Imágenes (de
arriba hacia abajo): joya áurea de un ajuar funerario. Tumba del Señor de las
Cabras, Ebla; pila lustral, del Templo B1 de Ebla, datada entre 1900 y 1800
a.e.c. Museo de Damasco; estatua sedente del rey Idrimi de Alalah, de 1400
a.e.c. Museo Británico; pendiente de oro con figura femenina, de Ugarit-Ras
Shamra. Entre 1500 y 1300 a.e.c. Museo de Alepo; planta del Palacio Real de
Ugarit; diosa (tal vez la hurrita Hepa), sedente en cobre de Ugarit. Museo del
Louvre; estatuilla en bronce de deidad guerrera de Ugarit. Entre 1400 y 1300
a.e.c.; y estela del dios Baal con rayo de Ugarit. Bronce Medio. Museo del
Louvre.
La
región llamada por los árabes al-sha’m asiático occidental, y que hoy conocemos
por Siria, fue una zona sin unidad fisiográfica, motivo por el cual fue
pretendida por las potencias de la antigüedad, como Egipto, Babilona, Mitanni,
Asiaria y Hatti. Habitada desde la época del Neolítico (Mureybit, Ramad,
Bouqras o la misma Ugarit), su entrada en la historia se produce con Ebla. A
fines del III milenio la región estuvo bajo el influjo político-cultural acadio
y egipcio, mientras que en el siguiente milenio Siria vivió la fragmentación de
pequeños varios reinos. A finales del II milenio los arameos fundan varios
reinos de pequeña extensión, como Aleppo, Karkemish o Damasco, que acabarían en
manos asirias al inicios del I milenio. Sólo posteriormente Siria estuvo bajo
el control neobabilonio, persa y
seléucida, para caer en manos romanas desde el 63 a.e.c. y durante cuatro
siglos.
En
la Ebla del III milenio la edificación más relevante fue el Palacio Real G, con
fundamento de piedra y hecho con adobe, que fue residencia palatina, centro de
almacenamiento, palacio administrativo y lugar de vínculo entre la población y
la elite real. Su espacio se articulaba desde un patio porticado (Patio de las
Audiencias). Otras obras destacadas fueron el Palacio Real E, también en torno
a un patio rectangular, con habitaciones en tres de sus cuatro lados; el
Palacio Administrativo Q, con varios hipogeos empleados como sepultura de la
familia real de Ebla, y posteriormente destruido por los hititas hacia 1600
a.e.c.; el Gran Templo D, probablemente dedicado a la diosa Ishtar y decorado
con esculturas y relieves, amén de varios objetos de culto; y el Templo N,
dedicado al dios Shamash.
Un
tipo de construcción de gran importancia lo conforman las cámaras subterráneas
en forma de hipogeos que debieron formar, casi con seguridad, una necrópolis.
Se pueden enumerar la Tumba de la Princesa, en cuyo interior aparecieron
vasijas de piedra y cerámica, además de objetos de oro; la Tumba del Señor de
las Cabras, en la que se hallaron restos cerámicos y pétreos al lado de los
huesos de un caballo y un carro de bronce, al margen de piezas de muebles y
ofrendas de animales; y la Tumba de las Cisternas.
En
la escultura hay que mencionar las pequeñas cabelleras femeninas, que solían
usarse sobre esculturas religiosas, un toro androcéfalo acostado, la
sacerdotisa velada, figura femenina sedente (tal vez una princesa), pero sobre
todo, las esculturas acéfalas y la serie de terracotas femeninas. Entre las
esculturas sin cabeza, hechas en basalto, sobresale un rey barbudo, con la copa
de las ofrendas, y un personaje sentado, que pone las manos sobre sus rodillas
y va descalzo; las terracotas fueron fabricadas a mano. Figuraban mujeres,
habitualmente desnudas, y haciendo el gesto de sostenerse los senos. Finalmente
también se modelaron vasos en forma de cabezas femeninas.
Los
relieves principales son aquellos que decoraban las caras de las pilas
cultuales rectangulares, que aparecieron en los templos. Tres de sus lados, y a
veces cuatro, aparecen decorados con figuras zoomorfas y humanas, organizando
composiciones mitológicas cuyo principal tema sería el banquete en homenaje a
una deidad. Entre las más importantes tenemos la pila del Gran Templo D, con el
tema del banquete en su lado principal, y con presencia en los menores de
dragones alados, cazadores de fieras y héroes con el Agua de la Vida, la del
Templo B1 y la pila de caliza del templo N. Hubo también relieves que decoraron
muebles lujosos, representando figuras femeninas, guerreros y animales.
