanos y salvadora de un cosmos amenazado. Como divinidad primigenia cosmogónica fue creada antes de que ella originase a los hombres; crea el mundo y sus habitantes no desde la nada sino desde una materia y un estado preexistente. En época Han su figura se ve relegada a un rol menor, en especial cuando su contrincante Pangu la concibe como una divinidad menor sometida y subordinada a un dios mayor, Tai Hao, a veces identificado, erróneamente, con Fuxi[2]. Esta degradación pudiera deberse más que a un desprecio por deidades con formas animales de parte de la elite culta, que también habría rechazado, por tanto, a Fuxi, a un predominio sostenido del varón en la doctrina social de la intelectualidad china[3].
Madre devota, cuidadosa salvadora
“Se dice que cuando el Cielo y la Tierra estaban juntos e indistintos y aún no había hombres ni pueblos, Nûwa, con una diligencia y una entrega que no conocían el descanso, hizo a las personas con arcilla amarilla que modelaba a mano de este modo: primero troceaba el barro con una soga y luego hacía las personas con los trozos, empleando arcilla amarilla para los nobles ricos y hebras de soga para los hombres del pueblo pobres”[4].
“Nûwa hizo un ruego a la deidad del trono en el templo: ser la Mujer Mediadora. Luego estableció la institución del casamiento y quedó encargada de la mediación en los casamientos. Sus descendientes fundarían un país en el que le hacían ofrendas y peticiones como deidad de los casamientos”[5].
La finalidad creadora de la diosa esconde el deseo, y la necesidad, de confeccionar un ser inteligente que pueda gobernar ordenadamente todo lo demás existente, y cultivar la tierra, aunque ello fuese, potencialmente, un obstáculo para el Cielo porque la sabiduría y habilidad humanas, tan útiles para sentar las bases de la sociedad y civilizar regiones inhóspitas, podrían revertirse y ser mal empleadas, perjudicando la naturaleza, de la que, al fin y al cabo, procede directamente el ser humano. Con la imprescindible presencia humana, fundamental para los dioses y para equilibrar cosmológicamente la sociedad divina[6], se propicia la propagación de la especie, que acabará siendo dominante y, por consiguiente, jerárquicamente superior, con capacitación para regular el mundo creado.
En el mito antropogónico que tiene como eje a Nûwa hay dos elementos muy comunes en otras mitologías: la sustancia (arcilla, barro, tierra, lodo), con la que fabrica la humanidad, acompañada del imprescindible hálito vital de la deidad para conferir vida y, por tanto, movimiento y cierta autonomía al hombre, y el motivo de la estratificación social entre los recién creados. Sin embargo, existe, en esta ocasión, una novedad que debe mencionarse: el empleo de una cuerda de arquitecto. En la cerámica Shang se reconocen cuerdas enrolladas, aunque no será sino hasta la iconografía Han cuando se muestre a nuestra figura con un compás de arquitecto en la mano[7].
Moldeando la tierra china (amarilla por el fértil loes de los valles fluviales), simbólicamente femenina, Nûwa se vincula a la actividad artesanal del alfarero y, por extensión, del demiurgo, que usa la arcilla como materia prima para, a partir de ella, confeccionar sus objetos cerámicos. Quizá también haya relación indirecta con la fundición metalúrgica a partir de los contactos con algunos soberanos míticos como Huangdi o Yu, que son fundidores de calderos sagrados de bronce, símbolos del poder político.
En la tradición tardía, en concreto en la obra de Li Jung, “Un tratado sobre las Cosas Extraordinarias y Extrañas”, del siglo IX, la diosa, como primera mortal, acompañada de su hermano Fuxi, forma la pareja primordial que, a través de un incesto culpable, instituye el matrimonio como rito social y establece la base para la creación del núcleo familiar y los distintos clanes de la antigüedad, caracterizados por sus intrincadas relaciones. En este sentido, Nûwa se convierte en una sirviente mortal del dios del Cielo y en una servidora del hombre en el seno de la institución social del matrimonio, que debe asegurar la correcta regulación del Cosmos.
“Hubo en los últimos años de Nûwa un gran señor, llamado el patriarca Gonggong, que se aprovechaba de su posición para forzar la ley en beneficio propio y señoreaba como un déspota en vez de gobernar como un monarca; creyendo que su Agua ganaría a la Madera, entró en batalla contra Dragón Luminoso, pero no venció, lo cual le encolerizó de tal modo que embistió con testa y cuernos el Monte Perdido, provocando el derrumbamiento de las columnas del Cielo y el hundimiento de una de las esquinas de la Tierra”[8].
