24 de octubre de 2023

A través del mito: Roma entre Troya y Grecia

Imagen: pintura, hoy en el Museo Arqueológico Nacional, Nápoles, en la que se ve al médico Lápix, que cuenta con la ayuda de Venus, sanando a Eneas de una herida recibida en Italia durante la lucha del héroe contra Turno, el rey de los rútulos.

Roma sintió la necesidad de apropiarse, y vincularse, con un mito foráneo para fundamentar su propia mitología histórica desde Augusto. El conocido mito de Eneas fue un mito arcaico pero de dimensión mediterránea, que fue clave en esta formulación. Este príncipe troyano homérico, sobrino de Príamo e hijo de Anquises y Afrodita, es mencionado en las tradiciones que hablan de Occidente solo a partir del comienzos del siglo VI, en la obra del poeta Estesícoro de Hímera, quien habría descrito la partida de Eneas y su padre hacia Hesperia; esto es, a Occidente. Esto se observa en un relieve imperial romano tardío, la Tabula iliaca, que atesora una representación de los poemas perdidos de Estesícoro.

El tema de la huida de Troya de los supervivientes de la conquista de la ciudad era conocido en la Italia meridional, en Sicilia y en Etruria, desde finales del siglo VII. A partir de finales del siglo VI a.e.c., aumentan las representaciones de la salida de Eneas de Troya en la decoración de la cerámica ática de figuras negras, en algunas tetradracmas del Quersoneso tracio, y en una piedra en bajorrelieve de la colección del duque de Luynes, hoy en Biblioteca Nacional de París. Sólo a mediados del siglo V Damasto, un historiador de Sigea, maestro de Helánico de Lesbos, es el que convierte a Eneas en el fundador de Roma, preciso dato luego recogido por Dioniso de Halicarnaso.

El hecho de que los griegos propusieran hacer de Eneas el fundador de Roma no implica que los indígenas (aquí los romanos), aceptaran favorablemente la sugerencia. Roma era una ciudad del Lacio ocupada desde hacía siglos. La historiografía helenística situaba su fundación a finales del siglo IX, caso de Timeo, o a mediados del siglo VIII, como apuntaba Varrón, terminando por adoptarse como convencional (y tradicional) la conocida fecha de 753. Es probable que Roma, en esencia el entorno del patriciado, tuviese que elegir entre una opción griega y otra troyana para la fundación de la ciudad. La opción troyana tenía una indudable ventaja: no hacía descender, ni depender, a Roma del mundo griego en una época en la que el diálogo y la confrontación con las colonias griegas de Occidente hacía poco deseable tal dependencia.

La Roma de los Tarquinos prefirió opciones intermedias entre lo estrictamente local, del Lacio, y lo puramente griego; por tanto, la opción etrusca para el poder regio del siglo VI, con la presencia de soberanos surgidos de familias griegas de Corinto, pero “aclimatadas” en Etruria, y la troyana para la fundación de la ciudad. No obstante, poco después de adoptar la leyenda de Eneas por parte del patriciado romano, el cada vez mayor poder de la plebe condujo hacia un alejamiento temporal de la leyenda en relación a Roma. En el siglo IV a.e.c., Eneas estaba como en casa en Lavinia, ciudad del Lacio cercana a la costa, hacia el sur, mientras en Roma cobraría mayor relevancia el mito de Rómulo.

El mito de Eneas fue, en todo caso, recuperado, desarrollado y, sobre todo, codificado en la época de Augusto en la suerte de nueva epopeya homérica que confecciona Virgilio, la Eneida, loa política relativa al fundador de Roma, identificado con el primer emperador romano. Eneas apareció así como el fundador de Lavinia, dejando a Rómulo la fundación de Roma. Estas fases de la elaboración del mito tienen el mérito de dejar entrever cómo se construye un relato legendario en relación con la historia y las elecciones político-ideológicas de la época. Al dirigirse a Hesperia con su padre a hombros, Eneas no escapó a los griegos, sino que fueron ellos mismos, en el entorno de las colonias occidentales, los que le hicieron dirigirse hacia allí, y quienes se lo propusieron a los romanos como fundador mítico de la Urbs. Roma aceptó, pues de este modo escapaba a una forzada atribución de una madre patria griega, todavía poderosa, en tanto que Troya contaba con la ventaja de que había dejado de existir.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, octubre, 2023.

 

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