En
la glíptica, los sellos cilíndricos mostrarían el tema de los seres míticos y
héroes que batallan para proteger los rebaños y el de la diosa sosteniendo
leones. En los bordes suelen aparecer cabezas de animales, hombres-toro y
cabezas humanas. La orfebrería eblaíta está representada por collares,
brazaletes de oro y un anillo nasal encontrado en la Tumba de la Princesa, así
como bandas doradas, colgantes en forma de águila, pendientes de oro y un
collar con colgantes en forma de bellota en la Tumba del Señor de las Cabras.
En este mismo especio funerario también fue hallada una copa de plata con una
inscripción, quizá el nombre del difunto (Immeya).
En
Alalah, y en la ciudad cercana al mar de al-Minah, salida natural del reino de
Yamkad, encontramos una arquitectura en base a palacios y templos. En el primer
caso, destaca el Palacio real, hecho de adobe y con un entramado de madera, que
pudo tener hasta tres pisos de alto y estar pintado en su interior, y en el
segundo, un templo de planta cuadrangular, dedicado a deidades locales. Otro
elemento a tener en consideración es la puerta de la ciudad.
La
plástica de Alalah fue de poderosa influencia hurrita. Están presentes estatuas
de leones hechas con basalto; felinos con las fauces abiertas que aparecieron
en la tumba del rey Idrimi; una cabeza de carnero; la cabeza varonil: el torso
de basalto de Sefiré y la estatua del rey Idrimi. Los dos últimos son los más
notables ejemplos de la escultura. El torso es una espalda con una inscripción
con el nombre Aduniabia, mientras que la estatua de Idrimi, datada hacia 1500
a.e.c., muestra un barbado rey sedente, con manto y gorro. Se trata de una
estatua de carácter funerario usada como imagen para el culto del monarca. La
estatua está recubierta de una inscripción en acadio.
En
yacimientos como Emar o Tell Fray (identificada con Shaparu) han aparecido
restos artísticos interesantes. En el primer caso, vestigios urbanos (palacio,
santuarios, sectores urbanos con planimetría rectangular), cilindro-sellos y
textos cuneiformes; en el segundo, ruinas de un par de templos, parte de la
zona residencial y un palacio.
En
el estrato arqueológico H de Hamah aparecieron estructuras de habitación,
silos, ídolos femeninos, armas y cerámica; en el G cerámica de origen mitannio,
chipriota y micénico; mientras que en el F, que es el de la ocupación aramea,
un complejo palacial con patio ornamentado con ortostatos y bajorrelieves de
leones, una puerta monumental y varias figurillas de terracota, cilindro-sellos
y fíbulas micénicas. Lo más relevante son dos piezas. Una, es la figurilla de
una deidad sedente, barbada, hecha en oro y bronce, tocada con una tiara y
vestida con un faldón. Se ha datado en el siglo X a.e.c. La otra, un torso de
basalto del siglo VII a.e.c. En Qatna, por su parte, se hallaron restos de un
palacio provincial y de un templo de la Edad del Bronce, además de armas, vasos
y una estatuilla en bronce de un dios sentado sobre un taburete. En Terqa,
capital del reino de Khana, destaca sobremanera su muralla, un par de templos
(dedicados a Dagan y a la diosa Ninkarrak), y un palacio administrativo.
En
el nivel III de Ugarit (Ras Shamra), del Bronce Antiguo, aparecieron restos
cerámicos del tipo anatólico así como del El Obeid y del Halaf; en el nivel II
(Bronce Medio, hacia 2100 a.e.c.), se constata la presencia de gentes
anatolias, y desde 1900 la creación del reino de Ugarit por los amorreos, una
época en la que se erigieron monumentos como el Palacio Norte y los Templos de
Baal y Dagan. En el Bronce Reciente (1600-1200 a.e.c.) se produce el apogeo de
la civilización ugarítica. La dinastía de Niqmadu I embellecerá la ciudad con
residencias entre las que destacó el Palacio real.
