Imágenes
(de arriba hacia abajo): puñal en bronce de la Cultura de Unetice. Narodni
Museum, Praga; brazalete en oro de Bilje, de la Cultura de Otomani. Museo de
Historia Natural de Viena; capa de oro de Mold, Cultura de Wessex. Museo
Británico; panorámica parcial del túmulo de Kernonen, en la Bretaña francesa.
Bronce Antiguo (1800-1500 a.e.c.); plano del conjunto de Stonehenge,
Inglaterra; vaso funerario en oro de Rillaton. Bronce Antiguo, Cornualles,
Inglaterra; cono de Avanton, en oro, de la etapa del Bronce Medio (1500-1300
a.e.c.); Lúnula irlandesa (2000-1500 a.e.c.); diadema de la necrópolis de La
Colombine (sepultura 101), hecha en colmillo de oso con bronce. Bronce Final
(1300-700 a.e.c.); cascos de Vikso, en Zealand, Dinamarca, entre 1000 y 900
a.e.c. Museo Nacional de Copenhague; hojas de afeitar en bronce de Gerdrup y
Darup (Dinamarca), con prótomos en forma humana. Bronce Final (900-700 a.e.c.);
par de lurer daneses en bronce. Bronce Final, hacia 900-700 a.e.c. Museo
Nacional de Copenhague y; pintura rupestre de Tanum. Barco con tripulantes que
elevan armas o lurer. Bronce Final, Suecia.
La
explosión socio-económica que conlleva la producción de un metal como el bronce
tiene su base en las dos grandes rutas mercantiles de la época, la del estaño y
la del ámbar. Será el eje centroeuropeo de la ruta del ámbar, en torno a
Turingia y Sajonia la que en el II milenio a.e.c. comience a emplear el estaño
para fabricar bronce. Los aspectos económicos y tecnológicos favorecerán el
afán de la creatividad artística, manifestada en una metalurgia del bronce
centrada en ornamentos, objetos suntuarios y ceremoniales.
En
la Europa del Bronce Antiguo (2300-1500 a.e.c.) un factor clave en la
propagación de la metalurgia del bronce será la fabricación, la posesión y la
distribución de armas, especialmente debido a la implantación del factor social
que conlleva la presencia de elites sociales poderosas, jerarquías necesitadas
de una simbología del poder como medio de mantener el poder y magnificar su
prestigio. La pretensión de disponer de las mejores armas y una elevada demanda
de objetos suntuarios de carácter personal trajo consigo la consolidación de
una intrincada red de intercambios. Los centros específicos de desarrollo serán
aquellas regiones en las que el acceso a los yacimientos de cobre, estaño u oro
es cómodo y sencillo, caso de los Cárpatos, Bohemia, Bretaña, Irlanda,
Transilvania y las Islas Británicas. La posición privilegiada de los poderosos
en estas zonas geográficas, aunado a la su necesidad de pieles y tejidos para
la vestimenta o al gusto mostrado por el caro ámbar, daría lugar al suministro
de objetos metálicos, incluidas las armas, a los países de la región
escandinava. Una muy relevante cantidad de tales objetos valiosos fueron
depositados en tumbas, como el caso de collares, puñales, espadas, vasos de
oro, alfileres o joyas de diverso tipo. En la Europa de nobles guerreros de
esta época la producción artística estará signada, sin duda, por las creencias
religiosas.
En
la Europa central dará comienzo la larga historia de las artes metalíferas, con
la presencia de adornos, piezas de oro y armas. Las manifestaciones artísticas
de la Edad del Bronce Antiguo en Centroeuropa consisten en construcciones
funerarias, con sus respectivos ajuares principescos en zonas como Turingia y
Sajonia, en los singulares estilos cerámicos de la región de los Cárpatos, en
las armas de carácter y función ceremonial de Rumanía y Eslovaquia, así como en
las joyas transilvanas.
