TEXTOS
Japón
Julio López Saco
1 “Al principio había el caos, como un mar de aceite. De aquel primer caos surgió algo como el vástago de un junco. Resultó ser una deidad, y con él se generaron dos deidades llamadas dios-Productor de lo Alto y la diosa-Productora de lo Divino (...). tras una sucesión de generaciones y desapariciones espontáneas, pareció una pareja destinada a generar muchas cosas y dioses de gran importancia. Fueron el “Macho que invita” y la “Hembra que invita”. Descendieron de su morada por el “Puente Flotante del Cielo”. La deidad macho se deslizó a través del espacio con su espada y las gotas de agua salada de la punta de su espada se coagularon en un islote llamado Onokoro. Después aterrizaron allí y se casaron, y más tarde dieron la vuelta al islote en direcciones opuestas y se hallaron en el extremo más lejano”.
2 “La hermana mayor, la diosa-Sol, resplandecía en su apostura, dignificada con su atuendo, de carácter magnánimo y benigno, y brillaba gloriosamente en el cielo. Tenía a su cargo el gobierno de los cielos. Por otra parte, el hermano menor, el dios-Tormenta, tenía un aspecto oscuro, llevaba barba, era de carácter furioso e impetuoso, aunque su cuerpo mostraba una gran reciedumbre. El mar era el reino a él confiado. Mientras la diosa-sol cumplía sus deberes y se ocupaba en promocionar la vida y la luz, el dios-Tormenta descuidaba su reino y provocaba toda clase de alborotos y revueltas. Llorando y rabiando, en sus transportes de furor, destruía todo lo que ordenaba sensatamente su hermana, como los trabajos de irrigación de los arrozales, e incluso los lugares sagrados dispuestos para las fiestas de la nueva cosecha (...). Tras tan intolerables ofensas, no sólo contra ella, sino contra las sagradas ceremonias instituidas, la diosa-Sol se escondió de las atrocidades cometidas por su hermano en una cueva celestial. La fuente de luz desapareció, todo el mundo se oscureció y los espíritus del mal asolaron el mundo (...). La diosa envió mensajes a dichos malos espíritus, y más tarde mandó varias expediciones punitivas contra ellos y los dioses terrenales, que finalmente rindieron sus tierras a los dioses celestiales. Una vez estuvo así pavimentado el camino, la diosa-Sol envió a su ahijado a las islas para “gobernar el país hasta la eternidad”. El grupo del ahijado llegó a la isla de Tsukushi ( actual Kyushu ) en la cumbre de un pico muy alto, y se asentaron en la región de Himukai, en la costa del Pacífico de la isla occidental”.
Nihon Shoki, I, 1, 34 y ss., tomado de Anesaki, M., Mitología Japonesa, ed, Edicomunicación, Barcelona, 1996, pp. 11, 26-27, 29 y ss.
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