Los
conjuntos arquitectónicos lo configuran palacios y templos. El Palacio Norte
presenta cámaras, patios, pasajes y numerosas salas, todo ello distribuido en
torno a dos patios principales. El Palacio real, del Bronce Reciente, constaba
de salones y noventa habitaciones dispuestas alrededor de cinco patios
interiores y un jardín. Debió tener un piso superior, tal vez destinado a
actividades oficiales y a residencias privadas. Al margen de los palacios,
debemos destacar tres cámaras abovedadas de carácter funerario, que debieron
ser parte de una necrópolis real. En cuanto a las construcciones sacras, los
templos, se ha señalado la relevancia de los templos de Dagan y de Baal, a los
que habría que sumar el denominado Santuario hurrita y el Santuario de los
ritones.
El
templo de Baal poseía unas escaleras de las que se infiere la presencia de una
torre o terraza sobre la que, muy probablemente, se llevarían a cabo ceremonias
de tipo religioso. El Santuario hurrita, llamado también del hacha mitanni,
debió funcionar como capilla palatina, mientras que el de los ritones disponía
de un porche que conectaba con una sala por medio de un corredor, en donde
había una serie de banquetas corridas de piedra.
En
relación al urbanismo, se puede señalar que las calles, de corta longitud y
bastante angostas, además de laberínticas, determinaban la estructuración de
barrios en la ciudad, aunque no hubo un urbanismo organizado. El barrio próximo
al Palacio real era un barrio residencial de viviendas de gran factura.
Destacan la Casa de los alabastros, propiedad de un diplomático egipcio, y la
vivienda de Rashapabu, el prefecto del puerto de Ras Shamra. Esta última tenía
dos pisos y contaba con letrinas, pozo propio y una tumba subterránea. Otras
viviendas destacadas son la Casa del letrado, la Casa del Gran Sacerdote y la
Casa de Rapanu, nombre de un escriba del Palacio, que tenía además de tumba
subterránea, treinta y cinco habitaciones y hasta una biblioteca privada.
Resulta curioso comprobar que las casas ugaríticas fueron entendidas también
como lugar de reposo e inhumación, pues bajo el pavimento solía estar el
sepulcro familiar, con una estructura rectangular y cubierta con dinteles o
bien con falsas bóvedas.
La
escultura de Ugarit es en piedra y también hecha con metales. Entre la estatuaria
en piedra destaca una estatua sedente con vestimenta de influencia
mesopotámica; una estatua de un hombre sentado sobre un trono, del Bronce
Medio, que lleva una flor de loto en la mano izquierda; una estatuilla de un
nubio con un vaso sobre la espalda, hecha en alabastro; y una figurilla de
caliza que representa un carro tirado por un par de caballos galopando. Además
no se pueden olvidar las pesas pétreas con formas de animales, como leones,
toros o aves. Las estatuillas metálicas suelen ser de cobre o bronce. Sobresale
entre ellas la de la mujer sentada, que fue encontrada en el Santuario hurrita,
hecha en cobre con hilos dorados y de plomo, tocada con un turbante y vestida
al modo sirio. Probablemente sea una imagen de una diosa hurrita de nombre
Hepa. Además, es notable también una estatuilla viril en cobre. En la segunda
mitad del segundo milenio abundan las estatuillas en bronce recubiertas de
láminas de oro, que representan, tal vez, a un dios Baal de pie, en marcha y
tocado con una tiara. La posición de los brazos pudiera indicar que portaba
alguna lanza, hachas de guerra o, quizá, una maza. Otras representaciones
relevantes son los bronces que figuran deidades, o tal vez reyes, que están en
actitud de bendecir. Uno de ellos, recubierto en oro, representa al dios Illu
(El), con un manto sirio y tocado con una corona osiriana. Otro, es la
figurilla de Minet el-Beida, forrada de plata y oro, que lleva en el brazo
derecho un brazalete y aparece tocada con una corona egipcia.
Algunas
pequeñas estatuas femeninas figurando a diosas también son de notable factura,
pues en las mismas apareció el tipo de estatuilla que muestra a la mujer
bendiciendo. Destaca la diosa de Ugarit, que quizá represente a Elat, esposa de
El, sedente y en clara actitud de bendecir. Otras representaciones, finalmente,
serían un hacha de guerra con forma de cabeza de leona; la figura de un toro de
pie sobre zócalo rectangular, y sobre todo, los halcones en bronce que llevan
el pschent o doble corona egipcia.
