Imágenes: mapa del área de Yamato y línea sucesoria imperial Yamato (desde el siglo I a.e.c. a finales del siglo IV).
A
finales del siglo IV comenzaron a construirse grandes túmulos funerarios,
denominados kofun. Estos túmulos, con sus abundantes y preciados bienes
sepulcrales señalan que fue en esta época cuando surgió en la región de Yamato
un poder central poderoso y próspero capaz de movilizar una gran cantidad de
población a su servicio. El nuevo Estado unificador estaba encabezado por un rey,
Ókimi, el principal jefe entre los jefes tribales (kimi). Sometiendo a los
demás, el rey señalaba en cada kuni sometido un territorio bajo su dominio
directo, otorgando objetos de bronce, espejos y espadas principalmente, que
simbolizaban la subyugación pero también un reconocimiento del poder local.
En
el siguiente siglo los reyes de Wa aparecen citados en las fuentes chinas. La
Crónica de Song menciona cinco reyes de Wa que tributaron a la dinastía meridional
de China. Se trata de San, Chin, Sai, Kó y Bu, quienes corresponderían a los
monarcas que en la Crónica de Japón o Kojiki
serían conocidos como los tennó Nintoku, Hanzei, Ninkyó, Ankó y Buretsu. Eran
reconocidos como soberanos de Wa por medio del otorgamiento de un título
militar (Pacificador) de un territorio, desde la óptica china, bárbaro, territorio
que incluía regiones del sur de Corea.
En
esta misma época, aparecen en la península de Corea, con notable influencia
política y cultural de China, tres reinos, llamados, respectivamente, Paekche,
Silla y Koguryó. El estado de Yamato mantenía contactos tanto con Silla como
con Paekche, además de un grupo de reinos meridionales de menor tamaño que
recibe el nombre de Kaya. Estos Estados coreanos se aliaban
en ocasiones, pero otras veces luchaban entre sí, buscando apoyo de uno u otro
reino chino, además de Wa. El rey de Wa contaba con Mimana, un pequeño
territorio colonial en Kaya, bajo su control, como base de operaciones
comerciales. Sería abandonada en 562 debido a las arremetidas de Silla.
Las
continuas guerras en China y Corea causaron que muchos refugiados llegaran al
archipiélago japonés. Algunos eran miembros de casas reinantes o incluso nobles
protegidos por los reyes de Wa, si bien la mayoría era gente trabajadora que
traía nuevas tecnologías en distintos oficios. Se asentaron en diferentes regiones
como colonos agrícolas o formando comunidades de artesanos, con gremios que
servirían al palacio real o a los jefes y clanes dominantes. Se trataba de herreros,
tejedores, músicos o escribas. Este aporte de nuevos inmigrantes desde China y
Corea fue esencial para desarrollo agrícola y artesanal además de serlo para el
establecimiento de un marco institucional por parte del Estado de Yamato. Por
supuesto, fueron el soberano y los nobles de la corte, formada por los clanes
dominantes, los que dispusieron de tales novedosas tecnologías. No obstante, al
tiempo repartían arados o telas de seda, cuya producción había sido estimulada
con la intención de abonar tributos, a los jefes de los clanes subordinados
como retribución por la lealtad mostrada en forma de tributación o servicios
personales. Tal vez el principal aporte de estos inmigrantes a la
consolidación del Estado haya sido la introducción de la escritura china,
aunque también fueron de extrema relevancia artes de gobierno, como las leyes, los
rituales o el propio marco institucional, factores que coadyuvaron al reforzamiento
de la concentración de poder bajo la hegemonía de Yamato.
El
gran monarca, a la vez jefe político y religioso, otorgaba kabane o títulos (kimi, omi, atae,
muraji) a los jefes de clanes para así garantizar el poder e influencia de los
mismos en un específico territorio, todo ello a cambio de la subordinación a su
poder y del pago de tributos. Los jefes de los clanes más destacados, como
Ótomo, Soga o Mononobe, así como ciertos nobles originarios del continente y Corea,
como los Hata, constituían la corte del soberano, participando directamente en
el gobierno, en tanto que los jefes de clanes menores y los inmigrantes
desempeñaban funciones de gobierno diversas y ejercían oficios que beneficiaban
a la corte, del tipo escribas, guardianes, músicos, danzantes para los rituales
y ceremonias o los artesanos.