Ocurre
en el marco de la denominada Cultura Unetice (Aunjetitz), en la región al
noroeste de la capital de la República Checa, Praga. La cultura ocupa una
significativa región metalúrgica y está ubicada en la encrucijada de la ruta
del ámbar. En sus tumbas aparecieron torques, puñales de hoja triangular,
brazaletes y anillos. La fase más tardía de la cultura (hacia 1800 a.e.c.), se
relaciona con las tumbas de cámara bajo un túmulo, que reciben el nombre de
tumbas principescas (túmulo de Helmsdord, o el de Leubingen, en
Sajonia-Turingia). En esta última, el ajuar funerario contenía puñales hechos
en bronce, cinceles, hachas y piedras de afilar, además de dos anillos, un
brazalete y un par de alfileres de oro. Además de puñales o alabardas, esta
cultura también es la autora de un casco cónico (hoy en el British Museum),
cuya semejanza formal con aquellos de las tumbas micénicas de los guerreros en
Cnosos es singular. Tal vez como medida de salvaguarda ante algún peligro, en
la fase tardía de la cultura cierto armamento fue ocultado en depósitos, como
los dos puñales del depósito de Horomerice-Kozí Hrbety.
Las
culturas de los Cárpatos presentan gran número de grupos culturales[1].
De entre ellos destaca, en el ámbito de las culturas del Bronce Antiguo en
Eslovaquia, la designada como cultura Otomani, caracterizada por sus poblados
amurallados. Esta cultura ha dejado constancia arqueológica de edificaciones de
carácter religioso, particularmente Salacea, (Marghita, en Rumanía), un sitio
fortificado en cuyo interior se han hallado, además de la característica
cerámica (como el conjunto cerámico de Barca, Kosice), una serie de materiales
sagrados como modelos de carro, la miniatura de un barco, vasos cultuales,
cuchillos de piedra y figurillas, en los que la decoración principal consistía
en acanaladuras y espirales entrelazadas.
Otra
de las culturas rumanas es la identificada con la cerámica de Cirna. Cirna se
asocia con una necrópolis de incineración cuyos vasos funerarios son cuencos de
grandes aberturas con una decoración caligráfica (espirales, temas curvilíneos),
geométrica y fitomorfa. Sus principales motivos son los puntos, guirnaldas y
los arcos. Otro estilo decorativo en la región transilvana es el del lugar de
Wietenberg, cuya cerámica presenta acanaladuras paralelas que configuran
temáticas geométricas diversas, sobresaliendo la espiral y el meandro.
En
el Europa atlántica del Bronce encontramos enseñas y emblemas de poder, como
las mazas de mando, armas y hachas ceremoniales, enseres de distinción y
prestigio, caso de las vajillas, tanto de metal como el oro, como de sustancias
como el ámbar, además de adornos de tipo personal, del tipo brazaletes,
collares y pendientes. Destaca el trabajo en oro del occidente del continente
en el Bronce Antiguo, en especial el de la Armórica bretona y el de las Islas
Británicas. No se puede comenzar a sintetizar el ámbito estético y religioso de
la región atlántica sin mencionar Stonehenge, en Wiltshire, Inglaterra, una
construcción ideada para medir con precisión la secuencia periódica y regular
de las estaciones del año. El sitio dispuso de cuatro piedras de las estaciones
ubicadas en las esquinas de un rectángulo, que delimitan un ángulo recto en el
momento de coincidir con la línea del amanecer en el solsticio de verano.
Stonehenge fue remodelado hacia 1750 a.e.c., levantándose en el centro del
lugar un doble circuito de monolitos en arenisca de tonos azulados. Unas
décadas después, volvió a ser renovado, erigiéndose un nuevo círculo de piedras
enlazadas entre sí por enormes dinteles. Tal círculo megalítico encerraba cinco
unidades de tres trilitos, un dintel y un par de soportes. Es muy probable que
una jerarquía, tal vez sacerdotal, fuese la encargada de realizar el monumento,
ejerciendo una autoridad de intermediación entre lo divino y lo humano.
