Imágenes (de arriba hacia
abajo): imagen pintada de Yama (Enma, Yanluo), el Dharmapala o dios iracundo,
sentado delante de su escritorio, en un pergamino del período Azuchi-Momoyama,
final del período Sengoku, último tercio del siglo XVI, Japón; portada del
libro de Mo Yan, en edición española de la editorial Kailas, del año 2009.
Shengsi
pilao (生死疲劳), publicada en 2006,
significa literalmente “el trabajo de vivir y morir”. Se trata de una larga
novela que ha sido traducida en varios idiomas como Las Seis Reencarnaciones de Ximen Nao. Al igual que otros títulos
de Mo Yan, como El suplicio del aroma de
sándalo, por ejemplo, es también una novela histórica que cuenta de un modo
pintoresco e innovador, incluso con dosis de humor, la historia de China en la
segunda mitad del siglo XX a través de los diferentes ojos de un terrateniente
ajusticiado, un tal Ximen Nao (西门闹), que fue ejecutado
(injustamente según él mismo refiere) por los campesinos durante la Revolución.
Una vez ejecutado, termina encontrándose en el reino del más allá, donde lo
espera el gran Rey Yama, el Señor budista de la muerte, que le permite,
excepcionalmente, reencarnarse seis veces. Tal excepcionalidad se debe a lo
cargante que resulta Ximen Nao, de manera que el dios se harta de él. Una vez
convencido de haber obtenido esa gracia, Ximen Nao es engañado por el señor
Yama, que propicia que se reencarne primero en un burro y luego, por este
orden, en un toro, un cerdo, un perro, un mono y finalmente en un niño. Así
pues, encarnaciones animales y solamente al final, en humano.
El
personaje principal es, por consiguiente, Ximen Nao, un terrateniente que muere
“injustamente” en 1950, justo cuando las nuevas corrientes del comunismo
declaran que la tierra debe trabajarse de una manera diferente. Reencarnando en
animales diversos y finalmente en un niño hemofílico, el personaje va
observando calidoscópicamente la transformación del pueblo, los cambios, a la
par que es testigo de la llegada y la despedida de otras generaciones. Cada
ciclo de reencarnación es una oportunidad de redimirse, tal y como mandan los
cánones budistas, pero también es una forma de contemplar otra serie de nuevas
injusticias.
Un
aspecto destacable es que Ximen Nao, antes de regresar al mundo de los vivos en
sus nuevas formas animalescas, se niega a tomar un brebaje que le permita
olvidar todo lo sucedido. De este modo, cuando regresa al mundo de los vivos
bajo otra forma, recuerda siempre quién había sido en su vida anterior
observando de esta manera toda una serie de cosas y situaciones inevitables. Un
factor también determinante radica en el hecho de que todos los animales en los
que se reencarna poseen vínculos con las personas que formaron parte de su
vida. Todo lo que va descubriendo el pobre Nao configura una historia con valor
en sí misma.
Únicamente
al final Ximen Nao se reencarna en un niño, Lan Qiansui (Lan Mil años). Se le
figura como un infante niño parlanchín, con un cuerpo menudo y delgado, una
cabeza inusualmente enorme y una prodigiosa memoria, lo cual le permitirá comenzar
a contar su propia historia. Una historia personal, pero en un ámbito social,
cultural y político concreto, que abarca un período de unos cincuenta años, durante
los cuales Ximen Nao logra deshacerse de cualquier rencor y deseo de venganza
contra aquellos que, el mismo considera, le habían faltado al respeto. El
trasfondo de la historia de Ximen Nao son los pequeños y grandes cambios que
afectarán a China en el transcurso de ese medio siglo, que van desde la reforma
agraria al Gran Salto Adelante, de las comunas populares a la Revolución
Cultural, hasta llegar a la muerte de Mao Zedong y lo que sucedió
históricamente en el país hasta el año 2000. En definitiva, una lección de
historia, interpretada desde una concreta perspectiva.
Pero
mi interés va hacia otra dirección. Tal y como se puede comprobar al leer esta
novela, un elemento religioso-cultural esencial presente es la reencarnación.
Como ocurre con otras religiones de India, el budismo afirma el renacimiento o
reencarnación. La continuidad mental de una persona, con sus instintos y
características, proviene de otras vidas pasadas y continuará en vidas futuras.
En función de las acciones propias y de las propensiones acumuladas por las
mismas, un individuo puede renacer en cualquier forma de vida dentro de una
amplia gama, entendidas como mejores o peores: animal, humana, como fantasma,
demonios u otros estados invisibles. En la novela de Mo Yan son animales
principalmente los elementos de encarnación.
Todos
los seres experimentan un renacimiento recurrente debido a la fuerza de sus
actitudes perturbadoras o negativas, como el apego, el enfado o la conducta
compulsiva que las mismas generan. Si se siguen los impulsos negativos que
emergen en nuestra mente debido a patrones conductuales pasados y se actúa de
forma destructiva, se experimentará sufrimiento e infelicidad, pero si la
persona se involucra en acciones constructivas habrá felicidad. Por
consiguiente, felicidad o infelicidad individual en los renacimientos sucesivos
no es una recompensa o un castigo, sino resultado de las acciones previas de la
persona, de acuerdo con las leyes de la causa y efecto de la conducta. No
obstante, vemos aquí que las sucesivas reencarnaciones de Ximen son claramente
resultado de un castigo, con independencia de si son justas o no.
