1 de marzo de 2024

Imaginación, escatología y mito en el arte de Etruria (III)










Imágenes, de arriba hacia abajo: estatua votiva en bronce de un joven, de Chiusi, datada entre 530 y 480 a.e.c.; escultura en bronce del dios Tinia, datada en el siglo V a.e.c.; estatua de bronce del Dios bifronte Culsans; estatuilla de Apolo, hoy en el Metropolitan Museum of Art; figura en bronce de arúspice etrusco, datada en el siglo IV a.e.c.; figurilla en bronce de un joven o un sacerdote ofreciendo una libación, fechada en el siglo II a.e.c.; Tumba de la Cuadriga Infernal, decorada con pinturas murales y con un sarcófago de alabastro; fresco de la Tumba de los Augures, en la necrópolis de Monterozzi, Tarquinia, del siglo VI a.e.c.; danzantes de la Tumba del Triclinio, en Tarquinia, hacia 480 a.e.c.; y pintura mural en una cámara funeraria de la Tumba de los Leopardos, también en Tarquinia, y fechada entre 480 y 450 a.e.c.

Destacan también en la escultura etrusca en piedra las urnas de alabastro, labradas en distintos talleres artesanales de Volterra. Los relieves que las decoran están focalizados conflictos de temática griega, (así las series de Filoctetes, Troilo, Ifigenia, Télefo, Agamenón o Helena). Es probable que tales decoraciones respondan a las luchas que agitaban a las ciudades etruscas.

De finales del siglo III a.e.c., son la urna de Larth Pumi Curce y la de su hijo Arnth Purni Curcesa. En el frontal del primero se aprecia un combate troyano o tal vez céltico, mientras que en sus lados laterales se observan dos motivos poco habituales en el repertorio iconográfico etrusco; se trata del suicidio de un guerrero hoplita, que introduce su espada en el vientre, y el intento de un pájaro de cegar a otro guerrero picoteándole los ojos, una escena interpretada como la llegada de la muerte. Se ha dicho que la escena aludía al histórico duelo entre Marco Valerio Corvino y un galo, descrito por Tito Livio (VII, 25-26). En el momento del combate, un cuervo se posó sobre el casco del romano señalando la derrota del galo, a quien picotearía ojos y rostro, ocasionándole la derrota y la muerte. El romano en recuero de tal incidente adoptaría el sobrenombre de Corvus-Corvinus. El inconveniente aquí es que el personaje atacado por el pájaro representado en la urna va tocado con un casco corintio, por tanto no es un galo. La segunda urna muestra el motivo de Caco y de los hermanos Vibenna.

Las estelas funerarias presentan influencias iconográficas orientalizantes, especialmente sirias, dóricas y jonias. Entre ellas destaca la de Avele Feluske de Vetulonia, fechada en el 630 a.e.c., en la que se observa al personaje como un guerrero armado, con yelmo corintio crestado y un escudo redondo, blandiendo un hacha bipennis, un signo de mando. La estela, con la más antigua inscripción funeraria de Etruria, le fue dedicada por Hirumina Phersnachs, un compañero de armas. Otras estelas de relevancia son la de Avile Tite, de Volterra, del 530 a.e.c.; la de Larth Tharnie, en torno a 550 a.e.c.; y aquella de Larth Ninie (525 a.e.c.). En las Estelas de Felsina, de los siglos V y IV a.e.c., suele aparece el difunto en su viaje al Más Allá (a veces en carro), al lado de representaciones de banquetes, celtomaquias, combates funerarios y danzas variadas. Una de las más renombradas muestra la escena de amamantamiento de un niño por una loba, en alusión a la infancia de Ocno, el mítico fundador de Felsina y de Mantua. Algunas presentan, además, inscripciones, como la Estela Giardini Margherita, que perteneció a una mujer, de nombre Rakvi Satlnei, descendiente de alguien de nombre Aivas Talmuns.

En la conocida como Estela Malvasi Tortorelli se representan dos terneras rampantes en torno a un Árbol de la Vida, un tema presente en los relieves neo asirios y que estará presente en Etruria desde el siglo VIII a.e.c. Entre los relieves, si bien no es realmente etrusco, sino romano imperial del siglo I, sobresale la lastra fragmentaria de Caere, que formaba parte del Trono de Claudio, sobre la cual, fueron personificados, identificados con nombres, tres pueblos etruscos, los tarquinienses, simbolizados por su héroe epónimo, Tarconte, velado como un arúspice; los de Vulci, mediante una mujer o deidad sedente, con una flor o un pájaro en su mano; y los vetulonenses, con un hombre (o deidad marina) de pie con un timón sobre el hombro, y al lado de un árbol. La obra recogería todos los quince populi de la Liga etrusca de tiempo imperial, pudiendo hacer las veces de pedestal para una imagen del emperador Claudio.