Lo
cierto es que esta estructura infiere la presencia de constructores vinculados
por un sentido comunitario en lo relativo al más allá. Es la época en que los
grupos humanos viven la tradición cultural del vaso campaniforme tardío, fase
cultural que había sido la responsable de la industria del bronce en Gran
Bretaña y en una buena parte del resto del continente. El motivo campaniforme
es una vasija en forma de campana invertida que se decoraba con incisiones de
bandas horizontales con diversos motivos geométricos, como triángulos rombos o
espigas. Sus fabricantes son gentes guerreras cuyas tumbas contenían dagas
metálicas, hojas de cuchillos, hachas pétreas y puntas de flecha en piedra,
pero también botones de ámbar, vajillas, fáleras y brazaletes de bronce. El
propio vaso campaniforme sería, no obstante él mismo, un objeto de prestigio,
que acompañaría a las hachas de metal como símbolos de poder.
De
esta época se destacan dos culturas sobre todas las demás. Se trata de la
cultura de Wessex (zona sudeste de Inglaterra) y la cultura de los túmulos de
la Armórica, en la Bretaña de Francia. Ambas presentan relaciones con Micenas,
pues de la ciudadela micénica o bien fueron importados objetos de metal
prestigiosos, o bien sabiamente imitados. Son sociedades probablemente
estratificadas y comandadas por una elite principesca. Tañes señores guerreros
se llevaban consigo a sus tumbas símbolos de su poder, como cetros o mazas,
emblemas profesionales, caso de hachas de combate y puñales, además de
referentes de su poder económico, como el vestuario u objetos de oro para el
adorno personal. Las dos culturas elaboraron sepulcros individuales bajo túmulos,
aunque los más notables por su estructura prominente son los armoricanos (por
ejemplo Saint-Jude). La arquitectura megalítica bretona dejó evidentes rastros
en estos túmulos de Armórica, como es el caso del gran túmulo de Kernonen. En
este grandioso túmulo se encontraron tres cofres de madera, conteniendo hachas
de bronce y puñales con empuñadura de madera en las que se incrustaron clavos
de oro, mostrando diversos motivos geométricos (círculos, rombos). También
aparecieron puntas de flecha de sílex talladas.
En
la cultura de Wessex debe mencionarse el túmulo de Bush Barrow, en cuyo
interior apareció un enterramiento masculino con un ajuar que contenía dos
puñales de cobre y de bronce, respectivamente, una maza de piedra, joyas de
oro, un cetro y un hacha broncínea. Por su parte, el túmulo de Upton Lovel, en
Wiltshire, viene a ser la versión en femenino del anterior. En este caso el
ajuar contaba con una placa de oro, un cincel de bronce, un cuchillo, vasos de
cerámica y un collar de cuentas de ámbar. Paralelismos con Micenas se pueden
hallar en otros túmulos, como el que contuvo el vaso de Rillaton, en
Cornualles, un vaso áureo con paredes muy rugosas, de técnica semejante a los
vasos de Eschenz y de Fritzdorf.
Un
innegable afán de notoriedad de las personas inhumadas en estos ricos túmulos
de la Armórica, de Gran Bretaña o incuso del valle del Rin, dio lugar a la
acumulación de objetos para ser exhibidos y apreciados, lo cual pudo incentivar
las rutas de comunicación y transporte desde las Islas Británicas al Peloponeso
griego, propiciando una difusión de una suerte de indefinida koiné micénica por
la Europa “bárbara” del bronce.
Las
joyas áureas de Wessex se formaron en la tradición local de las joyas
campaniformes pero con el añadido de técnicas continentales. Uno de los
ejemplos más destacables es la Capa de Mold (Clwyd), un vestido ceremonial con
esferas y pequeños diamantes en repujado. En este sentido, Wessex, que dispuso
de un acceso directo y bastante cómodo al continente, debió ser un centro
religioso en el II milenio, de ahí que las tumbas más llamativas no se
encuentren alejadas del lugar de
Stonehenge. En la región isleña Británica, específicamente en Irlanda,
sobresalen, además, los discos, hallados en parejas y con decoración de motivos
cruciformes, destinados a ser prendidos en las ropas, y las lunulae, láminas de
oro en forma de cuarto creciente lunar con extremos rematados en paletas, unas
joyas de carácter personal que de llevarían colgadas del cuello.
