Imágenes: arriba, serie
de grabados rupestres de Tanum; abajo, una vista general del cuerpo momificado
del Hombre de Tollund (siglos IV-III a.e.c.).
Se
considera que los primeros pobladores, de cazadores, recolectores y pescadores,
de Escandinavia se remontan a unos 13000 años, una época en la que hubo un
cambio climático que provocó la suavización del clima y un aumento de la
vegetación en toda la región. A su vez, aparecieron animales que podían ser
cazados y consumidos, un motivo de atracción de gentes que, con su llegada,
inician una cultura. La metalurgia de metales como el bronce y el hierro
pondrían los fundamentos de una cultura escandinava, cuyo origen, denominado
Edad del Bronce Nórdica, se sitúa hacia 1800-1500 a.e.c.
Las
primeras ocupaciones humanas se produjeron en la península Jutlandia, y
solamente hacia 8000 a.e.c. en la propia península escandinava. Los
cazadores-recolectores se asentaron inicialmente en pequeños campamentos
estacionales cercanos a las costas, lagos o ríos. Ya en el IV milenio[1],
algunas de tales comunidades se asentarían en pequeñas aldeas permanentes en
las que practicarían las actividades agropecuarias. Las tierras más
septentrionales se verían pobladas por migrantes procedentes desde el sur. Ya
desde la zona de Uppland (costa este de Suecia) se desplazarían hasta el fiordo
de Oslo, en donde se fusionarían con otras poblaciones allí establecidas.
Estos
suelos norteños eran bastante pobres para la agricultura, exceptuando los
cereales (avena, centeno, cebada), y unas pocas legumbres como los guisantes.
Por el contrario, el rendimiento ganadero era mucho mejor (vacas, ovejas). En
todo caso, las comunidades debían recurrir a la pesca, la recolección y la caza
en todo momento para garantizar su subsistencia.
Las
comunidades neolíticas, muy pequeñas, estarían formadas por unas pocas casas
construidas en madera, en las cuales habitarían familias, siguiendo una
estructuración semejante a las muy posteriores granjas vikingas. Las tumbas
estaban formadas por una cámara central cuyo acceso era un pasillo conformado
por enormes losas pétreas, todo ello recubierto con tierra, formando así un
túmulo. Se inhumaba al difunto con huesos de animales y un tipo de vasija
cerámica característica, en forma de embudo.
El
bronce llegó a Escandinavia tardíamente, en torno a 1800 a.e.c., probablemente
como respuesta a los intercambios comerciales entre lo que hoy es Dinamarca y
el resto de Europa. Algunos productos nórdicos, como las pieles y, sobre todo,
el ámbar, se estimaban mucho. De esta forma Dinamarca sería la entrada a
Escandinavia de la preciada aleación. En esta fase, las construcciones más
notables presentan un gran parecido con la langhús
de las granjas vikingas ulteriores, una casa larga rodeada de construcciones
más modestas. Esta gran vivienda sería la residencia de la familia principal
del núcleo, evidencia de una jerarquización social incipiente. El bronce se
emplearía, no obstante, únicamente en la fabricación de armas y enseres de
relevancia social familiar, mientras que la mayoría de útiles seguiría siendo
confeccionados en sílex o en cerámica. Conforme fue pasando el tiempo, se
impuso paulatinamente el bronce en objetos cotidianos, como las copas, los
calderos, las navajas de afeitar, hoces o pinzas. A fines del primer milenio,
los artesanos escandinavos forjaban espléndidas piezas en bronce, sobre rodo
armas (yelmos, escudos ornamentados con espirales o espadas), pero también piezas
como fíbulas o hebillas de cinturón, al margen de las espectaculares trompetas
de función ritual (en las sagas escandinavas de la Edad Media se denominan lur y servían para reclamar a los
guerreros que acudiesen a combatir).
Aunque
pervivió la inhumación en túmulos, al final del período del Bronce se extendió
la cremación y posterior inhumación de las cenizas. Algunos objetos hallados en
las necrópolis o en los pantanos, a donde se arrojaban como ofrendas votivas,
son un indicador de un cambio en la mentalidad religiosa. Ahora se generaliza
un culto solar. El sol se representa como un disco de oro que es llevado en un
carro por caballos o que es blandido por un personaje masculino (entre los
vikingos el sol sería una diosa). Además, en los petroglifos (caso de los
famosos de Tanum[2]),
se personifican lo que podrían ser ya antesalas de las deidades vikingas. Así,
en estos petroglifos, por ejemplo, se puede ver una figura semejante a Tyr que
porta una lanza y le falta una mano.
Al
lado del culto solar había uno a las aguas y a las divinidades que en ellas
viven. Esto se deduce de la enorme cantidad y variedad de ofrendas recuperadas
de marismas, lagos, pantanos y hasta ríos, todas de una elevada calidad, lo
cual hace pensar en unos oferentes de elevada posición social. Asociados con
estos cultos a las aguas se ha constatado la presencia de sacrificios humanos y
de animales, una práctica que será muy habitual en la Edad del Hierro.