Los
jefes de clanes de las regiones subyugadas eran responsables del gobierno local
bajo cuyo dominio estaban las comunidades agrícolas sedentarias originariamente
Yayoi, además de las colonias de inmigrantes. Existían esclavos domésticos, que
procedían del botín de guerra, los castigos por fechorías o las deudas. Pertenecían
a la corte del rey y a los jefes de los clanes principales. Esta primaria y más
antigua organización del Estado Yamato, vagamente centralizada todavía, recibe
el nombre de Régimen de Clanes y Títulos Shiseisei.
A
la par que el gobierno de Yamato fortalecía su organización centralizadora, mantenía
una constante conquista de poblaciones no sometidas, caso de los hayato, los
kumaso y los emishi. La expansión del poder de Wa en Yamato requirió la adopción
de una organización gubernamental compleja, además de una ideología que pudiese
legitimar el poder central y el mantenimiento del orden. De este modo, se
introdujeron varias artes auxiliares de gobierno, como el calendario, la
adivinación, la astrología y, sobre todo, los mitos y crónicas. Todo ello se asentaba
en corrientes filosóficas y religiosas originarias de China, taoísmo y confucianismo,
así como de India, el budismo.
A
lo largo del dilatado período en el que se produjo el surgimiento y la
consolidación del Estado Yamato fueron muy frecuentes las guerras intestinas por
las rivalidades entre los principales clanes, así como debido a las habituales rebeliones
de los muchos poderes locales. Estos conflictos se asociaban con los nexos que
uno u otro de tales clanes establecían, dentro del Estado Yamato, con uno u
otro de los Estados coreanos.
La
manera de garantizar la continuidad del régimen y la legitimidad de la
autoridad de Yamato, era establecer una sucesión hereditaria, incluyendo las
mujeres. En 592 accede al trono la monarca Suiko, bajo
cuya iniciativa se organizaron medidas para alcanzar una mayor
institucionalidad del gobierno. A través de las mismas se abonó el terreno para
introducir de modo sistemático aspectos culturales de la civilización china a
lo largo de la siguiente centuria. Se establecieron una docena de rangos de
nobleza y se adoptó un Precepto Ético para ministros y funcionarios con la
intención de procurar el buen gobierno, cimentado en la armonía y la bondad.
Mientras,
a fines del siglo VI, en China se restablece el Imperio de la mano de los
dinastas Sui. El príncipe Shótoku envió, en 607, una misión para entablar
relaciones oficiales con Sui. La misión diplomática fue encabezada por Onono
Imoko, e incluía estudiantes y monjes, que a su vuelta vendrían empapados de
conocimientos sobre las instituciones, el modo de enseñar y las artes. Shótoku se
dirigió al emperador de Sui en términos igualitarios, pero según la filosofía
política china, el Mandato del Cielo únicamente puede recaer en una persona (no
puede haber dos Hijos del Cielo). En vista de ese inconveniente, en Japón se
adoptó el título de Emperador del Cielo (tennó),
pronunciado sumeragi. Desde ese
momento, se emplearon los caracteres nippon
(Sol saliente) para designar la denominación del país, conocido hasta ese
instante y según la costumbre, como Wa.
Al
fallecer Shótoku, el clan Soga acrecentó su influencia política en el gobierno,
pero los opositores a Soga se unificaron alrededor del príncipe Nakano-óe y
Nakatomi-no-Ka-matari (luego Fujiwara-no-Kamatari), quienes matarían a los
líderes del clan Soga, declarando en 645, el inicio de una nueva política, que
adoptaba de forma sistemática elementos de la cultura china. Nakano-óe (sumeragi
o tennó Tenji) establecerá los cuatro principios de la Renovación, el
establecimiento del dominio público sobre la tierra y la población con la
consiguiente abolición del dominio privado por los clanes poderosos y el linaje
real; la organización del gobierno central y local siguiendo el modelo chino
adaptado ya en Corea; un sistema de asignación de la tierra a la población
según edad, sexo y estatus y; un sistema de tributación en especie y servicio
personal a la población según sexo y edad.