Estas
lunulae aparecieron en depósitos aislados.
Suelen poseer una ornamentación a base de triángulos enlazados y rombos. Es muy
probable que hubiese habido una inspiración en los motivos de la cerámica
campaniforme, aunque no hubo mucha población campaniforme en Irlanda. Lo que
parece seguro es que su posesión tendría como finalidad la exhibición, siendo
símbolos de poder. Entre las principales lunulae se puede mencionar el ejemplar
de Blessington, hoy en el British Museum. Estas piezas satisfarían el afán de
representación y ostentación, así como el exotismo del Bronce Antiguo en un
ámbito popular, en tanto que no formaban parte de ajuares funerarios.
Aunque
los países de Escandinavia adolecen de recursos metalíferos produjeron sin
embargo notables piezas de metal, como armas, adornos y objetos personales.
Seguramente esta aparente contradicción se explica porque estas regiones
contaron con una destacada moneda de cambio, el ámbar. Gran cantidad de ajuares
metálicos y vestimentas fueron recuperados de las inhumaciones individuales en
cajas hechas con troncos bajo montículos tumulares en Seeland, Jutlandia o
Goteland. También en estas latitudes se hicieron donaciones votivas de armas
(espadas sobre todo) y otros objetos de bronce a las aguas de ríos, pantanos,
pozos o lagos, en honor de las deidades acuáticas y como recurso de protección
divina.
Los
discos de cinturón fueron objetos de la donación ritual, aunque también se
depositaron en tumbas (Soborg, Hverrhus). Las placas de estos discos presentan
bandas concéntricas que contienen espirales, un tema habitual en la
metalistería nórdica durante la Edad del Bronce. Un disco de
bronce, llamado disco del sol, apareció instalado en un carro de seis ruedas del
que tira un solo caballo. Fue descubierto en la marisma de Trundholm, al norte
de Zealand, y datado a mediados del II milenio a.e.c. Anverso y reverso del
disco aparecen decorados con motivos de círculos, algunos engarzados en
espirales. A través de unas riendas el caballo tira del disco solar. Va
engalanado el animal con placas y motivos en oro.
Es
bastante factible que el vehículo estuviese orientado a recorrer un camino
análogo al del Sol; primero un camino de ida, de este a oeste, mostrando la
cara más reluciente del disco, y después uno de vuelta, de oeste a este, con la
cara menos luminosa o apagada. Aunque no se puede descartar su uso como un
juguete móvil, tal vez la pieza represente en pequeño tamaño algún ejemplar
ritual de mayor envergadura que podría haberse empleado en ceremonias y
procesiones.
Desde
el siglo XIII a.e.c. en Centroeuropa se hacen comunes los enterramientos en
urna, en zonas como Provenza, Tirol, Polonia, nordeste de la Península Ibérica
y valle del Rin. Se trata de las necrópolis llamadas Campos de Urnas del Bronce
Final. La implantación de las tumbas de incineración en regiones llanas hacen
retroceder las construcciones tumulares. El cambio de ritual funerario se
produjo en zonas de Hungría, desde donde se expandió hacia occidente. Las ideas
y conceptos fueron los que se movilizaron, no las gentes. Ello supuso una
suerte de reorientación de las mentalidades.
Son
bastante escasos los poblados y asentamientos, al margen de los enterramientos
en urnas, en la Edad del Bronce Antiguo, pero ya más abundante en el Final,
donde se localizan en elevaciones y promontorios. Estos yacimientos
fortificados más notables corresponden a la cultura de Lausitz (Polonia y
Alemania). La presencia de fortificaciones implica la de armas. En efecto, circularon
grandes cantidades de armas de bronce, defensivas como corazas, escudos o
cascos, además de ofensivas, del tipo espadas sobre todo. La panoplia militar
acompañaba al difunto en su sepulcro, de ahí la habitual aparición de armas en
depósitos enterrados o arrojados a ríos y pantanos. Muchos de los depósitos de
objetos metálicos fueron de carácter votivo. Se consideran donativos de quienes
los poseían a los espíritus de montes, grutas o aguas. No obstante, algunos
pudieron ser almacenes de metal e incluso escondrijos en tiempos de crisis o de
peligros inminentes.
