30 de agosto de 2017

Fenicia: el auge de las ciudades y el proceso colonizador





Imágenes, de arriba hacia abajo: un mapa que muestra el inicial proceso expansivo fenicia en el Mediterráneo Oriental, sobre todo en Chipre; restos del Templo de los Obeliscos en Biblos; una vista de las ruinas de la ciudad de Tiro, en Líbano y; un dracma fenicio de Arados, del siglo II a.e.c. en el que se observa una abeja con monograma en el anverso y un venado con palmera en el reverso, acompañado de la leyenda en griego alusiva a la ciudad.

Las ciudades fenicias, antiguas urbes marítimas cananeas de la franja central de la costa oriental del Mediterráneo, fueron continuadoras, durante la Edad de Hierro, de sus predecesoras de la Edad del Bronce, si bien el pasado sistema palacial alrededor del cual giraba la organización socio-económica, había declinado.
Con posterioridad a las invasiones de los Pueblos del Mar algunos de estos núcleos urbanos, no tan afectados como otros (Ugarit o Alalah, por ejemplo) por las destrucciones, empezaron a deplegar una importante actividad político-económica regional sin sufrir las interferencias de las potencias circundantes, pues habían desaparecido, estaban en franca decadencia o estaban pasando por un proceso de reestructuración.
Las ciudades de la costa fenicia que remplazan desde la Edad del Hierro a los centros cananeos del Bronce serán Sidón, Tiro y Arvad. El declive de Biblos, motivado tal vez por la desaparición de sus bosques, de gran relevancia en su economía, sería compensado por el apogeo de Sidón durante los siglos XII y XI a.e.c., transformándose en la ciudad de mayor importancia de Fenicia. Sidón fue capaz de emprender la reconstrucción y la repoblación de Tiro (parcialmente afectada), y desarrollar una significativa actividad mercantil debido a que representaba la salida natural para los productos procedentes de la zona de Damasco.
Sidón, que había sido el principal centro del comercio fenicio1, será sustituida, desde el siglo X a.e.c., durante el reinado de Hiram I, por Tiro. Desde ese instante, Tiro se convertirá en la más activa metrópoli fenicia, encabezando la colonización de la isla de Chipre y configurando la formación de empresas comerciales por todo el Mediterráneo y el Mar Rojo.
Los dos estados más poderosos de la región en esa época, Israel y la fenicia Tiro, establecieron una alianza de largo alcance. Tiro proporcionaba ayuda material y técnica útil para la erección del templo y el palacio de Jerusalén, además de cobertura marítima a las actividades del rey Salomón en el Mar Rojo, todo ello a cambio de metales como la plata, productos agrícolas y un acceso privilegiado a las rutas interiores en dirección a Mesopotamia, Siria y Arabia.
Tiro se convirtió en la más importante potencia comercial en todo el Mediterráneo oriental desde el siglo X al VII a.e.c., lo cual conllevó una hegemonía de su corte. Así se entiende que el rey Hiram ordenase una expedición hacia Chipre para exigir el pago de tributo, o que el rey Ithobaal I llegase a conformar un reino tiro-sidonio y promoviese su expansión por un sector del territorio de Biblos. Todo ello sin menosprecio de la alianza con Israel, que trajo como consecuencia un aumento de las influencias culturales fenicias en ciudades como Meggido o Hazor, y en regiones como Samaria.
El siglo IX es testigo de una colonización fenicia, promovida por los tirios, tanto del norte de Siria como de la región de Cilicia (Tarsos), en la actual Turquía, con la finalidad de controlar el acceso a los yacimientos de metales del sudeste de Anatolia. A través de un complejo entramado de factorías comerciales, con escalas en las costas chipriotas y el litoral del sureste de Anatolia, los fenicios de la ciudad de Tiro se adueñan de las actividades mercantiles, que incluyen metales y esclavos2. El predominio se extiende al Tauro y el Éufrates, con rutas que facilitan la penetración en el mar Egeo.
La prosperidad comercial fenicia estaba íntimamente asociada al estatus y poder de sus ciudades, en las que se había producido una constante aumento demográfico y una disminución de la producción agraria.
Las migraciones e invasiones de fines de la Edad del Bronce habían provocado que las ciudades fenicias perdiesen el dominio de territorios en el interior y el sur, poblados por tal motivo por filisteos, arameos y hebreos. Sus áreas de explotación agrícola se vieron reducidas a la región de la costa central, que sufrieron una fuerte intensificación requerida por el crecimiento demográfico. Además, el sobrepastoreo, imperante en virtud tanto de las condiciones del relieve como de las demarcaciones territoriales y políticas de las ciudades-estado autónomas, se convierte en limitantes también de la producción agrícola. A todo ello, por si fuera poco, se unía la deforestación de los montes del Líbano, reductos de las tan apreciadas maderas durante la Edad del Bronce, lo cual ocasionaba una continuada degradación de los suelos y propiciaba el aumento de la aridez del clima.
Como consecuencia de todo esto, durante el siglo X las ciudades fenicias se mostraban incapaces de asegurar el abastecimiento de alimentos que necesitaban sus cada vez más amplias poblaciones. En contrapartida, y como paliativo, los fenicios crearon y sistematizaron una gran producción especializada de manufacturas elaboradas, como marfiles, objetos de vidrio, tallas de madera, y piezas de orfebrería, con la que afrontar los intercambios de productos agrícolas que requerían.
La búsqueda de materias primas impulsó la ampliación de los horizontes mercantiles estimulando, de paso, un proceso expansivo comercial por el Mediterráneo y convirtiendo a los fenicios en verdaderos agentes de difusión e intercambio cultural.