Los
relieves y estelas, de función religiosa, debieron tener cierta relevancia. Del
período del Bronce Medio destacan tres estelas monolíticas en las que se
muestran dioses sirios. La primera, con una vestida diosa Anat, con un símbolo
religioso en su mano y armada con una lanza; la segunda, mostrando a un dios
joven de pie, quizá Baal, con cetro y una lanza; y la tercera, otra deidad
(probablemente el dios Mot, la Muerte), con el brazo izquierdo levantado,
llevando un emblema o arma, mientras en la derecha porta un cetro. Entre las
estelas debe destacarse la estela de Baal con el rayo (siglos XVII-XV a.e.c.),
en la que vemos una deidad de pie, tocada con casco con dos cuernos, sobre una
montaña, llevando en su mano diestra una maza y blandiendo en su izquierda una
lanza. Su vestimenta es de inspiración egea. Entre su pierna izquierda y la
lanza aparece un personaje minúsculo, vestido con túnica y de pie sobre un
pedestal, que puede referir algún rey de Ugarit. Finalmente, se cuenta con dos
estelas votivas, en una de las cuales aparece un acuerdo suscrito por un
príncipe cercano y el soberano de Ugarit, mientras en la otra se observa a un
rey ugarítico sentado realizando un tributo cultual en honor de la deidad El,
que aparece en actitud de bendecir.
En
la orfebrería se encuentra instrumental cotidiano, como vasos, azuelas, armas,
pesas, hachas, agujas, y estético (estatuillas de deidades), además del
ornamental, como joyas y torques broncíneos. Sobresale sobremanera el depósito
de fundación en el subsuelo de la Casa del Gran Sacerdote, donde aparecieron
una espada con cartucho real con el nombre del faraón Mineptah y un trípode en
bronce. También destaca el hacha ceremonial con engaste en cobre en forma de
verraco y con cabezas de león.
Entre
las joyas encontramos pendientes en formas de animales, medallones con diosas,
amuletos, crecientes lunares, discos, anillos y brazaletes. No obstante, lo que
más destaca son los vasos historiados, de los que destacan un par de ellos, en
oro: una pátera y una copa. En la primera se simboliza una cacería regia. En el
medallón central, símbolo del sol, se observan cinco cabras. La copa, por su
parte, presenta en su friso externo escenas de animales reales y fantásticos al
lado de una cacería del león; en un segundo friso se aprecian toros y leones
frente al árbol sacro, mientras que en el medallón central tenemos también
cinco cabras salvajes. Finalmente debe hacerse alusión al tesoro de metales
preciosos encontrados en una jarra cerámica, en el que se cuenta con un ritón,
alfileres de plata, un puñal de oro y cuencos en plata y electro.
Las
obras en marfil, tanto de hipopótamo como de elefante, y de fuerte influencia
egipcia y egea, también fueron predominantes. Se destaca el denominado panel
doble, que apareció en el lecho de la habitación del príncipe del Palacio real.
Cada panel se encuentra adornado con combates de animales y motivos de caza. En
la placa central aparece una diosa alada cobijando con sus brazos a un par de
adolescentes gemelos. En otro panel se observan escenas de la vida pública del
soberano. En una de las placas, el rey amenaza con la espada a un enemigo que
está arrodillado delante de él.
En
marfil de elefante se tallaron botes cilíndricos, entre los que sobresale la
tapa de bote de Minet el-Beida, datado en el siglo XII a.e.c., en el que un
bajorrelieve muestra a una sedente diosa de las cabras salvajes, con sus senos
al aire y vestida con faldellín. Una pieza sobresaliente es un olifante
(instrumento para anunciar festividades y acompañar ofrendas sacrificiales,
según la Biblia), en el que está esculpida una diosa desnuda con sus manos
sobre el pecho alrededor de la boquilla del instrumento. A ambos lados de la
deidad se ven esfinges aladas. Otro ejemplo notable es la cabeza imberbe con
tocado, que representa a una princesa, sacerdotisa o, tal vez, un dios juvenil.
Finalmente, debe hacerse mención de los botes de tocador, hechos con marfil de
hipopótamo, con forma de patos con sus cabezas vueltas hacia atrás.
Para
terminar, los cilindro-sellos en fayenza y piedras duras, habituales para la
autentificación documental y de propiedades, presentan una temática mitológica,
en la que participan deidades, como Anat o Baal, escenas del héroe desnudo
entre leones y diosas aladas, además de
escenas de cacería en las que participan reyes y príncipes.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, noviembre, 2020.
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