Hubo
dos áreas geográficas principales en esta época del Bronce Final, por un lado
la Europa nórdica, y por el otro la atlántica. La primera destacó por sus
broncistas y la segunda por sus refinados orfebres. Aunque las tumbas con ricos
ajuares son frecuentes en las fases tempranas de las Urnas (siglos XIII y XII
a.e.c.) en toda Centroeuropa, los ajuares de las urnas acabaron por
uniformizarse, lo cual puede señalar la participación de más individuos en los
asuntos comerciales, del transporte, la explotación de la tierra y hasta de la
guerra, contribuyendo así a reforzar el engranaje social y económico de la
época. En definitiva, la sociedad del Bronce Final pudo ser un tanto más
igualitaria.
En
el Bronce Final se elaboró tecnológicamente el equipo militar. Es así que las
gentes guerreras de los Campos de Urnas empleaban escudos redondos, algunos de
ellos hechos de cuero, aunque otros en bronce, que aparecieron en las tumbas.
Destacan los ejemplares de Clonbrin y Churchfield, en Irlanda así como los
hallados en depósitos en las Islas Británicas o Centroeuropa. También usaban
coraza, bien en el ámbito real como ceremonial o ritual, entre las que destaca
las nueve encontradas en Petit Marais, y la de Caka, en Eslovaquia. Al margen
de escudos y corazas, fueron relevantes los cascos de cimera crestada, unas
armas funcionales pero también llamativas al ser vistas. En este caso, se
destacan los ejemplares de la marisma de Brons, en Vikso, Dinamarca, que
destacan por presentar cuernos encorvados en la forma de una lira, y cuyas
cimeras debieron estar cubiertas por penachos de plumas o tal vez cresta
decorativas. Es muy probable que tales cascos hayan servido para un ceremonial
de culto.
Los
grandes recipientes metálicos hallados en determinadas tumbas de cámara de la
época final de las Urnas (900-800 a.e.c.), son piezas de una gran calidad. Uno
de ellos es el vaso de bronce de la Tumba Real de Seddin. Otro destacable es el
ejemplar descubierto en el ajuar de una tumba de cámara en Acholshausen, que
muestra cuatro aves acuáticas que empujan un carro de cuatro ruedas que transporta una vasija de bronce. Tales
vehículos con ruedas que llevan vasijas broncíneas con forma de crátera, ánfora
o urna, son célebres en Dinamarca, Bohemia y los Balcanes. Han recibido la
denominación de hervidores de agua. Estos carritos escandinavos y
centroeuropeos que acarrean vasijas (vasija de Peckatel, vasija de Skallerup),
debieron tener una clara función ritual.
El
modo funerario de la inhumación no se abandonó por completo en la época de la
Urnas en la Europa occidental. Este hecho ha permitido que algunas sepulturas
hayan ofrecido en sus ajuares anillos, alfileres y adornos en bronce. En la
tumba de Les Gréves destaca un pectoral, mientras que en la 101 de Colombine,
lo hace una hermosa diadema formada al acoplar placas de colmillo de oso polar.
En los ajuares de los enterramientos nórdicos se hallan conjuntos de ornamentos
que se llevaban en el cuello (torques), en las prendas (fíbulas de disco) o en la
cintura (discos), además de útiles de aseo personal. La temática ornamental
principal es la espiral, que posee, a buen seguro, valencias simbólicas. Se
trata de una temática que tuvo, no obstante, su génesis en Centroeuropa. Entre
estos utensilios destacan las navajas de afeitar escandinavas, que adoptan la
forma del casco de un navío, si bien las navajas suntuosas más antiguas
adoptarían la forma de ciervos, seres humanos y prótomos de caballos en el
agarradero, como es el caso del conocido ejemplo de Gerdrup. Otras temáticas
sugerentes fueron, asimismo, aquellos alusivos al disco solar, figurillas
humanas que son viajeros en los barcos y peltas que se parecen al perfil de las
hachas de ceremonias. El afeitado debió formar parte integrante de algún tipo
de ritualidad religiosa.