El comercio a larga distancia posibilitaba transferir excedentes de una sociedad a otra. En casos, la transferencia puede llegar a ser el fundamento de la riqueza y el poder de la clase dirigente de tal sociedad.
Precisamente este era el caso de las ciudades de Fenicia, ubicadas en medio ambientes difíciles para obtener el excedente que garantice la estabilidad de los sistemas tributarios de los palacios. Tal dificultad propiciaba esporádicos retrocesos de las áreas urbanas y de aquellas sometidas a la explotación agraria. A principios del primer milenio a.e.c. es verificable una metamorfosis en lo relativo a los contenidos y la extensión de la actividad mercantil que los fenicios llevaban a cabo tradicionalmente.
Paulatinamente, las riquezas naturales y los bienes suntuosos se sustituyen por manufacturas de todo tipo, en tanto que los horizontes mercantiles se amplían sobremanera. Y ello ocurre debido a los problemas para adquirir los excedentes antedichos por mor de condicionantes adversos, de tipo demográfico (crecimiento y concentración poblacional), ecológico (deforestación y degradación de los suelos), social (mayor ciudadanía libre), económico (crisis del sistema de tributos) y político (paulatina pérdida del poder despótico monárquico).
En tal sentido, las causas del movimiento comercial y colonizador fenicio responden al hecho de que había aumentado en el seno de la sociedad fenicia la proporción de personas que vivían del excedente transferido a través del comercio, y no a la presión militar y tributaria proveniente de Asiria, como se ha creído durante décadas. La presión asiria, sin duda existente, sería un elemento más, pero no el más relevante. De hecho, tanto es así que la expansión fenicia por el Mediterráneo, que no es posterior a la novena centuria a.e.c., no coincidió con la época de mayor actividad militar y política asiria.
El conocimiento astrológico y las innovaciones técnicas relativas a la fabricación de embarcaciones y las labores de navegación, posibilitaron que los fenicios se aventuraran por el Mediterráneo en su búsqueda de materias primas y riquezas que requería su actividad comercial. La expansión marítima fenicia sería de mayor extensión y calado que la micénica3. En el occidente del Mediterráneo los fenicios accederían a riquezas mineras en Tartessos, al estaño de las islas Casitérides, al oro y al marfil africano. El periplo se realizaría avanzando de isla en isla, desde Chipre hasta Rodas y Creta (que facilitaban el acceso al continente), para desde allí alcanzar con facilidad las islas del Mediterráneo central, en particular Malta, Sicilia y Lampedusa, frente a la costa norteafricana. Desde esas zonas hasta Cerdeña y, finalmente, hasta las Baleares, sobre todo Ibiza, desde donde se alcanzaba el litoral meridional de la Península Ibérica así como las costas del norte de África. Todos estos fueron espacios colonizados por los fenicios.
Las tradiciones que recopilaron los escritores grecolatinos, así como ciertas referencias en los mitos griegos parecen corroborar el inicio de la expansión colonizadora fenicia en los siglos X y IX a.e.c., aunque la documentación arqueológica no puede demostrar la presencia colonizadora hasta comienzos del VIII. La falta de coincidencia entre las fuentes escritas y las arqueológicas puede explicarse por la existencia de una etapa pre colonizadora cuyas señas de identidad serían un mayor conocimiento geográfico, la realización de viajes muy esporádicos y la creación de pequeños santuarios, verdaderos núcleos a partir de los cuales se articularía, organizativamente hablando, el entramado colonial posterior.
El debilitamiento del sistema de la economía palacial facilitó la aparición en las ciudades fenicias de grupos de iniciativa privada que dinamizaron las actividades mercantiles. A pesar de ello, algunos templos, en concreto los dedicados a Melkart, en la ciudad de Tiro, siguieron desempeñando una función relevante. Como los antiguos karu asirios, eran útiles en la organización y protección del comercio. Es por tal motivo que la más arcaica expansión marítima fenicia se encuentra jalonada por la presencia, en etapas tempranas, y en lugares como Tasos o Gadir, de santuarios. Esa primera fase expansionista parece que no fue obra de una única metrópolis, aunque sería Sidón la ciudad que desempeñaría el rol más destacado. Sin embargo, a partir del siglo X a.e.c. Tiro iría sustituyendo la previa primacía de los sidonios al frente de las expediciones marítimo-comerciales.
En definitiva, la expansión colonizadora y mercantil fenicia por el Mediterráneo, que supuso una organización comercial a gran escala, transformó a sus ciudades, en específico a Tiro, a pesar de sus reducidos territorios y de su muy escaso poderío militar, en centros económicos y políticos de primera magnitud.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.

1 Hasta tal punto su prestigio fue mayúsculo que en los poemas homéricos sidonio era sinónimo de fenicio.
2 El comercio fenicio aparece atestiguado en toda la región gracias a inscripciones que confirman el empleo del fenicio como lengua oficial y que reflejan invocaciones a Melkart, principal dios tirio, por parte de mandatarios de reinos arameos y neohititas del norte de Siria y Cilicia.

3 Los contactos previos con los micénicos habían proporcionado a los fenicios algunas noticias relativas a la presencia de tierras allende los mares. Ambas civilizaciones mantuvieron cercanas relaciones a lo largo del Bronce Tardío, tal y como se evidencia por la presencia de cerámica egea en ciertos yacimientos en todo el litoral cananeo-fenicio, desde Ugarit o Biblos hasta Lakish y Gezer.

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