“…Así que Nûwa primero reparó el cielo azul con piedras de cinco colores fundidas y luego lo levantó usando las patas cortadas de una tortuga gigante a modo de cuatro columnas. Dio muerte al Dragón Negro y detuvo las malas aguas que se habían desbordado por medio de diques que construyó con la ceniza de las cañas quemadas: así es como puso fuera de peligro la región del centro, llamada Ji. Así es como quedó reparado el cielo azul y erigidas las Cuatro Columnas, secadas las aguas malas y fuera de peligro la región del Centro, muertos los nocivos animales y vivos los pacíficos hombres. Y la cuadrada tierra volvió a ser soporte y el redondo cielo a cubrirlo bien todo…”[9].
Este mito, que podríamos etiquetar como de la restauración celeste, y que recuerda una nueva y mejorada creación del mundo, así como la salvación de la humanidad, tiene claras características etiológicas, pues quiere hacer comprensibles el origen de la diferencia entre el día y la noche, el movimiento de los astros, el carácter peculiar del ciclo estacional y el discurrir de la corriente de los grandes ríos en China, de oeste a este, fruto del desplazamiento del Cielo al colapsar uno de los pilares o axis mundi que separan, aunque manteniéndose en conexión, Cielo y Tierra. No obstante, podemos intuir, del mismo modo, un combate por el poder, donde Gonggong, llamado a veces Kanghui, presumiblemente un señor feudal, provoca el conflicto con otros señores y, con ello, disturbios, lo cual, indirectamente, representaría la necesidad de crear una institución política que legitime la violencia en casos de insubordinación que atenten contra la unidad, la paz y el orden del reino unificado[10]. La lucha contra Dragón Luminoso desestabiliza el Cielo y hace reincidir el caos, lo que acelera la intervención de la soberana celestial para poner fin a esas diferencias feudales e instaurar el orden perdido, que pasa por un mundo preferentemente centralizado y armónico.
La referencia al agua y la madera, dos de los Cinco Elementos o Fases (Wuxing), de la cosmología correlativa china, sigue principios lógicos: como los elementos se superponían entre sí o se vencían unos a otros, lo normal era que el agua apagase o venciese al fuego, porque Dragón Luminoso o Zhurong, está vinculado con este último factor[11]. Sin embargo, la presencia de ambos elementos pudiera aludir a la construcción y delimitación de un espacio mítico muy determinado, aquel de la naturaleza desbocada, descontrolada, salvaje, fruto de inundaciones y otras calamidades climáticas, que requiera ser domeñada, tarea primordial de Nûwa en este mito, que debe reparar los daños causados (con piedras de “cinco” colores y con patas de tortuga, símbolo de inmortalidad) y, por consiguiente, salvar al mundo y a la humanidad, refundando ambos. Las alusiones numéricas al cinco y al cuatro refrendan la idealización geométrica arcaica del Universo: los cinco elementos, los cinco orientes, contando el centro como uno más frente a la periferia, y los cuatro cuadrantes del cuadrado del mundo.
En su función constructiva y reparadora del Cosmos y en la labor de salvaguarda del mundo y sus habitantes de la extinción, Nûwa emplea la metalurgia y la construcción de presas, es decir, artes culturales. El nuevo orbe así establecido se presenta bajo una imagen primordialmente taoísta, donde los seres humanos renovados, llamados el “pueblo de Chuan”, que sobrevivieron al desastre, pueden ahora sí vivir en plena armonía y equilibrio con la naturaleza. El carácter regenerador y salvador de la diosa logra controlar la personificación de la inundación catastrófica y el caos, Gonggong, e imponer el orden[12], se espera que definitivamente.
Recuerdos, alusiones e interpretaciones
Aunque de orígenes enigmáticos, quizá asociados a arcaicos cultos de la fertilidad, la “Dama-criatura serpentina”, traducción literal de su denominación, puede recordar, como creadora, sabia y reguladora, los resortes de una antigua sociedad matriarcal neolítica, probablemente la de la cultura yangshao y sus clanes. Su femenina personificación se imbrica puntualmente con la fecundidad creadora de la tierra como madre nutricia de los seres vivos, de la que son parte. La necesidad de “fabricar”, de “moldear” un gran ser, lejos de referirse a la acción de una divinidad única omnipotente, se relaciona con el grupo social humano y sus modos de organización y, en último caso, en cuanto a las diferencias de la división social de los individuos creados, también se vincula con el poder de aquel considerado más apto o simplemente más virtuoso.