La pintura etrusca se puede estudiar desde ciertas placas de terracota, a partir de las cámaras sepulcrales y la cerámica. Es más que probable, además, que la pintura decorase los muros palaciales, los de los templos y aquellos de las majestuosas mansiones de los nobles. Su significado sería mitológico, simbólico y escatológico.

Se pueden organizar cuatro ciclos en la evolución pictórica, en cada una de las cuales es cada vez mayor la influencia griega. En primer lugar, el ciclo de los maestros arcaicos (siglo VI a.e.c.), con influencias jonias; el segundo, el de los maestros del estilo severo, del siglo V a.e.c., quienes son los autores de la mayoría de las series pictóricas de Chiusi y Tarquinia; un tercero, con influencias clásicas, en la siguiente centuria, que implica la adaptación al arte ático; y el cuarto, ciclo del helenismo, ente lo siglos III al I a.e.c., caracterizado por adaptar nuevas experiencias artísticas helenísticas y romanas.

De la etapa orientalizante, previa a estos ciclos, son las pinturas que ornamentan la Tomba dei Leoni Ruggenti, con cuatro leones rugientes, figurados debajo de unas aves acuáticas. Datadas entre 690 y 680 a.e.c. son las más arcaicas pinturas etruscas conocidas hasta hoy en día. Se ha especulado con que las aves, al ser migratorias, aludirían al paso de la vida a la muerte, en tanto que los agresivos felinos simbolizarían el mundo infernal. Con una temática de gusto oriental están las pinturas de la Tomba degli Animali Dipinti y las de la Tomba dei Leoni Dipinti, las dos en Caere, con presencia de héroes, fieras y palmetas. Ya en las pinturas de la Tomba Campana de Veyes, del 600 a.e.c., hay rasgos inspirados en Creta, con figuras zoomorfas y humanas, además de plantas y monstruos componiendo escenas.

En el primer ciclo el medio pictórico fue aplicado como una decoración funeraria directa, con centro en Tarquinia, así como en la decoración de ambientes religiosos, funerarios y civiles, hechas sobre paneles de terracota (los pinakes) que se fijaban en las paredes. Tal técnica se difundió especialmente en Caere, y posteriormente en Veyes. En la mencionada Tarquinia, la Tomba dei Tori, de mediado el siglo V a.e.c., es un referente esencial. En un estilo jónico, muestra el tema mítico del héroe Aquiles acechando a Troilo detrás de una fuente. Encima de tal tema aparecen un toro echado y otro embistiendo, al lado de un par de escenas de contenido erótico.

Por su parte, en la Tomba degli Auguri, se encierra un mundo de creencias etruscas, pues se figura la despedida del difunto, el tema de la puerta cerrada, tal vez la Puerta del Más Allá, el tema del Phersu y un concurso de lucha. En la Tomba delle Leonesse, aparece el tema del banquete. En la pared del fondo se muestran músicos y danzantes en torno a una crátera. La Tomba della Caccia e della Pesca, sobresale por sus pinturas naturalistas. Sus dos cámaras recogen un festivo banquete familiar en el que los personajes bailan y juegan entre árboles cargados de coronas ornamentales o regresan de cazar o incluso se hallan pescando.

En las pinturas de segundo ciclo debe comentarse la Tomba della Scimmia, en Chiusi, en cuyas paredes se ve a la propietaria con parasol y tocada con el tutulus, y ante la cual se desarrollan juegos que la homenajean. Se observan danzantes, músicos, guerreros y pugilistas, bufones, hombres a caballo y una mona ligada a un árbol, además de una carrera de bigas. En Tarquinia, en varias tumbas, la del Triclinio, Letto Funebre, Scofra Nera y Leopardi, se verán los nuevos planteamientos pictóricos del ciclo, pues en todas ellas aparece el banquete figurado en las paredes del fondo, con danzas en las laterales. Ya desde la mitad del siglo V a.e.c..se empobrece la escala cromática y se reduce la ornamentación, comenzando a introducirse la temática del viaje de Ultratumba, genios y demonios alados, amén de distintos símbolos ctónicos.