El
tennó Tenji fortalecerá el Estado a
través de un código, llamado Omirei. Además registrará a toda la población. A su
muerte en 672, hubo un conflicto por la sucesión entre sus dos vástagos, el
príncipe Ótomo y el príncipe Oama. Este último ocupó el trono, pasando a
llamarse, en la crónica oficial, tennó
Tenmu. Su política tendió hacia la consolidación del régimen centralizado al
estilo de los Tang en China. Crea el Código de Asuka-Kiyomihara, base del
posterior Código Taihó de 701. Ahora, el Emperador del Cielo gobernaba
directamente tomando decisiones políticas y militares en audiencias, además de presidir
las ceremonias y ritos, que servían para certificar la unificación y la
supremacía de su clan.
A
partir de Tenmu y su sucesora, su viuda Jitó, se avanzó en la
institucionalización del Estado al establecerse un gobierno central y local con
un fuerte soporte burocrático. El país abarcaba gran parte del archipiélago
japonés, aunque ajenos al proceso de integración del Estado centralizado, quedaron
el norte de Honshü, Hokkaidó y las islas Ryükyü. El territorio unificado se
dividió en seis regiones y Kinai, la región central donde se ubicaría la
capital según el ideal chino (en Heijó). Cada región se dividió en provincias (kuni), cada provincia, en condados, cada
condado, en comunidades y, finalmente, cada comunidad, en ko, unidades domésticas básicas.
En
fin, en el proceso de consolidación del Estado centralizado, además de la
influencia de la filosofía política china (el legalismo) y la ideología social
del confucianismo, el budismo también
desplegó un rol crucial en virtud de su carácter universalista y transcendental,
sobre todo el de la corriente Mahayana.
La
crónicas oficiales, la Crónica antigua (Kojiki),
escrita en japonés, en 712, siguiendo la narración de Hieda no Are, así como la
Crónica de Japón (Nihonshoki), en
chino (720), a partir del modelo chino de crónicas dinásticas, tuvieron como referencia
las crónicas anteriores de monarcas y jefes de los kuni más fuertes. A ellas se suma, asimismo, un registro
descriptivo de cada provincia (Fudoki).
A través de la oficialidad de las crónicas y los registros descriptivos, el
gobierno del tennó unificó la visión
histórica alrededor del origen mítico del gobernante y la genealogía de los
clanes. Todo ello se hizo con el claro objetivo de legitimar, justificándolo,
el poder y el ordenamiento existente. Los mitos recogidos en Kojiki apuntan que la Gran Diosa que
Ilumina al Cielo (Amaterasu) descendió para gobernar las islas japonesas,
fundándose así el linaje de la monarquía japonesa de los tennó. Una vez que esto ocurre, el Kojiki pasa de la Edad de los dioses a
la de los Hombres divinos. Aun mitológica y no histórica, se comienzan a
reflejar ciertos hechos históricos reales. La historia de la pacificación de
las arañas de tierra por Jinmu, primer tennó
mitológico, parece recrear el proceso de conquista de las tribus locales por el
poder emergente de Yamato.
A
partir de la práctica establecida por el rey de Yamato, el tennó conservó las
funciones religiosas tradicionales, relacionadas a la ritualidad agrícola anual.
La principal diferencia entre el régimen de tennó y el sistema imperial chino se
halla en la concepción mágico-religiosa del poder regio. Mientras el emperador
chino es un mortal virtuoso que recibe el Mandato del Cielo para poder gobernar,
el tennó es el sumo sacerdote que
preside los ritos del Estado además de la encarnación del espíritu ancestral de
los tennó. Finalmente, el culto a los dioses múltiples (kami), fue institucionalizado y jerarquizado, integrándose al
sintoísmo, sistema cultual oficial comandado por la deidad solar Amaterasu-ómikami,
considerada, desde entonces, el ancestro mitológico del linaje del tennó, del emperador.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP-UFM, mayo, 2021.
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