Es el mecanismo con el que Nûwa fabrica al hombre y el material con el que lo hace, lo que nos proporciona más que probables recuerdos sobre la alfarería del neolítico, proceso que, aunque no esencial en dicho estadio cultural, si marca una neolitización avanzada, donde la división social del trabajo es efectiva en el seno de las necesidades administrativas y económicas de los grandes asentamientos de carácter semi-urbano. Esa imperiosa urgencia generativa de hombres y mujeres es, por otra parte, un modo mítico de explicar y comprender la visión abstracta del yin y el yang, aspectos complementarios en una alternabilidad dinámica, fundamentales para generar la vida en el mundo. La familiar unión con Fuxi quiere atestiguar este principio dinérgico generativo que expresa el equilibrio activo y la relación creadora que se difunde entre dos canales energéticos diferentes pero intercomunicados.
Las referencias míticas a Gonggong y Zhurong pudieran centrarse en el contexto arqueológico de la Edad del Bronce, pues parece haber alusiones a conflictos bélicos propios de una época proto-feudal que acabará organizándose fehacientemente en el Período de Primaveras y Otoños de la dinastía Zhou. Sin embargo, quizá subyace, en la presencia re-constructiva y organizadora de Nûwa, un deseo unificador y centralista que pacifique el Reino del Medio (zhongguo) y lo convierta, definitivamente, en ese centro ordenado, jerarquizado y culturalmente refinado que domina la periferia incivilizada y semi-desconocida, cuyos monstruos y seres fantásticos, ejemplos de barbarie, caos y desunión, son asumidos como el temor psicológico de aquellos que habitan el núcleo ordenado frente a lo caótico incontrolado.
La interpretación en términos históricos y antropológicos del mito de la lucha entre Gonggong y el Dragón Luminoso reseña, en un lenguaje peculiar, una poética visión que intenta hacer cercanas algunas realidades geográficas y astronómicas, cuyo control ayudaba, no sólo a justificar el poder político, sino a comprender la ciclicidad estacional y aprovechar sus singularidades aplicándolas a las actividades agrarias, de cuyo óptimo rendimiento vivía la gran mayoría de la población china. Gracias a Nûwa, como a otros héroes, reyes-sabios civilizadores, jefes de clanes y ancestros dinásticos, el hombre domina la cultura, confuciano verdadero inicio del mundo, pero artificioso peregrinar taoísta contra la naturaleza. El posterior desenvolvimiento de la humanidad, bajo el rigor moralizante, tradicionalista y ritualista de la ideología confuciana, o según las premisas naturalistas del taoísmo, no dependerá ya, en cualquier caso, de Nûwa o de otros héroes y dioses arcaicos: ha llegado la hora de independizarse, aunque sea siguiendo el ejemplo, el ideal, el estándar de vida que Nûwa, entre otros sabios y soberanos míticos de la Edad Dorada, generó para la posteridad.
Caracas, octubre 2006
NOTAS
[1] Es el caso de manuscritos como Wu-yue tch’uen-ts’ieu. Acerca de tal plausible identificación es interesante Panikkar, R. / Pórtulas, J., ( edits. ), Diccionario de las mitologías, vol. IV. Las mitologías de Asia, edit. Destino, Barcelona, 2000, pp. 491-492. Las inundaciones en las que son protagonistas Yu y Nûwa quizá sean dos versiones de un único mito. Como se habla de una gran inundación, que afecta todo el imperio, lo que bajo premisas conceptuales chinas sería toda la tierra conocida, y se menciona repetidamente que las aguas alcanzaron el Cielo, podría haber existido una íntima conexión de parentesco entre las dos parejas de demiurgos, Yu y T’u-chan, por un lado, y Nûwa y Fuxi por el otro.
[2] Al respecto son destacables los aportes de Birrell, A., Chinese Mythology. An Introduction, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1999, pp. 75 y ss.
[3] Sobre el paulatino deterioro de los mitos que gobierna Nûwa y el declive de sus significaciones, es relevante Schafer, E.H., The Divine Woman: Dragon Ladies and Rain Maidens in T’ang Literature, University of California Press, Berkeley / L.A., 1973, pp. 29-30.
En bajorrelieves del santuario de Wu-liang, en Shandong, fechados a mediados del siglo II, Nûwa y Fuxi aparecen representados como híbridos zoomorfos con colas de serpiente o dragón que se entrelazan. La unión de ambos apéndices recuerda a la doble hélice, símbolo del enlace de dualidades y del poder generativo de los opuestos que se complementan, motivo y símbolo conocido desde el neolítico y que aparece habitualmente en culturas antiguas, desde la Sumeria mesopotámica a India y Grecia. Es así que Fuxi y Nûwa simbolizan la pareja primordial y la unión sexual. Sobre el motivo de la doble hélice, véase Capriles, E., “En torno a los estudios asiáticos”, en Capriles, E. / Lucena, H., ( coords. ), África y Asia: Diálogos en Venezuela, edit. Gieaa, Mérida, 1998, p. 151 y nota 7.