La
reencarnación (punarbhava) es una
creencia popular asiática, según la cual las personas nacen una y otra vez, en
función de la ley karmática. No obstante, deben tenerse en cuenta también un
par de aspectos cruciales de la doctrina; por una parte, que la reencarnación
ocurre entre una y otra vida, pero también opera de modo constante en la vida
ordinaria; por el otro, que la reencarnación acontece de manera diferente en el
caso de la gente común y en el de aquellas religiosamente prestigiosas.
El
budismo, como otras religiones, se interesa por la muerte y el renacimiento
para beneficio de los agonizantes y los fallecidos, aunque también para ayudar
a los vivos. Las enseñanzas budistas sobre la muerte y el renacimiento se han
aplicado tradicionalmente para instruir a los moribundos, ayudar a que los
deudos comprendan y logren aceptar la muerte de la persona. Cuando el cuerpo
físico muere, nuestra mente se separa de la carcasa corporal. Durante el
proceso del deceso, luego de la extinción sucesiva de los sentidos, la
conciencia se retira a un lugar de reposo, en el centro del corazón.
En
el caso de una persona común (como es el caso en la novela que nos interesa),
la percepción consciente disminuye de forma gradual. Al fallecer le sobreviene
una pérdida de conciencia, parecida a la que se produce al quedar dormido.
Después de cierto tiempo despierta, pero en un principio no se percata de que
ha muerto, hasta que determinadas experiencias revelan lo que ha ocurrido: así,
cuando trata de hablar con familiares o amigos, éstos no perciben la presencia
ni escuchan palabras; frente al sol, no proyecta sombra; si camina sobre la
arena, no deja impronta. Solamente al final se da cuenta de que se ha separado
de la vida; es decir, que ha muerto. Esto es lo que va sintiendo el
protagonista en la novela de Mo Yan.
Un
elemento significativo, incluso para el desarrollo de la trama y las
experiencias del protagonista principal, es el que se encuentra en el rey Yama.
Se trata de un protagonista secundario, pero de extrema relevancia por lo que
decide hacer con Ximen. Es una deidad de la muerte, el señor de los espíritus
de los muertos y también el guardián del inframundo En el hinduismo se concebía
como el hijo de Surya, deidad solar. Su figura será adoptada en el budismo, si
bien su rol y funciones serán un tanto vagas en los textos canónicos, aunque
más específicas en el seno de las creencias populares. En ocasiones, su
desempeño popular difiere un tanto de la filosofía budista.
Yama
determina la justicia que cada alma recibirá tras su fallecimiento, así como el
camino que ésta seguirá después de morir. Tradicionalmente, Yama fue
considerado el primer humano en morir, de forma que su labor es la de presidir
dónde descansarán los muertos. Se le aplica el término Dharma, orden cósmico, pues se dedica a mantener la armonía. Habita
en un palacio en Kalichi, que está dentro de Patala, el inframundo, y en las
regiones situadas por debajo de la tierra. Se le representa con piel verde,
portando ropa roja y una corona brillante con una flor; además monta un búfalo.
A menudo se le muestra llevando una soga que emplea para atrapar a la gente.
En
el marco de la mitología budista Yama es el Rey del infierno; es un dharmapala o deidad iracunda de la que
se dice que juzga a los muertos y preside los narakas o infiernos así como
el ciclo de la otra vida (saṃsāra).
En el Canon Pali budista, aquellos
que han maltratado a sus padres, ascetas, personas santas o mayores deben
enfrentarse, irremediablemente, a Yama.
Los
países Theravādin modernos, como
Tailandia, Laos o Camboya, retratan a Yama enviando la vejez, la enfermedad,
los castigos y demás calamidades a la gente, como serias advertencias de que
deben comportarse de forma adecuada. En la muerte, se convoca al fallecido ante
su presencia; el dios examina su carácter y envía al fallecido al renacimiento
que entiende apropiado, bien sea a la tierra de nuevo (como acontece en la
novela), al cielo o a los infiernos.
En
mitología china Yán es Dios de la muerte y el jefe de Diyu. También se conoce como Yanluo y rey Yan (Yán Wáng). Tanto en épocas antiguas como en las modernas, Yán se
retrata como un gran hombre con cara roja y que frunce el ceño; con ojos
saltones y larga barba. Se viste con trajes tradicionales y una gorra de juez o
bien una corona que lleva el carácter hanzi (王).
Siempre
aparece en una forma masculina. Entre sus acompañantes se incluye un juez que
sostiene en sus manos un cepillo y un libro, en el que anota el nombre de cada
alma y la fecha de deceso asignada. Cabeza
de Buey y Cara de Caballo,
temibles guardas del infierno, traen al recién muerto para el juicio. Aquellos
con méritos serán recompensados con futuras buenas vidas, pero los que
cometieron fechorías serán condenados a futuras vidas miserables, que es lo que
le acontece a Ximen, aunque con la salvedad de que se le concede el recuerdo,
la memoria de sus otras vidas pasadas, una novedad notable que no debe pasar
desapercibida por lo excepcional del caso.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, junio, 2020
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, junio, 2020
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