La
metalurgia del hierro llegó a Escandinavia, también desde el continente europeo,
en el siglo VI a.e.c. A diferencia de lo que ocurría con los metales para la
aleación broncínea, el hierro abundaba en la región. Las herramientas de hierro
y el trabajo servil provocarían la intensificación de las explotaciones
agrícolas, lo cual provocó el surgimiento de asentamientos en forma de
poblados. De modo diferente a la dispersión de los núcleos de etapas
anteriores, el centro entre varias granjas independientes y rodeadas de vallas,
lo ocupaba ahora un espacio abierto, una suerte de plaza. Todo el conjunto se
rodeaba a su vez por una empalizada de carácter defensivo, que unificaba el
territorio y las construcciones. Seguía apareciendo en el interior el langhús, la residencia del caudillo
local, quien descendería de los jarlar
(esa aristocracia de la posterior etapa vikinga). Los ejemplos más notables de
este tipo de asentamiento se encuentran en Dinamarca, en particular Grontoft,
que debió contener unos cincuenta habitantes, o Hodde, que contuvo casi treinta
granjas y unos trescientos habitantes. Todos ellos habrían vivido de las
actividades agropecuarias, pero también de la artesanía (herrerías, telares y
talleres de alfarería).
Es
en esta época en la que la incineración de los cadáveres y el posterior
entierro de sus cenizas en urnas, termina por imponerse, aunque la extendida y
antigua práctica de arrojar ofrendas al agua se mantuvo sin cambios. En la Edad
del Hierro aumentaron considerablemente los sacrificios humanos. Uno delos
ejemplos más destacados y estudiados fue el del denominado hombre de Tollund
(Dinamarca), que fue estrangulado con una cuerda y luego arrojado a las
fangosas aguas de un pantano. Una buena parte de estas víctimas se han datado
entre los siglos II y I a.e.c.
Fue
hacia el siglo V a.e.c. cuando algunos pueblos norteños abandonaron estas
regiones septentrionales y se desplazaron hacia otras más meridionales y, por
tanto, más cálidas, concretamente aquellas en la orilla este del río Rin, lugar
en donde en ese entonces habitaban tribus celtas. Los recién llegados serían ya,
étnica, lingüística y culturalmente germánicos. Unos se quedaron y otros, sobre
todo teutones y cimbrios, avanzaron hasta los frecuentes encontronazos con
Roma.
Los
pueblos germanos, de etnia y lengua indoeuropea abandonaron, por tanto, su
región septentrional, relativamente aislada (aunque desde la prehistoria hubo
rutas comerciales en las que circuló el ámbar), en la Edad del Hierro. Sus
movimientos migratorios los condujeron a los territorios del norte europeo en
donde habitaban celtas. Fue hacia 115 a.e.c. cuando los mencionados cimbrios y
los teutones dejaron la península de Jutlandia y se desplazaron hasta la
Nórica, región cercana al Danubio en donde moraban grupos tribales aliados de
Roma. La gran potencia mediterránea enviaría a sus legiones con el afán de
combatir estas penetraciones pero Roma cosechó una amarga serie de derrotas.
A
pesar de su victoria, ninguna de ambas poblaciones atravesó los Alpes sino que
ambas posaron su mirada en la Galia y desestimaron establecer alianzas con las
tribus celtas. Roma volvió a reunir un gran ejército para enfrentar el desafío
germánico. De nuevo, esta vez en 105 a.e.c., y cerca de Arausio (Orange), Roma
sufrió una severa derrota. Ni cimbrios ni teutones se sintieron tentados en
dirigir sus pasos hacia Italia, tiempo que Roma aprovechó para reorganizarse,
ahora bajo el mando de Cayo Mario. Esta vez los romanos derrotaron a los
germanos teutones en la batalla de Aquae Sextiae en 102 y a los cimbrios un año
después en Vercelas (Vercelli). Otras tribus germanas, vistos los precedentes,
se mantuvieron al norte de la frontera natural entre los ríos Danubio y Rin, en
donde se asociaron, esta vez sí, a las tribus celtas.
Las
inquietudes intelectuales por saber y por conocer las realidades del otro, hizo
que griegos y romanos dejasen algunos testimonios escritos, de diferente
calado, extensión y relevancia, sobre las poblaciones germánicas. Estrabón
(libro VII de Geografía), reseña con
bastante amplitud el territorio de la “Germania” en la orilla este del Rin.