El
trabajo en oro, en forma de joyas, es destacado en la Irlanda de la última fase
del Bronce Final, entre 800 y 700 a.e.c.
Las joyas halladas en los depósitos destacan por las diversas técnicas
empleadas, sobre todo el troquelado, el repujado, el grabado y el cincelado.
Uno de estos depósitos, el del poblado fortificado de Mooghaun North, contenía
casi ciento cincuenta piezas áureas, entre ellas brazaletes, torques y
collares. Una producción característicamente irlandesa fueron las abotonaduras,
cuyo principal ejemplar procede de Clones. Debieron desempeñar estrictas
funciones rituales o ceremoniales. Sus orígenes pueden hallarse en las fíbulas
nórdicas de placas discoidales.
Una
parte relevante del legado estético de la Edad del Bronce europeo parece
reflejar una religiosidad asociada al culto solar. Varios objetos, decorados
con espirales y entramados curvilíneos, parecen responder, de forma directa o
indirecta, a este culto, como es el caso de las aves acuáticas, ruedas,
círculos radiados, toros con cornamenta, barcos, carros y los personajes que en
ellos viajan.
Entre
las figuras en terracota del ámbito danubiano destaca una estatuilla, hoy
desaparecida (se perdió a lo largo del desarrollo de la Primera Guerra
Mundial), cuya procedencia se registró en el cementerio del Bronce Medio de
Klicevac (Serbia oriental). Hallada en 1881 en el interior de una urna con
restos humanos cremados, se dató en la segunda mitad del II milenio a.e.c. y
pertenece a la cultura de Dubovac-Zuto.
El
aspecto es el de un ser que se muestra emitiendo haces lumínicos o de fuego
desde una esfera celestial o inframundana. Su aspecto expresionista se resalta
con su vestimenta: una falda acampanada con franjas de dameros entre bandas de
zig zags. Los brazos convergen en el centro al lado de la placa colgante de un
collar con broche circular, ornamento que combina con un torques con puntas en
espiral. A la intensidad compositiva de nariz, cejas y orejas se suma unos ojos
grandes, redondos y equidistantes, con elevado poder comunicativo. El cabello
se recoge en una suerte de diadema denticulada. El sentido y la simbolización
de la figura es desconocido, aunque es probable que se haya ideado mostrando
algún poder sobrenatural.
A
fines del II milenio pertenece un carruaje de terracota hallado en el
yacimiento fortificado de Dupljaja (Vojvodina, Serbia). Se trata de un carro de
tres ruedas que aparece tirado por un par de ánades erguidos que portan
collares al cuello. El carruaje transporta a un personaje masculino de cara de
ave, ornado con colgante y un torques, vestido con túnica talar que presenta
triángulos incisos y círculos. Delante de la figura el carro lleva un tercer
pájaro, en una posición centralizada.
Podríamos
estar ante una figura que fuese una deidad y el ave su atributo. De hecho, la
presunta deidad aparenta moverse gracias a la fuerza desplegada por los
servidores-ave, y quizá se encuentra en un proceso de
metamorfosis-transfiguración en su propio símbolo (el pájaro). Si al carro se
le otorga una función ritual, representando el recorrido del astro solar, la
figura que en él se encuentra podría entenderse como una divinidad del sol que
está en sacra comunión con el ánade. Conviene recordar que agua, pájaro y
carruaje se reúnen simbióticamente en aquellos vehículos que transportan
vasijas de bronce tan típicos del Bronce Antiguo y Medio europeo.
En
tal sentido, los pájaros en el fondo de un plato de un ajuar de incineración
encontrado en un yacimiento de la cultura de Lausitz, Alemania, debieron
desempeñar también un papel no únicamente ornamental, sino de carácter ritual.
Unos
objetos en chapa de oro cónicos y alargados, en forma de cilindros apuntados y
que suelen adoptar una base acampanada son, asimismo, propios del Bronce Final
europeo. S ha dicho que pudieron ser una suerte de ritones con función de vasos
rituales, o carcajs ceremoniales, sin embargo, lo más probable es que sean
columnas ardientes o tal vez conos que se podrían interpretar como axis mundi
y, por tanto, como objetos de culto solar en la Edad del Bronce.