Nûwa suele representarse también montada en un relámpago como carro, con un asiento circular, con un tiro de dragones alados y caballos de mano en forma de dragones. Aparece rodeada de nubles amarillas, precedida de dragones Chi de color blanco unicornios y seguida de sierpes voladoras llamadas Teng.
[4] Fengsu tongyi, “Estudios sobre las Costumbres”, en Taiping yulan, “Recopilación imperial de los escritos de los años “de la paz Universal””, 78 ( traducción de Gabriel García-Noblejas ). Cf., así mismo, Binjie, Ch., Relatos Mitológicos de la Antigua China, Miraguano Ediciones, Madrid, 1992, pp. 11-13.
[5] Fengsu tongyi, “Estudios sobre las Costumbres”, nota en Lushi, “Historia de Lu”, “Registros Posteriores”, 11 ( traducción de Gabriel García-Noblejas ). Cf. también, Binjie, Ch., Op. Cit., pp. 11-13.
[6] En ciertos relatos míticos sumero-acadios los dioses crean al hombre para que realice aquellas tareas pesadas que las divinidades no debieran hacer. Debemos recordar que la dependencia entre humanos, mortales, y divinidades, eternas e inmortales, es mutua: el hombre necesita psicológicamente a sus dioses, como mecanismos de respuesta a ciertos deseos y angustias, y éstos dependen, para su supervivencia y para justificar su presencia, de las ofrendas y rituales sacrificiales, además de las plegarias, que los seres humanos efectúan adecuadamente. Véanse, por ejemplo, las narraciones acerca de la creación del hombre por Enlil en Lara Peinado, F., Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos, edit. Temas de Hoy, Madrid, 2002, pp. 52-53 y ss.
[7] En los ya previamente mencionados bajorrelieves del santuario de Wu-liang Nûwa aparece con un compás en su mano derecha, instrumento útil para realizar círculos, que simbolizan el Cielo, mientras que su paredro Fuxi sostiene una escuadra de carpintero, necesaria para elaborar cuadrados, figuras geométricas representativas de la Tierra. La inversión de atributos ejemplifica la complementariedad de los opuestos, fundamento de la unidad primordial.
[8] Bushi ji, “Addendas a Memorias Históricas”, ( traducción de G. García-Noblejas ); cf. Binjie, Ch., Op. Cit., pp. 13-18.
[9] Huainanzi, Lan ming, Ssu-pu pei-yao, 6, 7b-8a ( traducción G. García-Noblejas ). Véase también Binjie, Ch., Op.cit., pp. 15-18.
[10] Véase al respecto Chen, Q., Lûshi chunqiu xin jiao shi, Shanghai guji chubanshe, Shanghai, 2001, pp. 388-390.
[11] El Emperador Amarillo, Huangdi, le ordena usar su fuego contra la capital de los Xia cuando decide hacer desaparecer esta dinastía. Además, suele otorgársele como ascendente a Tingyao, una de las esposas del Emperador Rojo o Emperador del Fuego, Yan di, adscrito al sur y al elemento fuego, y controlador del estío. Acerca de estas correlaciones véase la compilación de García-Noblejas Sánchez, G., Mitología clásica china, edit. Trotta, Pliegos de Oriente, Barcelona, 2004, p. 23 y 240-241.
[12] En el Lan ming del Huainanzi ( vid supra, nota 9 ), se narra la presencia de un gran incendio, inapagable, y una gran inundación posterior que crecía sin medida ( huo lan yan er bu mie, sui hao yang er bu xi ), lo que provocó una gran hecatombe. Reparado el desastre el mundo quedó en paz porque el Cielo fue reerigido por Nûwa, se establecieron sólidamente los cuatro pilares ( usando para ello un quelonio, símbolo de inmortalidad y del Cosmos ) y se secaron las malas aguas ( cang tian bu, si ji zheng, yin sui he, ji zhou ping ). Puede revisarse al respecto, Yuan Ke, Gu shenhua xuanshi, cap. 78, Feng Su Tong, del libro Taiping yulan, p. 120 y ss., Renmin wenxue, Beijing, 1996. Cf. También Ning, Y. / García-Noblejas, G., Relación de las cosas del mundo. Zhang Hua, edit. Trotta, Pliegos de Oriente, Madrid, 2001, p.
BIBLIOGRAFÍA
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-PANIKKAR, R. / PÓRTULAS, J. ( edits. ) ( 2000 ). Diccionario de las mitologías, vol. V. Las mitologías de Asia. Barcelona: Destino.
*Presentado en el XII Congreso Internacional de Aladaa (Puebla, México). Publicado en las memorias del Congreso.
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