Alude a la denominación otorgada por los romanos según el modo empleado para
indicar que los gálatas son los habitantes de la Galia. Hace una descripción
física y del carácter de los germanos, señalando sin rodeos su salvajismo y su
aspecto como hombres rubios y altos, estableciendo una imagen estereotipada que
ha perdurado en el tiempo. Por su parte, Plinio en el siglo I, en su Historia Natural, dice que Escandinavia es
una isla habitada por un pueblo al que denomina ingevones, y en el que incluye
a cimbrios y teutones. Tácito (Germania),
entre los siglos I y II, es el primero que considera la necesidad de investigar
acerca de los orígenes de estos pueblos germanos así como sobre sus costumbres.
Sigue presente la descripción física (personas de ojos azulados, cabellos
rojizos, corpulentos), y añade una particularidad relevante: la ausencia de una
cultura urbana entre ellos.
Tácito,
además, describe cada pueblo germano conocido. Para él, los cimbrios ocupaban
Jutlandia, mientras que en el sur de Escandinavia ubica a los suyones, del que
dice que eran belicosos y cimentaban su
poderío en el dominio de los mares. Como vecinos de estos últimos sitúa a los
sitones, tal vez en la zona centro de Suecia o probablemente en lo que es hoy
Estonia y Finlandia, diciendo de ellos que estaban gobernados por mujeres.
Entre
los siglos I y V se desarrolla en Escandinavia lo que se conoce como Edad del
Hierro Romana, denominación que procede de la cantidad de objetos hallados
procedentes de territorios imperiales. Buena parte de tales objetos fueron
armas romanas, tal vez parte de los botines de guerra, muchas de las cuales se
arrojaban a los pantanos y lagos como ofrendas a las deidades de las aguas, tal
y como atestigua el depósito de armas de Illerup Adal (Dinamarca[3]),
en donde se rescataron, además, ciertas piezas con las inscripciones en nórdico
antiguo más arcaico del que se tiene noticia. No obstante, también fueron
comunes objetos propios de la actividad comercial, como monedas, vidrio,
vasijas cerámicas o metales, sobre todo en las necrópolis, un hecho que
certifica los contactos comerciales, los intercambios de presentes entre las
elites y hasta la posterior participación de mercenarios escandinavos en los
ejércitos de Roma.
Esta
es una fase en la que aumentan en Escandinavia las explotaciones ganaderas y
agrarias, y se observa un notable incremento tanto del número de asentamientos
como de su extensión. Huellas y restos de núcleos de población daneses de gran
relevancia, como Ludenborg, Dankirke o Gudme, evidencian una organización
socio-política de bastante complejidad en esta época.
El
final del imperio romano occidental en el siglo V trajo consigo una etapa
marcada por el traslado de pueblos germanos que cruzan los límites de los ríos
Danubio y Rin para asentarse y formar reinos (caso del merovingio o el
visigodo, por ejemplo). En Escandinavia los movimientos poblaciones no fueron
la tónica general, si bien hubo algunos migratorios desde Noruega y Dinamarca
hacia Inglaterra. Con el tiempo, los pueblos germanos de la península
escandinava consolidaron el alfabeto rúnico y cambiaron un tanto sus
concepciones religiosas, apareciendo las primeras imágenes de deidades nórdicas
y desapareciendo (desde el siglo VI), las famosas ofrendas a las deidades
acuáticas.
El
auge económico favoreció la centralización política. Los principales caudillos
se ubicaron en los centros de poder y desde ahí dominaban la religión, la
artesanía y el comercio. Destacó Vendel, en Suecia, que fue el centro del reino
de los Svear, así como Helgö, cerca de Estocolmo, quien aglutinó un emporio
comercial de prestigio. También en Jutlandia se consolidaron reinos. Ya en el
siglo VIII, la búsqueda de nuevas fuentes de recursos como la piratería,
avanzará la organización de pequeños grupos de guerreros que se convertirán en
la antesala de los vikingos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, abril, 2020
[1] Algunos investigadores y
estudiosos apuntan que la llegada de estos pregermánicos no se habría producido
hasta el II milenio, momento en el que se constata la adopción de la tecnología
de la metalurgia, específicamente del bronce.
[2] Los grabados pétreos de Tanum,
asociados sin duda con algún tipo de ritual o culto, están coloreados en rojo y
representan distintos tipos de personas, entre ellas cazadores, pastores,
campesinos, guerreros o pescadores, así como animales y algunas escenas
elaboradas, en las que se observan labores en barcos o en los campos, además de
procesiones. Destacan, por otra parte, unos motivos denominados marcas de copas
o cúpulas (pequeños círculos de apenas 5 centímetros de diámetro), que se ven
formando series verticales. Se interpretaron como la figuración de la lluvia,
de los astros o hasta de los agujeros para sembrar.
[3] En este yacimiento fueron
halladas armas en abundancia (espadas, yelmos, escudos, puntas de lanza,
jabalinas, armaduras y cabezas de hacha), pero también gran cantidad de restos
humanos óseos, que pudieron pertenecer a prisioneros sacrificados, práctica
común, como es bien sabido, en la Escandinavia del Bronce y el Hierro.
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