En el tercer ciclo, varios centros de la Etruria interior aceptan y adoptan el arte ático, llegado desde la Grecia continental y desde las colonias de la Magna Grecia. Se aceptan temáticas del helenismo clásico, además de novedosas fórmulas pictóricas, como la perspectiva, el retrato o el sombreado. En Tarquinia, en la necrópolis de Monterozzi, destaca ahora la Tomba del Orco (I, II y III), propiedad de los Churinas o Murinas, mientras que en Volsinii, las tumbas Golini I y II. En sus escenas ya se observa la presencia del demonio Charun, además de la pareja infernal Aita (Hades) y Phersipnei (Perséfone), junto al conocido y previo tema del banquete. Los personajes representados se referencian con sus nombres. En la tumba de Golini I (o de los Velii) se figura al difunto llegando all Más Allá en un carro tirado por caballos. Allí, en presencia de llas deidades infernales, se lleva a cabo un fastuoso banquete.

En Orco I, sobresale la figura de la joven Velia, esposa de Arnth Velcha, que participa a su lado en el banquete. Su perfil muestra una cabeza, de enigmático rostro, tocada con una guirnalda. En una de las paredes aparecen representados, sobre otro lecho, Ravnthu Thefrinai junto a su esposo, Velthur Churina (o Murina), que fuera un alto magistrado (zilath mechl rasnal), rodeados de algunos de sus vástagos. En la magnífica Tomba del Orco II se figura el mundo de la Ultratumba (Nékya) representado al modo de la imaginería de la mitología griega. Se vea a Gerión ante Aita y Phersipnei, que están sentados en sus tronos; la sombra, (hinthial o alma) del adivino Tiresias entre Áyax y Agamenón; el suplicio de Sísifo; y finalmente, Teseo.

El alma, fantasma o sombra del adivino, entre dos héroes griegos, se encuentra en el paisaje de un cañaveral. La figura, vacía de rostro, es identificada por el nombre del mítico adivino, quien medita acerca de la suerte de las almas, representadas por unas diminutas figuras negras antropomorfas (animulae). Como si de insectos se tratase, revolotean entre las cañas, esperando, según reza la doctrina pitagórica, reencarnarse y volver a ser de nuevo personas. También resulta factible que las esquemáticas pequeñas figuras simbolicen las sombras de los muertos (eidola), evocadas por Tiresias, quien a pesar de su fallecimiento, mantenía el don de profetizar.

En la Tomba degli Scudi, en Tarquinia, aparece el episodio de despedida del difunto, el cortejo y un banquete, en el que participan los miembros de la familia Velcha. Sus rostros configuran una galería de retratos, que destacan por la meditación y la tristeza. El nombre de los dos personajes principales, Larth Velcha y su mujer Velia Seitithi, aparecen escritos detrás de sus cabezas. El orgullo nobiliario se aprecia en un texto que alaba la personalidad del titular del sepulcro.

De especial relevancia e interés son las pinturas de la Tomba della Quadriga Infemale, datas a fines del siglo IV a.e.c., muy novedosas por su iconografía, por la vivacidad de su colorido y la articulación de sus cuatro campos pictóricos. En ellos aparecen una cuadriga de animales fantásticos, con dos leones y dos grifos sin alas, conducida por un demonio, tal vez Charun o Nathum, a la que precede una figura alada; una pareja masculina que se acaricia sobre una klíne, asistida por un joven portador de un colum; una gran serpiente de triple cabeza, todas ellas con crestas y barbudas, sobre un cuerpo en espiral y, finalmente, un hipocampo figurado sobre el frontón.

En el cuarto ciclo, en coincidencia con la conquista de Italia por los romanos, ciertas ciudades etruscas, Caere, Tarquinia y Vulci en especial, conocieron un impulso pictórico a partir de lo planteamientos artísticos del helenismo, de Roma y de los pueblos itálicos. Se imitaron modelos clásicos, sobre todo en el tratamiento de los tipos aislados, ahora auténticos retratos. La temática dominante se focalizó en la suerte de la persona en el Más Allá, como puede verse en la referida, y célebre, Tomba Francois de Vulci. Aquí, las pinturas, del siglo III a.e.c., rompen con las tradiciones pretéritas al evocar hechos históricos con el uso de personajes de la leyenda homérica y etrusca, al lado de los miembros de la familia Saties, la titular del sepulcro. Vel Saties, coronado de laurel y vestido con la toga picta, en pie se dispone a interpretar el vuelo de un pájaro. Este es uno de los más logrados retratos del arte etrusco. Está presente, asimismo, la diosa Vanth, con sus alas desplegadas, y el demonio Charun, de color azul y armado con un martillo.

De finales del siglo II a.e.c. es la Tomba del Tifone, en Tarquinia, propiedad de la familia Pumpu. Su pared derecha está decorada con ciertos miembros del linaje que son conducidos al Más Allá por varios demonios monstruosos. Los personajes aparecen togados, en una disposición análoga a la de algunos bajorrelieves romanos. En la pilastra central un par de gigantes alados con pies anguiformes (Tifones), sostienen la comisa y a una figura femenina.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2024.

 

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