Imágenes, de arriba hacia abajo: vaso K1230 con jaguar de la guerra y una deidad (Ahkan) en auto decapitación; dios que se auto decapita y venado con sierpe enroscada, Jaguar Venus. Vasija K1230; vasija K1203 con wahy mono, disfrutando con fragmentos de cuerpo humano como ofrenda; wahy de Jaguar del lirio acuático entrelazado en una serpiente estrella, el Dios A y un sapo. El nombre es Yax Balam. Vasija K1653; el Maestro de los Dos Reyes, plato K1892, MFA de Boston. Aquí el caparazón de la tortuga representa la corteza terrestre; vasija K521 con posible luciérnaga en la escena del sacrificio del bebé jaguar; vaso K531 con animales inframundanos en pose o en actitud de procesión; y vaso K1080 con murciélago antropomorfizado.
En
las vasijas mayas de estilo códice aparecen una serie de entidades híbridas
zoomorfas y seres zoomorfos que se relacionan con probables escenas de
transformación y tal vez con pasajes míticos más extensos. A estos seres se les
denomina wahyis, pues actúan en la
esfera sobrenatural asociada el submundo. Una buena parte de los mismos son
animales de hábitos nocturnos, como es el caso de los jaguares, los monos, los
búhos, ciervos, seres acuáticos como tortugas, sapos, peces y ranas, las
serpientes, ciempiés, murciélagos, insectos como las
luciérnagas y los perros.
La
naturaleza en su aspecto más agresivo y salvaje, estará personificada en la
figura del jaguar. Este animal es una de las epifanías solares recorriendo el
inframundo, en tanto que su moteada piel representa las estrellas visibles en
las noches. En el pensamiento maya este felino fue concebido como guía de los
muertos. El jaguar, como el venado y varias aves, caso del
águila, el guacamayo o el diminuto colibrí, es una de las más destacadas
epifanías animales del sol.
Un
animal relevante en las escenas de transformación suele ser el mono, cuya
agresividad de ataque a sus rivales, pero también, a veces, su carácter
juguetón, resultó de especial interés para los chamanes mayas. Los chamanes
podían mandar enfermedades a través de estos seres. Además, al
mono se le vinculó, asimismo, con los primeros humanos, hasta el punto de que aparece
reflejado en los mitos de la creación. Por otra parte, la iconografía revela
que los simios estuvieron íntimamente asociados con la escritura y las artes.
En concreto, el mono araña suele aparecer personificado como escriba. De tal
modo, fue estimado como patrón de los escribas.
La
figura del búho se puede observar en las escenas de agonía y de muerte, pues
representa la oscuridad, la nocturnidad y las fuerzas de la noche. Su característico
ulular se ha estimado por diversos grupos mesoamericanos como evidente sinónimo
de muerte. En este aspecto, las representaciones de búhos en las vasijas mayas parecen
anunciar en ocasiones la muerte del señor de los venados. De hecho, el venado tendrá
también un rol destacado en el inframundo, en virtud de que está ligado a la
transformación y al deceso. Se trata de un animal asociado habitualmente a la
cacería y el sacrificio, pero también relacionado con las escenas de transformación,
en ocasiones al lado del jaguar, la serpiente y el dios Ahkan
autodecapitándose. El ciervo acostumbra a llevar como atavío un collar de ojos
de muerte además de la vasija ahk’ab,
que es un distintivo de los seres inframundanos. A ello se añade normalmente el
glifo kimi (o muerte), en sus orejas.
El
inframundo posee en el mundo maya una naturaleza acuática. En tal sentido
resulta natural y lógico hallar en la iconografía de las vasijas animales íntimamente
relacionados con el agua, como es el caso de tortugas, sapos, peces y ranas. Este
carácter acuoso se percibe en el momento en que la tierra era representada por
los artistas mayas de la etapa del Clásico en la forma del cuerpo o el dorso
(caparazón) de las tortugas, de las ranas, las sierpes y hasta los cocodrilos. El
caparazón de la tortuga (denominada ahk en
la lengua de las inscripciones), simboliza la corteza terrestre. Un ejemplo muy
notable es el plato que muestra al dios del maíz emergiendo
del interior de un caparazón, flanqueado por dos personalidades conocidas, Juun
Ajaw y Yax B’ahlam. Los quelonios también se asocian directamente con el dios
Chaahk; son sus animales compañeros. Por otra parte, los Pawahtun (sostenedores
del mundo), así como los dioses ancianos N y L suelen portar consigo el caparazón
de tortuga como parte de su indumentaria, tal vez por su simbólica relación con
la longevidad. Esta zona de la tortuga fue realmente muy apreciada por los
grupos mayas, en tanto que fue empleada como instrumento musical en las danzas rituales,
de la manera que ilustran claramente las célebres pinturas murales de Bonampak.
Los
sapos eran contemplados como emblemas de la muerte, en función de sus hábitos
nocturnos y subterráneos. Muchas especies pasan gran cantidad de tiempo en pequeños
huecos y se alimentan (además de croar) en las noches. Unos pocos secretan una
sustancia venenosa que provoca hinchazones corporales, ceguera temporal, y en
ciertos casos, la muerte. No es improbable que los sacerdotes mayas los
hubieran escogido como wahyis, como
medio de propagar enfermedades y muerte a sus enemigos. Los chortis afirman que
los brujos envían por mediación de estos batracios y a través de las sierpes,
un aire desfavorable, mientras que los mayas yucatecos confirman que los sapos
son aliados de los hechiceros, pues los usan con la finalidad de propiciar
enfermedades. Ciertas vasijas decoradas presentan escenas de transformación con
la presencia de sapos, acompañados de entidades inframundanas como el jaguar o
el wahy de K’awiil y la serpiente de
las iniciaciones.
