VISIÓN DE LA REALIDAD HISTÓRICA
Prof. Julio López Saco
Debemos entender como verdad histórica aquella existente entre lo que ocurrió y lo que debió haber sucedido, fruto de la interpretación del historiador que, a priori, selecciona o excluye hechos del campo del conocimiento histórico, y en función de la limitación de fuentes en calidad y/o cantidad. Esta concepción parte de la premisa de una realidad histórica nada lineal ni uniforme. Esto es así porque, como historiadores, no podemos olvidar ciertos aspectos:
que la realidad histórica es inaprensible y de múltiples formas, en especial si se reduce sólo a la existencia de hechos, puesto que el número de acontecimientos históricos posibles puede ser casi indefinido, reducción, por otra parte, errónea, porque la historia no sólo ha de estudiar lo que ocurrió, sino también cómo se concibió, se sintió y se meditó lo que ocurriría, pues los hombres actuamos guiados por motivos, pasiones y emociones (por todo esto es fácilmente deducible que el mito, como producto histórico, forma parte de la realidad histórica);
que la realidad histórica se plasma en las fuentes por medio de un proceso intencional: hay un “alguien” detrás del que escribe un relato, deja una inscripción funeraria o eleva un monumento conmemorativo, lo que significa que toda “fuente” no es un reflejo de los hechos históricos, sino únicamente una “versión” de estos, por lo que el historiador no trabajará con la “realidad histórica” sino con versiones fragmentarias (a veces en exceso), y en ocasiones contradictorias, de las mismas; y
que la realidad histórica se construye a partir de dichas fuentes aplicando criterios de verosimilitud que puedan dar sentido a la conducta de los hombres en el pasado (agentes de la historia) mediante el uso y abuso del relato, lo cual nos acerca, de nuevo, al ámbito de lo mítico.
En la historia nos podemos encontrar, como en el mito, con multiplicidad de versiones. En algunos casos, nos topamos con varias versiones de un mismo hecho y una o varias de esas versiones pueden aparecer, a su vez, reflejadas en una multiplicidad de fuentes. Nuestro conjunto de intereses preestablecidos y de ideas apriorísticas condicionarán, en mayor o menor medida, la lectura que hagamos de los textos y condicionarán, del mismo modo, cualquier posibilidad de interpretación de los mismos.
¿Es la historia, por lo tanto, fundamentalmente, una idea erudita o, por el contrario, un romántico y aséptico acercamiento a unos hechos del pasado que nosotros mismos consideramos vivo y activo?; ¿conforma la historia un conjunto de procesos determinados (hechos más un espacio-tiempo concreto) o es el sentido mediatizado dado por el historiador a esos “procesos”?. Propongo una reflexión.
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