La
cerámica del Bronce Final tuvo una funcionalidad meramente artesanal, si bien
en las últimas fases del período sobresalen vasos de ofrendas, platos y urnas
con decoración geométrica. Se trata de la cerámica pictográfica, normalmente
hallada en cuevas, localizadas sobre todo en el Languedoc y en Charente, al sur
y oeste de Francia, respectivamente. En la ornamentación destacan trazos
incisos formando espinas de pez o cuadrados, además de redondeles y lo que
parecen simulacros de animales con dos patas. Incluso se muestran figuras con
forma humana con las manos enlazadas, a modo de danzantes.
En
depósitos votivos de Europa occidental, sobre todo en Dinamarca e Irlanda, han
aparecido instrumentos musicales de viento, sobre todo la cuerna, un tubo
cónico abocinado, y las cornetas danesas, trompas delgadas, largas y arqueadas,
denominadas lurer. En este último caso destacan los ejemplos de Rorlykke y de
Tellerup. Era un instrumento que se usaría en actos sociales diversos,
procesiones y ceremonias religiosas.
En
el arte rupestre del Bronce Final, representado en Irlanda, Galicia, Malta,
Escandinavia o Bretaña, se encuentra la representación de laberintos,
reticulados, manos, cazoletas o discos que configuran todo un repertorio
iconográfico abstracto. La representación figurativa, en forma de animales,
personas, armas, barcos o carruajes, se muestra integrada en una escenografía
de danza, guerra, de procesión, caza o de labores varias. Se trata de un arte
que ignora la congruencia escenográfica si bien parece tener, a través de un
dibujo esquemático, plena consciencia de su contenido narrativo.
Uno
de los centros principales de este arte lo encontramos en los Alpes Marítimos,
en el denominado Valle de las Maravillas, en donde se pueden apreciar casi cien
mil grabados en los que abunda la presencia de representaciones esquemáticas de
cabezas de buey y símbolos en forma de cono (además de puñales y alabardas). La
figura humana está poco representada, aunque una de las figuras más llamativas
es el denominado Brujo, un rostro de trazos abstractos del cual surgen un par
de manos que tienen puñales acostados. Tal vez estemos ante una deidad con
poderes cosmológicos. En este valle parece que se rendiría culto, si se estima
esta interpretación, a una divinidad de las tormentas, indomable ser creador y
benefactor de la lluvia que fertiliza los campos de cultivo.
Otra
buena serie de grabados rupestres los encontramos en Val Camonica, en donde
predominan las composiciones monumentales, con presencia de vehículos, armas,
ciervos y símbolos del sol. Gracias a su cornamenta, se consideraba al ciervo,
representado en manadas, como un animal regio, que debió ser venerado por su
fuerza y altiva figura. Es factible que por su aparatosa cornamenta fuese
señalado como un animal propiciatorio.
La
más sustancial riqueza nórdica de arte rupestre de la Edad del Bronce se
encuentra en Zealand, Dinamarca, y en Bohuslän y Scanie en Suecia. Parecen
referirse al culto a las aguas, al sol a los animales con cuernos como el toro,
así como a divinidades benefactoras de la agricultura. Precisamente en Bohuslän
destaca la figura humana de un gigante itifálico que porta un hacha ceremonial
o bien una lanza. Por otra parte, danzantes y gesticulantes formando escenas
sobre barcos están bien representados en Engelstrup. Por debajo de un barco que
es impulsado por un par de aves se desarrolla una escena de adoración a un
disco, probable manifestación de culto solar. El propio buque sería símbolo de
prosperidad, vida y de movimiento. También son frecuentes, finalmente, los
carros de dos ruedas en las rocas de Scanie, Suecia.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP-UFM, mayo, 2021.
[1]En los cementerios de la época en toda la región de los Cárpatos se adaptó la incineración como modo funerario bastante tiempo antes de la presencia y consolidación de las necrópolis de urnas centroeuropeas.