Las
serpientes con sus fauces abiertas simbolizan una puerta de penetración hacia
el otro mundo, en tanto que el resto de su deslizante cuerpo representa el
medio por el que transitan sacras energías. En los rituales con presencia de
sangre, lo mayas creían observar levantarse frente a ellos un gran ofidio, que
hacía las veces de transporte de los mensajeros de las deidades de la muerte
hasta la esfera terrenal. También era la serpiente la encargada de trasladar a
los gobernantes al oscuro ámbito de los fallecidos. Es bien sabido que la
sierpe es un símbolo del reino de los muertos en el mundo subterráneo. En
el pensamiento maya clásico, simboliza el útero materno y, en consecuencia, representa
el vínculo de comunicación entre los niveles cósmicos. Así, transitar por su
cuerpo es lo mismo que deambular por la silenciosa esfera de los muertos. Es un
tránsito equivalente a los célebres viajes iniciáticos de los chamanes. Finalmente,
debe señalarse que las serpientes se consideraron portadoras de muerte y
enfermedades mortales.
Se
pueden encontrar artrópodos, sobre todo el ciempiés (chapaht), en determinadas escenas de
transformación. Este miriápodo es carnívoro y con hábitos nocturnos. Además,
puede secretar veneno por la boca. Como pueden provocar la muerte de personas,
es factible que los mayas empleasen sus toxinas, como la de los sapos, para
elaborar bebidas alucinógenas. El ciempiés era contemplado como un símbolo de
poder.
Un
wahyi temido por todos era el
murciélago (denominado suutz’ en la
lengua de las inscripciones), ya que es una animal que se puede alimentar
(algunas especies, sobre todo el vampiro), de sangre y restos humanos. Se
asociaba con los sacrificios de decapitación y de extracción del corazón en
todo el ámbito cultural mesoamericano. En cualquier caso, fue un animal muy
estimado por el chamanismo maya, adecuado para la transformación. En tal
sentido, se cuenta con multitud de imágenes de murciélagos antropomorfizados.
Su presencia es relevante en algunos pasajes del Popol Vuh, un indicativo, tal vez, de que sea trate, en realidad,
de chamanes metamorfoseándose en vampiros. En esta obra sacra se menciona a un
murciélago llamado Camazotz que es el
encargado de decapitar a uno de los hermanos gemelos míticos, concretamente a Junajpu.
Su muerte ritual se relaciona con la renovación de la vegetación y el surgimiento
del tiempo y los astros principales. En unas cuantas vasijas los murciélagos se
representaron en varias ocasiones, un hecho que puede ser indicativo de su
funcionamiento como emblema dinástico de ciertas familias gobernantes. Tal es
así que se constata la presencia de agrupaciones que se consideran como
descendientes de los murciélagos, caso particular de los tzotziles, denominados
como gentes del murciélago. Algo semejante ocurriría con los habitantes de
Copán, pues su glifo emblema es un murciélago.
Algunos
insectos, presumiblemente luciérnagas, están también presentes en las vasijas
(como puede ser la K521), en la que se observa el sacrificio del Bebé Jaguar.
Sería
en este caso un wahy antropomorfo con
la forma de un insecto que flota en una
escena mítica. Su cabeza es un cráneo en el que aparece el glifo ahk’ab (oscuridad), además de los ojos
de muerte, análogo al rostro de Ahkan. Tal vez se trate de su advocación. Porta
una antorcha en la mano y jeroglíficos de oscuridad en la espalda. La aparición
de estos insectos en tales escenas del submundo debe tener relación con sus
hábitos nocturnos y con el hecho de que suelen habitar en zonas húmedas y
pantanosas. Sin embargo, lo más relevante es que producen luz, un elemento
destacable si tenemos en cuenta que generalmente los rituales se llevaban a
cabo en las noches.
Finalmente,
debe advertirse la presencia del perro, al que consideraban el encargado de conducir
a las personas a su destino final. En el mencionado vaso K521 se observa un
gran perro cercano al lugar en el que Chaahk y el dios de la muerte ejecutan al
Bebé Jaguar. Este animal doméstico también es visible en los huesos esgrafiados
de Tikal, en la barca que conduce a Jasaw Chan K’awiil hacia su pasaje final.
Así pues, parece claro su rol psicopompo, de guía de los fallecidos. Los
cánidos se concebían como seres nocturnos que conocían al dedillo los caminos
en la oscuridad, pudiendo ver a los espíritus. En tal sentido, los nahuas
tenían por costumbre poner el cadáver de un perro en la tumba de sus muertos.
En
general, existió una imagen zoomorfa del inframundo. En un principio fue
representado como un enorme cocodrilo y ulteriormente como un ser híbrido,
especie de mezcla de serpiente y saurio, de grandes mandíbulas. El simbolismo
propio del cocodrilo es frecuente en la tradición mesoamericana, en tanto que
su cuerpo fue concebido como un axis
mundi.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, octubre, 2020.